Hay muchos días que podrían ser el “Día de Volver al Futuro”, pero el de hoy tiene algo especial: es la única efeméride de la película situada hacia adelante. Desde que las secuelas se estrenaron en 1990 hasta el reestreno en cine de la primera parte en 2010, muchos se preguntaron si el año 2015 se parecería al que presenta la trilogía de Robert Zemekis. Hoy enfrentaremos otra vez la pantalla con la película –la full movie en HD tiene 844.315 visitas en You Tube- y podemos sonreír ante una idea de futuro que tiene más que ver con la proyección que hoy tenemos de los años 90, cuando la revista Muy Interesante anunciaba la pronta comercialización del auto volador y las multinacionales comenzaban a invadir los pequeños poblados parecidos a Hill Valey, una ciudad apacible del Estado de California que mantiene su plaza, su alcalde se anuncia en camioneta y su prosperidad y una decadencia atada a la del país.

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El futuro de Volver al futuro 2 es rico y limpio. En el microcentro del pueblo –ya gran ciudad, con sus suburbios y zonas fabriles- vemos autos voladores pero no reconvertidos, sino de modelos recientes. Un gran lago cubre la plaza central y el USA Today controla la prensa escrita, cuyos periodistas son drones que producen la información al instante, los trabajadores caminan a sus trabajos, los jóvenes a la fuente de soda, los niños juegan en los espacios públicos.

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Volver al futuro 2 mostró el mundo que quisimos tener, al que no pudimos llegar no sólo en el aspecto tecnológico, sino en términos sociológicos: accesibilidad a la riqueza, fascinación por el consumo.

Las tiendas retro palermitanas se encuentran abarrotadas de objetos de lujo, como un ordenador de los 80s y memorabilia de la antigua película Quién mató a Roger Rabbit, del mismo director. Grandes afiches promocionando turismo aventura, cines 3D y estaciones de servicio Texaco con la última tecnología robótica en la reparación de autos. En caso de que toda esta tecnología estuviese disponible en nuestro continuo temporal, en el que Volver al futuro 2 es sólo una película, el centro de Hill Valley sería algo así como el Times Square, un punto donde convergen las más grandes marcas para la estimulación visual y comercial. Con sólo una hojeada al microcentro de Hill Valley, es difícil imaginar un lugar tan pulcro y rebosante de suculentas brands en una ciudad de ese tamaño, donde los niños acceden a patinetas voladoras y un empleado de banco tiene una casa con 9 televisores -el preanuncio de la internet multipestaña- donde la inseguridad se limita a los barrios bajos, la policía conoce a cada habitante de la ciudad. Para Zemeckis y Gale y su equipo, el futuro es como el de los Supersónicos pero sin space opera. Volver al futuro 2 mostró durante muchos años el mundo que quisimos tener, al que no pudimos llegar no sólo en el aspecto tecnológico, sino en términos sociológicos: accesibilidad a la riqueza, fascinación por lo que ofrece el consumo, un crecimiento urbano con costos sociales reducidos. En definitiva, un futuro optimista, donde Estados Unidos renace gracias al progreso y se parece más a aquel 1955 que visitó fugazmente Marty en la primera entrega.

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En la antítesis la película muestra el 1985 de Biff Tannen, donde el lado oscuro del neoliberalismo está extrapolado: mendigos, peleas de bandas, motoqueros, prostitutas, alcohol, fuego en las calles, un casino ocupando el espacio simbólico de la Municipalidad, un millonario tirano que explota las peores miserias humanas para formar su imperio del dinero. La imagen de Biff riendo mientras quema dólares para encender un habano de neón como estandarte de todo aquello que en los años 90s nos asustaba y salí a de forma permanente en los artículos de Página/30 y libros de ensayo masivos como Apocalípticos e integrados.

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El 1985 de Biff Tannen es el lado oscuro del neoliberalismo: mendigos, peleas de bandas, motoqueros, prostitutas, alcohol, fuego en las calles, un casino ocupando el espacio simbólico de la Municipalidad.

¿Por qué 1985 no se parece siquiera a ese presente alternativo, si el 1985 original también tenía severos problemas sociales –abandono de comercios en el centro por la concentración de los grandes malls, mendigos, libios terroristas, una escuela venida a menos? Inclusive, un personaje que es mendigo en el 1985 original lo es también en el 1985 alternativo, pero en el futuro no hay mendigos, o no se muestran. Es que Volver al futuro es un producto típicamente americanista, como casi todas las películas filmadas (y firmadas) por Robert Zemeckis. Es la confianza casi sacra en las marcas como promotoras del progreso y la estabilidad económico-social del país, las empresas como verdaderas instituciones que existen desde siempre y son protagonistas del crecimiento. A la sobreabundancia de marcas en 1985 original, 2015 y hasta 1885 (donde pudimos ver a Freesbee y Colt por mencionar un par), a la ausencia de ellas en el 1985 de pesadilla donde la única empresa es la de Biff. El monopolio como la pesadilla del liberalismo.

