Foto: Luis Andrade

Maxi Tomas gritaba «¡Gandalf!» Y yo levantaba la cabeza de mi escritorio de ratón-tipeador y veía a Elvio Gandolfo entrar en la redacción, caminando despacio, sonriendo con la parsimonia y el swing de los hombres sabios, ligeramente resignado a todo pero luchando aun con fuerza por ese momento de lectura en el bar, por ese libro, por ese adjetivo simple y exacto. Amable, cálido, observador, capaz de citar a Faulkner en inglés transformándolo en un refrán uruguayo y de leer el mundillo intelectual con una astucia precisa y una envidiable perspicacia, Gandolfo es el viajante erudito rioplatense que siempre está llegando con regalos y noticias de este y otros mundos. El sábado 9 de noviembre a las 19 horas en La internacional argentina, Padilla 865, presenta Cada vez más cerca, un libro de relatos inéditos, escritos en los últimos años. Entre muchas cosas importantes, Gandolfo representa, para mí, la alegría de la recomendación. Aprendí leyendo sus reseñas y escuchando sus sugerencias. Una vez me señaló a Pat Cadigan, el libro Matrices, que él mismo había traducido. Otra vez también me habló de Rubber in plastic, una revista echa por y para fanáticos de Twin peaks. Nunca la conseguí pero siempre la recuerdo y no dejo de buscarla en un signo de franca y secreta amistad al maestro.

¿Cuál fue el primer libro de ciencia ficción que leíste?

Nueve futuros, de Isaac Asimov. A esa altura estaba harto de Julio Verne (nunca leí a Salgari), y fue el descubrimiento de algo que podía seguir leyendo.

¿Cuál es a tu criterio la mejor ciudad del mundo para escribir ciencia ficción hoy?

A esta altura supongo que muchas de las ciudades asiáticas, como entorno de la ficción. O cualquier gran ciudad, o mediana, o pueblito, para escribirla. En realidad la única gran ciudad ahora es Internet.

¿Recordás cuando leíste por primera vez a Stephen King? ¿Y a Philip K. Dick? ¿Cómo fueron esos encuentros?

El recuerdo del primer King que leí es difuso. Puede haber sido Salem’s Lot, la de vampiros, o Carrie. La que me impactó mucho fue El resplandor. La releí hará unos diez años y sigue siendo una de las mejores. Con el tiempo a las grandes novelas las leo casi solo por obligación (para comentarlas). Pero me he vuelto un adicto a sus cuentos y relatos largos, como los de Todo es eventual o Todo oscuro y sin estrellas. De Dick en cambio recuerdo bien que fue “El abonado”, un cuento corto que apareció en la revista Más allá. En poco tiempo se me convirtió en una especie de amigo especial, que se animaba a imaginar lo que no imaginaba nadie, y con mucho humor, además. Ahora hace tiempo que no vuelvo a recorrerlo: leí gran parte de su obra, pero me quedan unos cuantos libros por conocer. Un artista de mierda por ejemplo (que yo habría traducido como Un artista berreta, y si era para España, como Un artista de pacotilla).

Traducís largas sagas, libros larguísimos y oceánicos, pero tu ficción es breve y sintética, contenida. ¿Por qué creés que se da este contraste?

Ahora hace tanto tiempo que no traduzco algo largo, que recuerdo sagas como “los libros de Ransom” de C. S. Lewis como algo que hizo alguien que apenas conozco. En cuanto a los formatos amo el cuento y la novela corta. Ahora estoy metido desde hace unos años en un libro largo, pero es eso, un libro largo, y no una novela (incluye tres novelas cortas). Leo mucha novela, pero la ejercí una sola vez (en Boomerang). El contraste es inevitable: vivo a veces de la traducción, y es una suerte que te den un libro largo porque cobrás más. Pero me encanta el formato intermedio: por ejemplo El duelo de Conrad lo traduje en una especie de trance. Y Los diarios de Henry James en otro, aunque preguntándome si no iba a perder la razón por las dificultades. Ahora estoy haciendo La aguja hueca de Maurice Leblanc (con Arsenio Lupin).

