Música


¿Por qué Baño Maria quizás sea el mejor disco del año y de la década?

El 17 de abril, Ca7riel y Paco Amoroso presentaron Baño María, veintiocho minutos de música que pintan un momento especial de nuestra historia y nuestra libido. Pero ¿por qué Baño María? ¿Qué es lo que había que calentar o recalentar? Las imágenes que acompañan desde YouTube nos dan una pista. Se trata de separar el título. Al principio, el ritual de limpieza, el momento del agua y la espuma donde se remueve lo que sobra y molesta. Y por otro lado, o más bien al mismo tiempo, la mujer como objeto metonímico del deseo que pervierte y ensucia, la droga ligera del relax. Desde el título se nos habla, entonces, de la mezcla cotidiana de los opuestos. Baño María genera una narración festiva, matizada de amistad y consumos, no exenta de la depresión que sigue al éxtasis. Y eso que alguna vez fue original se vuelve a presentar como una versión segunda que incluye la humedad privada del jacuzzi y la descripción y evocación de muchas de las otras formas del amor y el desamor. Desde luego, el disco se puede escuchar como una narración larga, un sube y baja autobiográfico con las escenas del éxito, su flow, su sensualidad y su melancolía. 

La cosa empieza con una base simple, teclados y pianos eléctricos. Y una fórmula ganadora y oximorónica –no va a ser la única del disco–, tierno pero malo. Lo baby es la inocencia, el afecto, el cariño, la paternidad, pero siempre con un retoque de sexo. Y ya se avisa algo nuevo. “Tiremos los condoni/ Hagamo´un par de baby.” ¿Qué es eso de “estudiante, puta y empresaria”? ¿Qué paradigma se juega ahí? Si antes no llegaban los Roca, ahora la plata, desde luego, trae otros problemas. Pero tampoco hay queja porque, como decía Marilyn, el dinero no hace a la felicidad pero, si me preguntan, prefiero llorar sentada en un Rolls Royce.  

Con Dumbai, comienza el festejo. El nombre de la ciudad del lujo se transforma en un ritmo. El dum dum evoca el bum bum de Dennis DJ y Kevinho que se vuelve argentino, por lo tanto menos alegre. Del Miami de Baby Gangsta, Catriel y Paco nos llevan a un lugar imaginario, privado, inventado. La base ligera y arreguetoneada señala lujo y ritmo. O mejor, el lujo del flow. O mejor todavía, y ahí se expone el sistema general del disco, como dijo Ninja de Die Antwoord: “sos pobre pero sos lujoso.” You’re poor but you’re sexy, you’ve got style. Otra vez, el sexo es sin protección pero con vocación de paternidad sino de compromiso libidinal: “No importa el lugar y no voy a usar los condone.” 

Sheesh ya arranca con una autoconciencia erótica mucho más importante. Hay un pasado reciente para revisar –bueno, ¿cuándo no?– y también se despliega un despunte ético y sombrío. Al exhibicionismo se le opone la necesidad de obrar con discreción para preservarse. El sexo continuo y grupal se desea pero ahora sin exhibicionismos. La base se vuelve más grave. El beat, más duro. Los coros se distorsionan. Sheesh es una breve oda erótica a la oscuridad en todas sus formas.

En Mi diosa, la orgía se va y la mujer se vuelve única. Pero no hay compromisos. Las bases no deberían confundirnos. No hay celos caribeños, ni posesión indefinida del otro como en la música de la radio. “Te voy a hacer llorar pero no por los ojos…” Es una nueva forma de amor, muy del siglo XXI. Ahora bien, todo lo que pasa cuando no hay amor también puede producir hastío, añoranza, incluso una ligera angustia. La percusión va marcando el camino. También algún coro espectral. 

En La que puede, puede se da una vuelta al groove de Ola mina XP con cura en jacuzzi. El travestismo del estribillo no es una cita, ni una voz ajena. Son ellos los que se vuelven femeninos, televisivos, trash. Esto va a puntuar todo el disco. Catriel y Paco pueden ser mujeres a la hora de cantar. Y acá ya no se trata de la mera conquista y su festejo. La situación es mucho más compleja. Catriel se manda a otra velocidad, a doble tiempo, casi enojado. La voz del estribillo es dura. Se corta. Y en este track encontramos el primer y tal vez único –pero altamente significativo– comentario político del conjunto: “Mmm, no me cierra, una motosierra, cocina de piedra, lo tiro al chaufan.”

