En Inherent Vice (libro), Thomas Pynchon escribe una escena en donde el protagonista, Doc Sportello, acude al llamado de una mujer que le presenta el caso de su marido. Doc se da cuenta de los dientes postizos de la mujer y piensa “qué historia real y poco divertida los habrá plantado ahí”. Ella se da cuenta de que lo que está mirando y le dice “Heroína. Chupa el calcio del organismo como un vampiro, si la consumes durante cierto tiempo los dientes se te van a la mierda. De chica de las flores a ruina devastada, ¡zas!, como por arte de magia. Y eso no es lo peor…”.

En Inherent Vice (película) la escena está tal cual. El diálogo calcado.

En Inherent Vice (libro), la escena sigue con la presentación del caso. Ella cree que se murió de una sobredosis de heroína pero duda. Y Pynchon pinta al marido diciendo que había tocado en una banda de surf llamada Boards a principio de los sesenta y que ahora se los consideraba pionera de la música surf eléctrica. Últimamente “tocaba un subgénero ‘surfadélico’, con melodías disonantes de guitarra, modos peculiares como el hijaz kar post Dick Dale, referencias incomprensibles , gritadas a voz en cuello al deporte y los efectos de sonido radicales por los que se había conocido siempre a la música surf, ruidos vocales así como respuestas de guitarras e instrumentos de viento. En Rolling Stone escribieron: ‘El nuevo álbum de los Boards hará que Jimmi Hendrix quiera escuchar música surf otra vez”. Mas tarde, la mujer dice “(…) No me malinterpretes, me encanta la música surf, soy de la tierra donde nació, todavía conservo viejos singles desgastados, me gustaban los Chatays, los Trashmen, los Halibuts, pero tienes toda la razón: parte del peor blues jamás grabado saldrá en los antecedentes penales kármicos de los saxos de surf”.

En Inherent Vice (película) al supuesto muerto se lo presenta con una frase que también está en el libro: “era un músico importante en su época porque improvisaba de vez en cuando, en vez de repetir el segundo y el tercer coro”. Y nada más.

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Si la música surf fue puesta ahí en la obra literaria para crear un efecto sobre el contexto, en la imagen, P.T. Anderson decidió ir por los caminos mas transitados del hippismo rockero. Doc Sportello lleva patilla, campera verde y sombrero a modo de trinidad del guiño a Neil Young. En el vicio de resaltar lo resaltado, cuando Sportello va así vestido, suena Neil Young de fondo.

La novela tiene 368 referencias musicales (alguien las contó). Ninguna de Neil Young.

Aparece el canadiense como un momento de bifurcación estética. El libro se implanta en el reviente elegante del surf mientras que la película se apoya en el imaginario más visible de la costa oeste. El otro doble registro, ya más sutil, es el de las drogas. En la película están casi todas las referencias del libro a los momentos de intoxicación, folklore y extroversión pero falta la distancia irónica del narrador (“La maría era un producto hawaiano que Doc había estado reservando, aunque en ese momento no recordaba para qué”).

¿Por qué hacer una película del libro? Una respuesta es porque sí, o porque Hollywood ya no tiene ideas originales, o porque P.T. Anderson es fan de Pynchon y ahora tiene el nombre para conseguir plata y actores (Josh Brolin está muy bien, Joaquin Phoenix un poco demasiado, Benicio impecable, las chicas, intrascendentes).

Cuando uno ve una película de un libro que leyó, está refractario a la tensión de la historia y cada escena es una evocación de una experiencia crepuscular que al verla nítida pierde su magia. El cine prende una luz potente ahí donde uno estaba cómodo con sus propias penumbras. Explicita. Se come el trabajo subconciente. Aplana.

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¿Por qué se hacen muy pocas películas sobre una obra plástica ? ¿Por qué no llevar Malevich a una película, si son imágenes? O mejor dicho, ¿por qué cuando alguien quiere hacer algo así no funciona cinematográficamenteUna posible respuesta es que los tipos de cine se diferencian no tanto por la posibilidad del negocio o la tensión entre miradas sino por la forma de tratar la imagen. Cuando la imagen es puro significado, cuando renuncia a ser lenguaje, se llega a un cine sin resaca, livianito, que no toca el nucleo de angustia que sí atraviesa el cine que interpreta la imagen como un lenguaje. Evocar una película-lenguaje no es un trabajo. Vuelve siempre sin que lo llamen. Husbands de Cassavetes no necesita ser regurgitada en una reunión de amigos o un programa de radio: está ahí pegada a la angustia, adentro.

Finalmente, uno podría hacer una lista enorme de cosas que están en Inherent Vice (libro) que injustamente no están incluidas en la versión Reader’s Digest de P.T. Anderson. No tiene mucho sentido. La película también ofrece cosas nuevas. No muchas, es bastante cobarde, pero ese grito de Sportello al ver la foto que no se muestra del bebé hijo de los yonquis era un posible camino. El tema es si Inherent Vice (libro) es Inherent Vice (película). ¿Cambia la obra lo suficiente como para transformarla en otra? ¿Es equiparable a lo que se pierde del inglés al español lleno de “chachis”?

La tentación metonímica en este nuevo cine industrial disfrazado de autor transforma los caprichos particulares en cánones estéticos repetidos que se cargan la singularidad. Pynchon es el accesorio caro, el gadget que sirve para cumplir con el único dogma potente del cine : “Dame más de lo mismo pero distinto”.///PACO