I
La esencia del relato zombie es representar una época en la que la experiencia no puede asimilarse más allá de la instantaneidad. El presente vivo, y nada más que el presente, tal como tiende a representarlo cierto uso de la tecnología. El zombie se puede leer como esa figura que remite únicamente al pasado muerto —al archivo, como prefieren los filósofos; a la biblioteca, como prefieren los literatos— y el abismo entre su pertenencia a la muerte y su vagar ridículo entre los vivos lo transforma en grotesco y amenazador. (Más grotesco que amenazador, de hecho). El muerto que regresa de la experiencia de la muerte pero no logra construir función alguna: es incapaz de narrar nada. Le resta contagiar su existencia inútil. Sin control, sin sentido y sin cerebro (más bien, desesperado por un cerebro ajeno y vivo). La estética zombie es la estética de aquello que por pertenecer al pasado debe permanecer en el pasado[i]. ¿Qué busca el pasado cuando se esfuerza inútilmente por prevalecer? ¿Qué nativo digital, excepto que perteneciera durante un breve tiempo a la minoría romántica emo, preferiría el amparo del archivo y la búsqueda espectral en la biblioteca antes que la instantaneidad de un motor de búsqueda como Google?

II
¿Qué groupie, en tal caso, se levanta después de haber pasado la noche con su ídolo y transforma el puro presente del goce sexual y narcisista en experiencia? Tatiana Neves Barbosa es una modelo de Río de Janeiro que filmó a Justin Bieber mientras Justin Bieber dormía y subió el video a YouTube. El suyo fue un paso cultural evolutivo: del tradicional porno amateur de celebridades al video postcoital de groupies.

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La obviedad sería fijarse en el traslado del lugar de la representación: Tatiana Neves Barbosa logró lo que quería y se registró celebrando su trofeo mientras la celebridad dormía. Lo habitual habría sido el video —ligeramente improbable— de Justin cebándose con el cuerpo predispuesto de Tatiana: planos cortos del goce en el que se confirmaran las reglas del poder y los beneficios unidireccionales de la fama. Pero la experiencia de Tatiana —que solamente había hecho un poco de porno soft en alguna revista brasileña— es distinta: el pasado no se conforma con volverse zombie —porque ella ya va a contar para siempre en los VIPS de Río de Janeiro, en los vestuarios de los gimnasios y a sus próximos amantes aquella vez que se acostó con Justin Bieber— sino fama presente en la web.

III
Para sumarse a la corte de Justin en Río se exigía a las chicas —Justin no dudó y se fue con 30 groupies a su casa después de un show— firmar un contrato en el que se las obligaba a entregar sus teléfonos celulares —la prohibición del registro— y también a no contar en público lo que fuera que hubieran hecho —la prohibición de la narración— durante su contacto con Justin. Es curioso pero también es pertinente que las celebrities hayan llegado a un punto en el que tienen que elaborar contratos de control de la experiencia incluso cuando quieren disfrutar de sus propias groupies. Hay una relación evidente entre la estética zombie —la groupie ya fornicada que vuelve y desea comerse el cerebro del fornicador— y también una burla en sordina a cualquiera de las conclusiones relevantes de la Ley de Medios Audiovisuales (Justin Bieber tiene la propia y ya se la hackearon, ¿y para qué le sirvió entonces?)

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IV
Tatiana ya se convirtió en una curvaceuos star y esto de algún modo era inevitable: el suyo no es un cuerpo destinado al brillo macabro de una oficina burocrática. Fama por transmisión sexual. No es la primera vez —no será la última—, pero hay un problema ontológico en el modo en que Tatiana lo hizo. No solo porque transgredió un vínculo contractual sino porque transgredió la norma de la condena instantánea a la experiencia pasada: como zombie sexual de Justin Bieber, Tatiana Neves Barbosa aspira a alargar los brazos desde el pasado, entronarse como groupie preferencial —y ella era apenas una, la más profesional, sin dudas, entre otras treinta— y permanecer anclada en el presente desde una experiencia en el pasado. Eso es un problema.

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Una biblioteca —una curvaceuos library— en la época de los e-Readers, un archivo en la época de los algoritmos de Google, una pareja sexual que se reivindica así misma particular en medio de una oferta y demanda de parejas sexuales múltiples. En esencia, es un asunto de adecuación de las reglas al tiempo y a la forma. El problema para Justin probablemente será uno solo: ¿cómo se puede desear lo que ya se tiene? El problema de Tatiana es más grave: quiere eliminar los obstáculos, que son los que permiten la fascinación. Me parece que es un amor condenado al fracaso. Imagino a los abogados de las corporaciones de negocios alrededor de Justin Bieber. «¿A quién se le ocurrió que íbamos a proteger la imagen de nuestra estrella adolescente para púberes haciendo firmar contratos antes de una orgía?» A Tatiana, en cambio, hermosa criatura confundida y sin pudor, todavía le resta soportar la furia de las beliebers… ////PACO


[i] La contraparte de la estética zombie es el cine catástrofe: la experiencia del futuro tampoco puede imaginarse más que como derrumbe de la Humanidad.