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Por Nicolás Mavrakis

Si en el pasado el código binario permitía un lenguaje digital capaz de unir a programadores —o escritores a secas, si se piensa la escritura como una competencia creadora de mundos más allá de las categorías estéticas tradicionales— en lugares tan distantes como Bangladesh o Buenos Aires, los nativos digitales del siglo XXI también cuentan con una gramática propia que despliega nuevos sentidos a través de la web: los memes.

Como ocurre con cualquier lenguaje, explorar el origen de las unidades de sentido meme puede derivar en búsquedas tan vastas como inútiles. Lo esencial, sin embargo, continúa siendo esencial a los ojos. Constituido por un corpus definido pero mutable de imágenes, animaciones y personajes gráficos con valores de significado establecidos por la comunidad digital de usuarios que los sostienen, los memes codifican alegría, enojo, miedo o sorpresa para cualquiera con la competencia mínima indispensable para comprenderlos, virtud tan expandida como la cantidad de espacios en todo el planeta conectados a internet. De a poco, además, los memes invaden el mundo analógico: camisetas, llaveros y anuncios incluyen cada vez más memes lejos de las pantallas.

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Los memes deben su existencia inicial al biólogo Richard Dawkins. Al sintetizar en 1976 las palabras «mímesis», «gen» y «memoria», Dawkins quería dar cuenta de un fenómeno a través del cual los eventos culturales podían transformarse en unidades transmisibles a partir de su réplica constante. Más tarde, internet se convertiría en la plataforma y en el motor de las infinitas mutaciones de esa trasmisión. Con una apuesta gráfica elemental para el nicho de consumidores hardcore de la web y dedicado al intercambio de contenidos de manga y animé, el sitio estadounidense 4chan.org fue el primero en establecerse hace una década como usina de muchos de los memes actuales. Desde sus famosas secciones /b/ y /r/ no sólo se organizaron los primeros ataques hacker de grupos como Anonymous, sino que nacieron hábitos —tan naturalizados que nadie se pregunta sobre el origen de su existencia— como el de exhibir imágenes de gatos o comida, que hoy tienen en la red social Instagram su epicentro. En un grado elemental, la lógica del meme orbita esas prácticas: se trata siempre de elementos culturales —en un radio que va desde noticias y emociones hasta celebridades— que pueden ser comprendidos e imitados por una comunidad capaz de codificar y enriquecer sus significados en íconos con un sentido transferible entre los usuarios.

De esa manera, cada meme tiene un valor en sí mismo y puede también interactuar con otros: el formato de la comunicación es visual, el sentido intuitivo y el alcance universal. Forever alone, por ejemplo, es el meme que representa la soledad y la decepción. Creado como personaje de un cómic en 4chan.org, la enorme cara de rasgos caricaturescos derrama enormes lágrimas azules. El mismo origen tiene Okay Guy, el meme de una cara atribulada que significa una resignación triste y lacónica y que encontró una de sus mayores fuentes de transmisión global a través de su similitud con la cara del actor Toby Flenderson, de la serie The Office. Otros de los memes más populares son Challenge Accepted, una caricatura de trazos básicos que representa a alguien dispuesto a cumplir con un desafío, y Rageguy, otra caricatura cuya función es representar la ira. Entre los más exitosos, el meme del Troll tiene como referencia al propio ecosistema digital: la sonrisa irónica y desencajada representa el acto de trollear, verbo que en la web significa engañar o provocar a alguien a partir de premisas sin sentido para que pierda el control. Esos y todos los otros memes clasificados en enciclopedias online como KnowYourMeme.com pueden combinarse en narraciones ordenadas con un sentido gramatical ajeno a los idiomas convencionales por fuera de la web. Los memes varían, se transforman y se propagan: un lenguaje digital elemental, vivo y global.

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Esa vitalidad puede confluir en memes más desarrollados como Slender Man, personaje que es el «primer cuco» creado en y para la web por los propios nativos digitales. Figura sin rostro, muda y de miembros extremadamente largos, el siniestro Slender Man nació primero como imagen, evolucionó hacia la animación y tiene su propio videojuego de descarga y circulación gratuita en la web. Su existencia digital incluye falsos documentales sobre su trayectoria a lo largo de la historia del mundo, fotos inquietantes de su presencia y se lo considera «el primer gran mito de la web».

Ciertos memes, por otro lado, recortan su sentido a partir de una fricción mucho más directa con esferas sociales como la política. Not bad es un meme basado en una foto del presidente Barack Obama durante una visita a Inglaterra en 2011. La mueca en la cara de Obama ingresó como signo de sorpresa positiva ante algo inesperado y buena parte de su éxito de propagación fue gracias a los diarios de papel de la época. Convertido en meme, el termómetro de la popularidad de Obama entre los nativos digitales en todo el mundo comenzó a funcionar como una parte no menor de su campaña electoral para 2012 en internet. De hecho, su oponente republicano de aquel entonces, Mitt Romney, sufrió una de las campañas de memes negativos —destacando una y otra vez su presunto elitismo— más intensas de la década, demostrando que allí donde existe un lenguaje, por nuevo y digital que sea, persisten los poros más delicados de lo político.

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Esa arena no le es ajena a la comunidad de usuarios en Argentina. Algunos generadores online de memes, como el que se basa en las célebres placas rojas de Crónica TV, tienen un éxito sostenido desde hace años, igual que los memes locales con imágenes de Lionel Messi, Alejandro Fantino, el Chavo (más vigente en Argentina que en su país de origen) o el matrimonio Kirchner. Circulando a través de blogs, foros y redes sociales de acuerdo a la coyuntura y al humor social online, la eficacia y la propagación de estos memes acelera o disminuye como la de cualquier signo. A escala global, Argentina is white es el meme más conocido referido a nuestro país y juega con una serie de equívocos geográficos y sociales a partir del «auténtico color de piel» de los argentinos, asunto por el cual —después de la soberanía en Malvinas y la figura histórica del Che Guevara, según KnowYourMeme.com— Argentina es uno de los países con usuarios más fácilmente trolleables.

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Empujados por el espíritu de la era digital, los memes han comenzado a cruzar la frontera cada vez más lábil entre los bytes y los átomos. Camisetas, gorras, tazas y pins basados en la gramática meme hablan menos de la astucia del mercado que de un mundo cuyo potencial para la colonización cultural de los sentidos invierte por primera vez los polos desde lo virtual hacia lo real.

Si el objetivo de todo lenguaje es representar los infinitos pliegues del mundo, los memes  sin dudas son menos ingenuos que sus apariencias: comunican las emociones y los miedos de un nuevo mundo ////PACO

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