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Los negros suelen decir que el rock es algo que los blancos les robaron. Los blancos suelen reconocer que eso es cierto. De manera que el asunto no está sujeto a discusión. El rock´n roll, la forma musical más popular de la historia del sonido, comienza con un plagio. ¿Pero qué es verdaderamente un
plagio cuando la materialidad del arte propone elementos tan etéreos?

Uno de los mejores plagios registrados por todos los críticos del siglo XX son los gritos negros de los primeros cantantes de rock. Sir Paul McCartney ha gritado como Little Richard desde que los Beatles tocaban en el Cavern. Una estridencia estrictamente distópica acerca de lo que debe ser una armonía cuando los instrumentos están enchufados a una fuente eléctrica. Prácticamente no hay canción de McCartney sin ese homenaje constante a las bases fundacionales del rock.


Macca
 aprendió a cantar como Little Richard gracias a los marineros norteamericanos que vendían discos americanos de rock´n roll en los puertos de Liverpool. Otro asunto cultural por el que la Humanidad debería agradecerle su ciega influencia al contrabando. Aunque como todos estaban vestidos y poseían sus propias competencias culturales, sería algo incómodo hablar de hibridación. Little Richard siempre fue un punto de partida y por eso volvió a sonar en el repertorio de McCartney cuando en 1972 volvió a tocar después de los Beatles («Me sentía raro mirando alrededor en el escenario y encontrando caras nuevas; en el piano estaba tu mamá», cuenta Paul en un documental sobre la historia de Wings que condujo una de sus hijas).

Little Richard (una de las primeras estrellas de rock en padecer la fama, el alcoholismo y la homosexualidad como karma público hasta que aseguró haberse sanado gracias a la religión y se retiró) está vivo y reconoció tempranamente el plagio y tempranamente lo agradeció.

La cuestión conviene pensarse en la línea de Kafka y sus precursores. «En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría. El poema Fears and Scruples de Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura del poema».

Lo mismo podría decirse entre McCartney y Richard. Cuando un genio revela los hilos de sus influencias, esas influencias se elevan a una categoría extraña. Richard estaba vivo cuando McCartney comenzó a plagiarlo pero sin dudas es el plagio lo que mantiene mucho más vivo a Richard que a cualquiera de sus contemporáneos.

También en 1972 John Lennon estaba en Nueva York y tocó con Chuck Berry. El documento es interesante porque Lennon ya era Lennon y sin embargo le cede todo el escenario y la canción a su ídolo. Berry era otro de los negros que habían fundado el rock´n roll y sonaban todas las noches en el repertorio beatle de Hamburgo. Al final de la canción, Lennon aplaude con admiración a Berry. Gestos interesantes para los verdaderos historiadores del pop.

George Harrison ya había sumado Roll Over Beethoven al repertorio del disco With the Beatles. Fue una de las canciones que -entre otras historias menos sencillas de plagios- mucha gente llegó a creer que realmente había compuesto Harrison. La tocó con los Beatles y la tocó después de los Beatles cada vez que tuvo oportunidad.

Esto es una obviedad y probablemente también la mayor lección que trasmitieron los marineros yanquis en Liverpool. Hay que mirar con detenimiento la forma primitiva en que Little Richard toca el piano o la cantidad de acordes que Chuck Berry es capaz de ejecutar en una guitarra para vislumbrar con qué poco puede lograrse tanto.