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Algo de esto hay en la parodia homenaje argentina más acabada a la saga. Volver al 1 a 1, producido por el equipo de Revista Nah, plantea al viaje en el tiempo como forma de cambiar la realidad desde los años 90s hasta hoy. Graciosa por momentos y simpática en general, la comedia se burla del progresismo cuando pone como excusa acabar con el neoliberalismo y en realidad se utiliza el fantástico método para realizar vendettas personales que cambian hechos superficiales de la historia reciente del país.

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La avaricia mata a Biff, y la misma avaricia destroza el continuo temporal: el Doc termina en un manicomio, el padre de Marty es asesinado y el mismo Marty se vuelve una versión horrible de sí mismo.

Y también en esta parodia vemos un poco de la esencia ética de la secuela: la máquina del tiempo como forma de hacerse rico. Mientras que en la primera película el viaje en el tiempo es un accidente primero y una necesidad después, en la segunda hay una necesidad primero y una especulación posterior, lo que cambiaría para siempre el rumbo de los continuos temporales. Hasta que Marty intenta “hacer unos dólares” con la máquina del tiempo, los cambios de realidad fueron beneficiosos, ya que hay una moral en el viaje del tiempo: no a usarás para beneficio temporal. La segunda vez que se rompe la regla es Biff Tannen que roba el almanaque de Marty y se la lleva  a sí mismo en 1955. El viaje es demasiado para su avejentado y amargo corazón, que lo ataca apenas termina el regreso a 2015. La avaricia mata a Biff, y la misma avaricia destroza el continuo temporal: el Doc termina en un manicomio, el padre de Marty es asesinado y el mismo Marty se vuelve una versión horrible de sí mismo, acentuando al extremo sus rasgos superficiales que si bien están presentes en la construcción del personaje, crecen hasta hacerlo desaparecer de la realidad (en el 1985 alternativo, Marty está en el extranjero, lejos de su madre y hermanos).

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La segunda parte de la saga es la que reafirma la idea que convirtió en original a la primera: el viaje en el tiempo por razones personales. En el inicio de la saga Marty activa la máquina para escapar de los libios armados y vuelve a 1985 esencialmente para salvarle la vida a su amigo el Doc.

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Volver al futuro es una película del pasado. No sólo por la cronología de filmación y exhibición sino por sus temas, sus valores y su mensaje.

Por el final, el Doc le devuelve el favor llevándolo al futuro para salvar a su hijo de caer en prisión. Concluida esta serie de altruismos, los realizadores podrían haber continuado con el remanido argumento de salvarle la vida a Kennedy o a Jesús o a Gandhi, pero prefieren despertar la codicia de Marty –apenas expresada en algún momento previo al desear una camioneta nueva o convertirse en una estrella de rock por el simple placer de ser famoso- y hacer que busque convertirse en millonario apostando en los deportes. Básicamente, el sueño de cualquiera que se imagina con acceso a una máquina del tiempo. Sólo cuando la vanidad y el egoísmo de Marty genera una realidad insoportable para él y sus seres queridos es que busca deshacer el continuo temporal y reestablecer el curso de la historia tal y como él conocía. Así, Volver al futuro continúa siendo una película moral: no robes plutonio, no te enamores de tu madre, no apuestes. Tendríamos que esperar a la tercera parte de la saga para que ese andamiaje moral protestante se cuestione cuando el Doc conozca a la mestra Sara Clayton y cambie el curso de la historia en nombre del amor. Y es ahí cuando llega el mejor momento, la mejor realidad posible, aquella que construimos con nuestro esfuerzo y nuestra conciencia.

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Volver al futuro es una película del pasado. No sólo por la cronología de filmación y exhibición sino por sus temas, sus valores y su mensaje, anacrónico en un mundo de cinematografía cínica, héroes antihéroes que se reúnen a regañadientes o estériles robots que luchan por “el bien” y “la justicia” en seriales de sábado a la tarde en CGI. Es una película como las que ya no se hacen más.

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Su esencia son algunos valores que por este lado del mundo se cultivan con tenacidad: la familia, los seres queridos, el lugar de pertenencia, y, sobre todo, el poder del amor y la amistad a través del tiempo y el espacio.

Una comedia de enredos de ciencia ficción hecha con efectos especiales previos a los diseos de ordenador, que despierta el fanatismo de cientos de miles, el interés de millones, los dividendos de miles de millones a lo largo de 30 años – en julio de este año se cumplieron 3 décadas del estreno de la primera parte- sólo amparada de gags y visiones fabulosas, que seduce a todos los argentinos a pesar de ser un producto típicamente norteamericano, tal vez porque su esencia son algunos valores que por este lado del mundo se cultivan con tenacidad: la familia, los seres queridos, el lugar de pertenencia, y, sobre todo, el poder del amor y la amistad a través del tiempo y el espacio. Como otras parejas de amigos en cine y TV –Frodo y Sam, Lucius Vorenus y Tito Pullo, Atreiu y Falcor, Roger Murthaug y Martin Riggs, C3PO y R2D2, Chandler y Joey- Marty y el Doc se quieren y se cuidan, son capaces de cruzar el mar de los sargazos temporal para asegurarse de que están bien, de que todo va como debe ir, de que todo sucede como debería suceder: con libertad, alegría, fe, esperanza y deporte. Pero deporte sin apuestas, más bien, como mucho, unas carreras en autos por un estacionamiento abandonado/////PACO