En el año 1868, a tres años de finalizada la Guerra de Secesión, un ‘desconocido’ Edward S. Ellis publicaba una novelita. El nombre no es para nada despectivo: era la época de las ‘nouvelles’, los folletines y las publicaciones al por mayor. En este sentido, es el siglo XIX sin lugar a dudas el siglo en el que la literatura se masificó en gran medida por un hecho: la inclusión de millones de niños, en todo el mundo, a los nuevos sistemas educativos nacionales. Esto, entonces, generó que grandes masas de la población salieran del analfabetismo y se incluyeran en el mundo escrito. Esto es un hecho totalmente trascendente en la historia de la humanidad, pues históricamente el conocimiento del mundo letrado estuvo vedado a unos pocos. Es entonces en el año de 1868 cuando Ellis -maestro, director de escuela y periodista- publica en los Estados Unidos, una novelita. Una de las tantas que se publicaban en las otroras colonias británicas. El título de la publicación era: The huge hunter or The Steam Man of the Praires (El gran cazador o El hombre de vapor de las praderas). La novela, que era una novelita pertenece a un género literario que hoy ya  no existe: las dime novels, es decir, novelas cortas de tirada masiva que costaban solo cinco centavos. Dicho género editorial tal vez tenga hoy día una cierta correspondencia con los cientos de blogs y revistas digitales que publican cuentos e historias de manera gratuita. Debemos pensar, entonces, en estos folletines en términos de publicaciones masivas, que llegaban a una inmensa cantidad de público recién alfabetizado que quería hacer algo con esa nueva habilidad. De esta forma, este tipo de publicaciones resultan increíblemente valorables para la masificación y distribución de los saberes literarios. Es así que estas publicaciones contribuyeron a la creación de generaciones de lectores, que antes no existían. Tal es así la importancia de los folletines y las dime novel, que si nos pusieramos a mencionar autores populares de la época veríamos que casi todos participaron de publicaciones de esa índole: Charles Dickens, Mark Twain, Poe, José Mármol, Lucio Mansilla, Alejandro Dumas, por citar solo unos pocos.

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Ser un escritor de folletin o de dime novels no es un mérito en si: pese a vivir en una época donde la brecha entre analfabetos y alfabetizados disminuía como nunca antes en la historia de la humanidad, había cientos de otros literatos que publicaban en este formato.

Pero no es este simplemente el motivo por el que hoy hablamos de Ellis. Ser un escritor de folletin o de dime novels no es un mérito en si: pese a vivir en una época donde la brecha entre analfabetos y alfabetizados disminuía como nunca antes en la historia de la humanidad, había cientos de otros literatos que publicaban en este formato creado en 1860 por Irwin y Erastus Beadle. Lo que hace notable a la obra que publicase Ellis en 1868 es su temática, dilucida desde el inicio en el título: El hombre de vapor de las praderas. Difícil es para cualquiera que quiera hacer una historización de las categorías de la literatura poder decir a ciencia cierta quién es el padre de cuál o tal género. Por lo general este tipo de etiquetas siempre termina cayendo en imprecisiones o en nuevas interpretaciones de textos antiquísimos. Pero sin ser nosotros expertos en el tema y queriendo hacer una aproximación, podemos decir, sin lugar a dudas, que Ellis fue, sin lugar a dudas, el creador de tres subgéneros: el Weird-Western, la Novela Edisoniana y el Steampunk. También se la puede considerar precursora de la ciencia ficción moderna, pero esa es una categoría aún más compleja. En el año 1804, el gobierno de los Estados Unidos le compra a Napoleón Bonaparte los territorios de la Louisana, perteneciente al Imperio Francés. Estos terrenos se interponían, directamente, entre las otroras colonias de la costa este y el oeste ‘virginal’. Es de esta forma que los yankis comienzan una gigantesca expansión hacia el Pacífico; esto no era algo librado al azar, sino que formaba parte de la llamada doctrina del Destino Manifiesto: Estados Unidos tenía que expandirse hacia el Pacífico, no había otra opción. Es en este contexto que una infinidad de colonos y exploradores se prestan para la nueva aventura expansionista. Y es aquí, donde surgen las historias del Western y es de la mano de las Dime Novels que circulan. Esas historias fueron popularizadas luego por el cine Clásico, pero surgieron de la literatura: heroicos pioneros que atravesaban desiertos en precarios carromatos, osados y temerarios tramperos que se adentraban en bosques y pantanos, terribles indios que asolaban las praderas, ‘cowboys’ que se enfrentaban a fugitivos de la ley, pieles rojas que asesinaban a blancos, blancos que cortaban las cabelleras de los pieles rojas para cobrar las recompensas del Gobierno Federal… estos y muchos más son los tópicos del Western clásico. Ese mundo de colonos y pioneros que quizás todavía recordaban las hazañas y periplos que tuvieron que padecer los recién llegados a la América cambió drásticamente. En 1862 se funda la Union Pacific, con el motivo de unir desde el río Missouri (en el centro de los Estados Unidos) con la costa del Pacífico, mediante una alucinante e inigualable obra de ingeniería ferroviaria. Ellis, imbuido quizás del ambiente cientificista y positivista de la época, le gana la carrera a la Union Pacific y en 1868 crea un hombre de vapor que corre a través de las praderas del río Missouri. La obra se transforma, para nosotros, en la primera de Weird Western. El género, nuevo para algunos, antiguo para otros, amplía el Western  mediante la incorporación de funciones propias de otros estilos. Sumando hechos del fantástico o del terror, el Western clásico se transforma en Weird Western, donde los clásicos cowboys e indios se enfrentan a situaciones desorbitantes, fantásticas o terroríficas: veremos vaqueros luchando contra extraterrestres, hombres lobos asolando las praderas, vampiros chupando la sangre de los pieles rojas… pero todo este extraño género se inicia con Ellis y su hombre de vapor que atraviesa el Oeste con su gigantesca caldera en forma de un abultado estómago.