Lo que sigue es una larga carta de amor a las groupies. En El único, Cato y Paco comprenden que son ellos los compartidos. Viñeta de la picaresca urbana y relacionan, los cazadores se reconocen engañados. Cuando suena el “pará pará pará pará” se genera una anagnórisis muy graciosa y porteña. La descripción de ella es tan sintética como precisa. En Vitamina vuelve la voz femenina de La que puede, puede. Otra vez hay una descripción compacta pero ahora incluye el desquicio mental que, desde luego, es atractivo. El disco está lleno de líneas para recordar. En este track hay que resaltar el combo de infección y salud mental: “No me importa nada/ Hoy soy Wanda Nara/ Las teta´ operada/ la pipi infectada/ drogas y psiquiatras/ más swing que Sinatra.”  En Cosas ricas, sigue en esa línea: “Carita de buena pero bad bitch.” Si Freud ya advirtió que el hombre miraba el cuerpo de la mujer de forma fragmentada, si el protagonista de El hombre que amaba a las mujeres de Truffaut tenía el fetiche de las piernas, en Baño Maria, las tetas son reemplazadas por siliconas, mientras que el culo aparece de forma recursiva y permanente. El culo es, así, una sinécdoque de todo el cuerpo. En ese contexto, “Estoy para clavarte el anillo” puede tener más de una interpretación. La sutil introducción de las cuerdas en el final señala que no todo es maquínico.

Pirlo queda aparte. Es una canción de amor perdido, una nueva versión –una más– de Tomo y obligo. Con una cita y una comparación bellísima en el título que los más jóvenes quizás deban googlear. 

Supersonico vuelve al pop enérgico, con una base elaborada, negra en cuatro para que el estribillo suene en la disco, pero también cruces y cortes. Y una intro y final, sumergidos, acuosos. Supersonico trae un sobresalto. El estribillo lo canta Lali Expósito, que a su vez colabora en un tema oscuro, La carie, de Por Césarea, el nuevo disco de Dillom, que también salió este mes. Dillom viene de hacer Señor Cobranzas en vivo, actualizando la letra y diciendo que “A Caputo en la plaza lo tienen que matar.” Y la discusión pública de Lali con el presidente de la Nación, algo surreal dentro de un estado general surreal, es muy conocida. Hay bastante tela para cortar en esta serie de links. Tiene peso que sea una artista nacida y criada en el mainstream la que una al dúo con Dillom y que entre los cuatro se rechace, con matices y sutilezas pero no sin énfasis, las políticas de este gobierno nacional. Todo, encima, en un tema bailable.

Diablo es el final que nos reenvía al principio del camino creativo. Sin culpa pero tampoco sin llorar, Catriel y paco aceptan los condicionantes del dinero, haciéndolos parte de su experiencia vital. Hedonismo pero no herético, más bien terrenal, pragmático. La cita a Babasónicos que ya venía de “Sorry pero soy muy puta, no te voy a dar mi corazón”, versión del verso inicial de Soy rock, muestra una filiación pero también una reverencia. En el auto-reconocimiento está la epifanía y eso hace que todo el catálogo parezca pensado, desde su precisión, sus luces y juventud, por un Caravaggio lisérgico y digital. La frase final, antes de la despedida, es más argentina que el mate y el dulce de leche y avisa sobre el camino del exceso. No es una búsqueda, es una forma de ser: “Es que somos gente loca y nos gusta pasarla bien.” 

La fórmula del pop implica poner en equilibrio la verdad de la angustia más el deseo generado por el ritmo. Todo parece limitarse a eso. Pero no. El pop siempre es un poco más. Catriel y Paco conocen los secretos para escribir y cantar la sabiduría milenaria de una letra bien confeccionada, simple y directa y a la vez sofisticada e infinita. La producción y el sonido final de Baño María no pueden ser mejores. Y encima, el dúo no parece haber tocado su techo creativo sino más bien tener mucho para recorrer, creciendo y sondeando a la vez las diferentes formas del techno pop trapeado, siempre sentimental, lúbrico, talentoso y elegante. 

Una coda. El viernes 26 de abril, Axel Kicillof tuiteó una ya muy conocida sarasa sobre la derecha y los derechos, con motivo de los extemporáneos ataques a las izquierdas en España. ¿Y el peronismo? ¿Y la tercera posición? Si ellos son derecha, ¿nosotros somos izquierda? El texto es pobre y no refleja el carisma de su primera campaña como candidato a la gobernación. 

Me animo a decir que el reperfilamiento doctrinario –más bien un retorno a la doctrina, a lo popular y sus sistemas– que el peronismo necesita con una urgencia evidente está cerca de Catriel y Paco. ¿Se me permite esa excentricidad? El gobernador reelecto de la Provincia de Buenos Aires haría muy bien en escuchar y estudiar esta música con sus asesores. Si logra descifrar la dimensión política y social que las alienta, su relación con la compleja máquina del deseo contemporáneo, quizás pueda hacer crecer en la dirección acertada sus rudimentarias palabras y sus hoy indispensables acciones.//PACO