Christopher Dorner trabajaba como policía en Los Ángeles hasta que en 2008 denunció a sus compañeros de patrulla por golpear a un hombre durante un arresto. Las investigaciones internas eximieron a los acusados y Dorner fue suspendido de la fuerza y, posteriormente, despedido. A comienzos de este año, Dorner – que también es exreservista de la Marina y fue condecorado en varias oportunidades  – decidió emprender una cruzada personal para limpiar su nombre: asesinar a todos aquellos involucrados en su caso hasta que la policía de Los Ángeles reconociera que se había cometido una injusticia contra él. Desde ese momento se le han atribuido tres homicidios (dos civiles y un policía) y miles de agentes fueron movilizados en California, Nevada, Arizona y Nuevo México para encontrarlo y proteger a los potenciales blancos de su venganza. Las últimas noticias informan que la persecución de Dorner se centra en estos momentos en las montañas del sur de California donde se encontró su camioneta incendiada, aunque las intensas tormentas de nieve impiden que las fuerzas de seguridad cierren el cerco sobre el fugitivo, quien se cree está escondido en algún lugar de los bosques de la zona.

 En su página de Facebook, antes de desaparecer para ingresar en la clandestinidad, Dorner publicó un extenso manifiesto donde detalla sus razones, hace un recuento de su vida y se despide de sus amigos y familiares. El texto incluye también largos párrafos dirigidos a personalidades como Michelle Obama, George Bush, Colin Powell e incluso a personajes del mundo del espectáculo como Larry David, Anthony Bourdain o Charlie Sheen. Una especie de testamento que oscila entre lo bizarro, lo delirante y lo, en muchos pasajes, conmovedor. Dorner les declara a los miembros del departamento de policía de Los Ángeles una “guerra asimétrica y no convencional” prometiendo cazarlos “donde sea que trabajen, vivan, coman o duerman”.

 0210-christopher-dorner.jpg_full_600

La obsesión de Dorner está centrada en limpiar su nombre: “un nombre es más que un sustantivo, un verbo o un adjetivo. Es tu vida, tu herencia, tu trayectoria, tus sacrificios y todo por lo que luchaste desde que eras adolescente, joven y adulto”. Los que lo echaron de la policía, dice, destruyeron su vida, cortaron su relación con su madre, su hermana y amigos cercanos. El sistema – esa entelequia que opera como contracara del individualismo fundacional de los Estados Unidos – conspiró contra él para dejarlo en la calle. Ahora su venganza se vuelve contra sus excompañeros. Está entrenado y armado. Es peligroso y no tiene nada que perder. “Sabe lo que está haciendo. Lo entrenamos nosotros”, dijo Charlie Beck, jefe de la policía de Los Ángeles en una conferencia de prensa. Beck es otro de los blancos potenciales de Dorner.

 La policía de Los Ángeles tiene una historia trágica. Hay que pensar en la paliza a Rodney King a principios de los noventa y la subsiguiente ola de protestas y saqueos que produjo la absolución de sus atacantes – blancos – en los barrios de mayoría negra. O, más atrás, en los disturbios que incendiaron media ciudad a fines de los años sesenta. O, más literariamente pero sin perder exactitud histórica, en las novelas de James Ellroy, donde la corrupción y la violencia policial se combinan con las diferencias raciales para encender la mecha de la destrucción en ese paisaje de palmeras, colinas, estudios cinematográficos y mansiones con vistas al Pacífico que esconde, en realidad, una ciudad del salvaje Oeste. En el manifiesto de Dorner el caso Rodney King es mencionado recurrentemente. Dorner es negro – no se había dicho – y la “línea de color” que divide a la sociedad norteamericana como una falla geológica sobrevuela sombríamente su interpretación de los hechos que lo llevaron a tomar las armas. En un gesto lleno de desafío, Dorner envió a la CNN una moneda que le había regalado el ex jefe de la policía William Bratton agujereada con tres impactos de bala. Una muestra al mismo tiempo de su habilidad con las armas y de su ruptura sin vuelta atrás con la institución que lo educó y terminó marginándolo.

Christopher_Dorner_CNN_package_400x405

¿Es Christopher Dorner un caso más de esa locura norteamericana que lleva a hombres resentidos y solitarios a atentar contra sus conciudadanos gracias al libre acceso a las armas de fuego? En su manifiesto, al menos, Dorner se explaya largamente contra la National Rifle Association y su postura a favor del acceso irrestricto a las armas. El fugitivo, incluso, se dirige al vicepresidente Joe Biden animándolo a continuar sus esfuerzos para limitar los alcances de la Segunda Enmienda que garantiza la portación de armas en la Constitución norteamericana. En todo caso, Dorner es una avatar más de esa grieta nunca soldada del todo en la sociedad estadounidense: la que opone al individuo contra un sistema ajeno, impersonal y visualizado como esencialmente injusto. Desde el mito fundacional de los peregrinos puritanos que fundaron el país a las narrativas del western y los superhéroes, por ejemplo, el alma norteamericana se expresa en esas figuras que solas contra todos jaquean al estado. Mientras tanto, en algún lugar de las montañas nevadas de California, el fugitivo Christopher Dorner prepara sus armas, tiende trampas contra sus cazadores y se convierte en una página más de esa larga tradición norteamericana.///PACO