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Sumando hechos del fantástico o del terror, el Western clásico se transforma en Weird Western, donde los clásicos cowboys e indios se enfrentan a situaciones desorbitantes.

En la novelita, un joven Brainerd, del que no sabemos demasiado, construye en su casa un aparejo alucinante: un humanoide que funciona con un motor de vapor y que corre a 120 km/h. Nuestro inventor lo manipula desde la carreta que el hombre arrastra; el joven Brainerd maneja una serie de palancas a través de unas correas, que le permiten manipular las distintas válvulas por donde el vapor pasa, logrando así disminuir o aumentar la velocidad del aparejo. De esta forma, se instaura una nueva forma de contar historias: jóvenes marginales o rechazados que utilizan su intelecto para crear los más variopintos inventos. Johny Brainerd es un quinceañero jorobado, semitullido, pero que se antepone ante todos sus defectos físicos para crear, inventar: “No parecía haber límites para su poder de inventiva. Construyó una locomotora y un barco de vapor, perfectos en cada pieza, incluso en cada detalle, usando solo su pluma, un martillo y un pequeño cincel.[…] los artilugios que hacía eran expuestos en escaparates y vidrieras, mientras Johnny, modestamente, cocinaba alguna nueva idea”. En este sentido, la novela inaugura otro subgénero: el Edisoniano. Este estilo estuvo muy presente en las dime novels de Beadle y muchos de sus títulos corresponden a ese género. ¿En qué consistian? Si bien para cuando la novela salía, Edison recién comenzaba su meteórica carrera como inventor, lo cierto es que en aquel entonces, en pleno auge de las ciencias y del positivismo más duro, todos los días los norteamericanos se levantaban con el diario del lunes mostrando un nuevo y maravilloso invento que vendría a salvar sus vidas, mejorarlas o por lo menos, hacerlas más llevaderas. En este sentido, las novelas Edisonianas -categoría asignada a posteriori, homenajeando al inventor- dan cuenta de adolescentes que crean los más diversos aparejos y objetos para mejorar sus vidas y la de sus allegados. Es así que estos jóvenes inventores compensan sus defectos con un increíble y absoluto ingenio y raciocinio. Y, por supuesto, es nuevamente esta novelita la primera de ese género.

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El vapor trajó los trenes, y los trenes movieron a inmensas masas de gente a través de terrenos inhóspitos. Nadie hubiera imaginado recorrer esas distancias en tan poco tiempo.

