La tapa de Primavera Ninja, la primera novela de Luis Orani -editada por Momofuku libros- nos anticipa: «biopic eléctrica de un héroe del ferrocarril provincial.» En efecto, el hilo conductor de las 160 páginas de este libro es la vida de Juano Diaz, el frontman de una banda del sur del conurbano que eventualmente la pega, llamada Doctor Batman. Sin embargo, las voces que narran su historia –las de Gustavo y Martín- vuelven a este elemento biográfico apenas una excusa para contar mucho más que la vida de un músico.

Martín fue compañero de banda de Juano, y en su relato convergen historias de vaivenes económicos, futbolísticos, historias familiares, de amigos y de relaciones que rara vez terminan bien. Capítulo a capítulo, este relato es interrumpido -o condimentado- por los artículos que Gustavo publica en revistas y en blogs, muchas veces referidos a Doctor Batman, otras dedicados al abuso del más burdo e insoportable autobombo para difundir su propia música. En sus reseñas aparecen un sinfín de bandas del conurbano que nunca existieron, como Las armas largas, Arena y Debi Das Dalas, así como una extensa lista de bandas internacionales, que tampoco existieron, como Mao Zen Zoom, The Meatball club e Inland Vampire. En este juego de falsas referencias musicales que se plantea en la novela, el autor se separa del retrato de un contexto que en todos los demás aspectos es verídico.

De esta manera Orani combina el registro periodístico con un registro narrativo testimonial, que se desencadena a partir del encuentro de Martín con un viejo amigo del grupo, en el velorio de Néstor Kirchner. A partir de ese momento, hacia atrás, Primavera Ninja retrata con la minuciosidad de lo cotidiano, un poco más de dos décadas en Argentina. Por un lado, la infancia en los 90, los cuadernos forrados de papel araña, los viajes a Disney de unos cuantos. Por el otro, el 2000, la crisis, y al mismo tiempo, la llegada de internet a los locutorios y cibercafés.

Es porque Juano resulta una excusa para contar algo más, que la contratapa del libro nos anticipa el deceso de esta estrella del indie. De algún modo, su muerte duplica su heroísmo: en su mejor momento artístico-profesional y como una suerte de Kurt Cobain del conurbano, Juano vive rápido y muere joven, pero todo lo que sucede antes y después de esa tragedia es lo que vale la pena de esta novela.

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¿Cuándo empezaste a escribir Primavera Ninja? ¿Por qué decidiste titularla así?

Empecé a principios de 2011 y terminé a mediados de 2013. El nombre tiene que ver con la módica explosión de la escena, con bandas que más o menos siempre quedan y se van a mover en las sombras. Además, con mi banda describíamos como “ninja” la manera desprolija y de bajísimo presupuesto que teníamos de grabar y de armar el vivo. Podría decir que pienso en los años que recorre la novela como la primavera del “como sea”. Igual es medio tirado de los pelos y quedó porque suena bien.

¿Qué discos escuchaste más en ese proceso?

Cuando se me acomodó la novela en la cabeza, estaba escuchando mucho Javi Punga (Manzanas deliciosas, El amor es todo, Rock and Roll Punga) y saqué algunas ideas de canciones como “Nena Stone” y “Leticia Brédice”.

Como escritor, ¿cuál es tu relación con internet? ¿usás alguna plataforma para publicar, ya sea de blogging o microblogging?

No escribo sin internet, tengo que tener a mano la barra de marcadores, Google Maps, etc. En una época publiqué un par de cosas en un blog colectivo. También tengo un par de Tumblrs donde dejé de escribir pronto y pasaron a basarse en imágenes (los cambiaría por Instagram pero estoy clavado con un Blackberry). Digamos que dejé de «escribir» en internet. Suplo la necesidad cotidiana de que alguien me lea en el taller de Hernán Vanoli. Y con Twitter, que uso hace bastante, desde hace unos seis años. No hay que hacer mucho esfuerzo y en una época parece que fui gracioso. Ahora solo hablo de fútbol.

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¿Te interesa la crítica de rock? ¿Tenés referentes en ese ámbito, gente que disfrutes leer?

Me interesa la crítica de rock. Es una lástima que en general se trate más de ejercicios impresionistas que de lecturas reales de los discos. El crítico que está en la novela es eso: sensaciones, humo y name dropping para fijar coordenadas. Esto último se agota con internet. Hace unos años se otorgaba demasiado valor a la referencia (en un nicho pequeño, es cierto), las bandas valían por chapear influencias oscuras. Con internet está todo ahí y aparecieron muchas bandas buenas sin esa vocación epigonal. La crítica de rock viene un par de pasos atrás, en ese sentido. Me gusta leer a Juan Strassburger y a Lucas Garófalo. Siempre es interesante Diego Vecino cuando escribe sobre música. También el nerdismo megalómano de Amadeo Gandolfo.

¿Recomendás alguna banda del under made in Florencia Varela?

La verdad que no conozco bandas con base en Varela que valga la pena recomendar. No digo que no haya, pero no son las que conozco. Por eso ambienté la novela en Ezpeleta en vez de Varela. Hace poco me dijeron que Maxi Prietto era de Varela, o había vivido un tiempo acá. Si eso es verdad, recomiendo a Maxi Prietto/////PACO