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I
Ampliación del campo de batalla es esa novela de principios de los años noventa donde Michel Houellebecq describe con necesaria crueldad la traslación de la pirámide social a las categorías del deseo. Ricos o pobres se convierten así en deseados o masturbados. Pero las ubicaciones en esas pirámides no son necesariamente homólogas. Raphael Tisserand ocupa un lugar destacado entre los empleados de una firma informática. Su salario es respetable, su carrera es prometedora, el mundo material le pertenece. En la pirámide del deseo, en cambio, Tisserand es un marginado, un hombre feo, gordo, sin ningún brillo, tímido e incapaz de seducir. Indigente sentimental, Tisserand está condenado a la autosatisfacción de las pulsiones, a la frustración de su deseo, a la soledad, que a diferencia del odio, sí es la otra cara del amor.

II
En la novela, Tisserand, condenado al fracaso emocional, se abandona a la muerte. Pero en 1994 Houellebecq no podía imaginar que la tecnología -como muchas veces antes- daría una segunda oportunidad a quienes el darwinismo de la sexualidad contemporánea había condenado a la extinción. Entre muchas otras cosas, las redes sociales actuales basan su éxito en la posibilidad de que los hombres y las mujeres horripilantes del orbe aspiren, otra vez, a la consumación humana de sus ansias. Al calor humano más allá de los límites húmedos de sus propios dedos.