El siglo XIX fue dominado casi exclusivamente por el motor a vapor. Hasta la aparición y masificación del motor de combustión interna, en el último cuarto del siglo XIX, todo medio  de tracción y propulsión fue dominado por la caldera, el vapor y el carbón. Tal es así que durante los años de esplendor del motor de vapor, las sociedades parecían haberse olvidado del momento previo a la aparición de este prodigio de la ingeniería humana. No era para menos. El vapor trajó los trenes, y los trenes movieron a inmensas masas de gente a través de terrenos inhóspitos. Nadie hubiera imaginado recorrer esas distancias en tan poco tiempo. Incluso los barcos se rediseñaron para albergar calderas y poder así surcar los océanos, mares y ríos internos. Las sociedades modernas se movían gracias a enormes cantidades de carbón y de vapor. Era de esperarse, entonces, que muchos soñaran con más ingenios y aparejos hechos de hierro y pistones moviéndose a base de agua hirviendo. ¿Quién no lo hubiera imaginado? De eso se trata, entonces, el Steampunk, un género que explota el ideario del motor a vapor y lo aplica a cualquier aparato que la imaginación lo permita. Así como Asimov imaginó mundos hechos enteramente de energía nuclear, -relojes de mano, pistolas, cuchillos y navajas- muchos pensaron sociedades ancladas en el apogeo industrial del siglo XIX, pero con más y mejores desarrollos. En ese sentido, a partir de los años 70’ apareció el steampunk, en contraposición del cyberpunk, género sci-fi distópico. Si uno busca rápidamente en la web verá, como dije en el párrafo anterior, que el steampunk data de mediados del siglo XX. Pero esto es un error, pues es la novela de Ellis, El hombre de vapor de las praderas sin lugar a dudas la primer novela de Steampunk. No hace falta ahondar en el por qué de esta afirmación, si ya desde el título nos están hablando de un aparejo de vapor, de avanzado desarrollo y de alto contenido ficcional. Y digo esto último porque Ellis no sacó su idea de la nada misma, sino que muy probablemente había visto el prototipo que los inventores Zadoc Dederick e Isaac Grass realizaron de un hombre de vapor que, en teoría, podía mover una carreta. Un dato de color, valga la redundancia: el hombre diseñado por Dederick y Grass es blanco, mientras que el creado por nuestro tullido inventor es, obviamente “negro, con un par de ojos espantosos y una tremenda boca risueña”.

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Sabemos perdonar los errores del Steampunk, que inventa sus orígenes casi un siglo después del hombre de vapor.

Pese a todas estas características, esta pequeña novelita de Ellis fue condenada al más terrible olvido. En ese sentido, sabemos perdonar los errores del Steampunk, que inventa sus orígenes casi un siglo después del hombre de vapor. Ellis escribió muchisimas dime novels. Incluso otros autores del género copiaron a su hombre de vapor y lo reeditaron. Pero pese a todo, jamás salió del formato de ‘revista’ que imponían las dime novels. Tuvieron que pasar 147 años para que alguien  decidiera que era el momento de rescatar al autor del olvido y llevarlo de una vez por todas al formato libro. Si, Ellis y su Hombre de Vapor jamás fueron publicados en formato de libro, ni siquiera en su idioma original… ¡mucho menos en español! Una editorial independiente de nuestro país, Ediciones Ignotas, se encargó de eso. En 2015 accedieron a las versiones escaneadas de la dime novel original y luego de traducirla, la publicaron. Desde allí planean seguir rescatando este género tan olvidado, que tanto aportó a la expansión de la literatura y que fue el primer acercamiento de muchísimos jóvenes con el mundo letrado. La novela es amena, su lectura es sumamente placentera y uno no logra evitar imaginarse encima de ese extraño aparejo surcando los desiertos, con el temor constante de la explosión de la caldera, del ataque de los indios… además, es inevitable pensar lo siguiente: ¿y qué tal si el Hombre de Vapor surcara la Pampa Húmeda? ¿Qué pasaría si este aparejo hubiera caído en manos de Roca y su Conquista del Desierto? ¿Sería un hombre de vapor o un gaucho de vapor?/////PACO