¿De qué trata Cada vez más cerca?

Son 16 cuentos nunca recopilados en libro, donde hay un poco de todo. Nueve de ellos pueden relacionarse con la ciencia ficción y la literatura fantástica. También hay cuento de tango que es un homenaje esquinado a mis padres. Otro donde imagino a un tipo de la Side que me sigue. Otro donde le extravío un original único a un genio. Otro con un chanta porteño que se autodefine como “caballero estafador”. O dos negritas chaqueñas poderosas que revolucionan Nueva Pompeya.

¿Seguís leyendo ciencia ficción?

En mi opinión la ciencia ficción como género importante, denso y complejo, casi ha desaparecido. Traté de leer a Orson Scott Card hace unos años, y se me cayó un huevo. Se puede comprobar en las librerías, incluso de libros usados: hay un espacio mínimo de estantería y más de la mitad son de Stephen King o de otros subgéneros. Envejeció mucho su tipo especial de lenguaje, con demasiados neologismos o explicaciones. Cuando un texto arranca con ese tipo de cosas, abandono. Y por lo general cuando se escribe ciencia ficción como género, la escriben así. En cambio su material precioso, esencial, se ha disuelto en la literatura general: Jonathan Lethem, Jonathan Carrol, Michael Chabon, y una obra maestra rarísima: Obras escogidas de T. S. Spivet de Reif Larsen, entre muchos otros. Por suerte hay una excepción fulgurante: Ted Chiang, que se concentró en escribir casi solo cuentos (hay una sola recopilación: La historia de tu vida) respetando los códigos pero mejorándolos hasta disolverlos. La ciencia ficción anterior aparece en el cine con frecuencia, elimina el problema del lenguaje muerto, cargado de tecnicismo. Disfruté mucho de Oblivion y en especial de Gravedad, “escrita” con la firmeza de los grandes narradores norteamericanos por el mexicano Cuarón.

Si te pidieran que hicieras una antología de lo mejores cuentos de terror, ¿cuáles elegirías?

Lo siento, pero las mejores antologías que leí fueron largas. En todo caso se puede dividir en dos tomos. Esta sería la mía:

“Berenice”, “La fosa y el péndulo” y “La caída de la casa Usher” de Edgar Allan Poe.
“Los sauces” de Algernoon Blackwood.
“Carmilla” de Sheridan Le Fanu.
“El joven Goodman Brown” de Nathaniel Hawthorne
“El color que cayó del cielo”, “El horror de Dunwich” y “Las ratas de las paredes”, de H. P. Lovecraft.
“El grito” de Robert Graves.
“El horla” de Guy de Maupassant.
“La gallina degollada” y “Los buques suicidantes” de Horacio Quiroga.
“El pueblo blanco” y “El gran retorno” de Arthur Machen
“El empapelado amarillo” de Charlotte Perkins Gilman.
“El rey de amarillo” de Robert W. Chambers.
“El rey de los gatos” de Stephen Vincent Benet.
“Nieve silente, nieve secreta”, de Conrad Aiken.
“Donde el fuego nunca se apaga” de May Sinclair
“La litera fantasma” de Rudyard Kipling
“Presa” y “Duelo a muerte” de Richard Matheson
“El carrito” de César Aira
“La desaparición de Elaine Coleman” de Steven Millhauser
“El mejor cuento de terror”, “Hijos de Abraham” y “Un fantasma del siglo XX” de Joe Hill
“El retozo”, “La escuela nocturna” y “El Tsalal” de Thomas Ligotti
“El hombre del traje negro”, “Las hermanitas de Eluria” y “Un buen matrimonio” de Stephen King
“Ravissante”, “Los cicerones” y “La aparición” de Robert Aickman ///PACO