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El sinsentido de la ciencia-ficción 1

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Robles: Anoche me quedé hasta la madrugada leyendo El triángulo de las Bermudas, de Charles Berlitz. A Berlitz lo recuerdo por haber sido un entrevistado frecuente en la revista Conocer y Saber, que después se llamó Conozca Más. Creo que la editorial Atlántida lo trajo a la Argentina en algún momento de los 80. Conocer y Saber, que empezó a salir en el 88, era una revista que competía con la Muy Interesante pero sus contenidos se parecían sólo en la superficie. Mientras que Muy Interesante tenía un enfoque más cientificista, muy apegado a la tecnología, Conocer y Saber tenía preferencia por los temas esotéricos, los ovnis y las pseudociencias, apenas disimuladas entre una y otra nota sobre el mundo animal. Y en ese área temática, Berlitz era una personalidad destacada. El triángulo de las Bermudas es su segundo libro, publicado en 1974. Forma parte de la oleada de libros que surgió después de El retorno de los brujos, de Louis Pauwels y Jacques Bergier, al igual que Recuerdos del futuro, de Erich von Däniken. Von Däniken era un oscuro estafador que se dedicaba al rubro hotelero. Saltó a la fama con ese libro, donde sostiene la tesis (tomada de Pauwels y Bergier, pero también de la literatura de H.P. Lovecraft) de que seres de origen extraterrestre visitaron la Tierra durante la antigüedad. Charles Berlitz era el heredero de las academias Berlitz de enseñanza de idiomas. Se decía que él hablaba más 30 idiomas. Cerca de los sesenta años, vendió todo y se dedicó a la escritura. Más allá de sus méritos como investigador, que se pusieron de inmediato en tela de juicio (dicen que falseó datos en todos sus libros), Berlitz es un excelente narrador. En El triángulo de las Bermudas desaparecen barcos, aviones, personas. Cada dos oraciones hay un misterio, que suele estar encadenado a un misterio aún mayor. Leerlo es como saltar sin red a un episodio de La dimensión desconocida. Todo se mezcla: los ovnis, la Atlántida, los mundos paralelos y los viajes en el tiempo. ¿Cuál es la razón de las misteriosas desapariciones? Berlitz no concluye nada, pero esboza todas las hipótesis imaginables, incluso las más descabelladas, y en su prosa todas parecen razonables. El libro fue publicado en Argentina por Ediciones Pomaire. La primera edición es de septiembre de 1975. La mía es la 15° y fue impresa en febrero de 1978. Cada tirada era de diez mil ejemplares. Es decir que fue un best seller durante la época de la dictadura. El dato me parece significativo. Mientras se producían las desapariciones forzadas de personas, una parte de la clase media no politizada en Argentina leía sobre misteriosas desapariciones en el Atlántico norte.

Terra: Hay una reflexión sobre eso en David Viñas. Viñas se va exiliado, dejando una ciudad atrás, una ciudad de Buenos Aires con características muy definidas,  y cuando vuelve ya en los años 80 va a la calle Corrientes y las novedades que ve en las mesas de las librerías son los best-sellers. Ya no hay más marxismo, sociología, novelas argentinas, psicoanálisis. Lo que ve son traducciones, nombres que no conoce, una línea editorial que, si bien existía, antes no se vendían en Corrientes. Adentro de ese recambio, por llamarlo de alguna manera, viene todo eso. En Argentina, me parece que la década del 80 fue importante para la ciencia ficción, lo paranormal, las seudociencias, porque puede entrar en un mercado del libro y una actividad intelectual que antes estaba ocupada con otra bibliografía. No digo que antes no existieran esos libros. Viene de la década del 60, quizás de antes, pero la última dictadura que es cívico-militar, y que expresa la fantasía -recurrente en la clase media argentina- de un un país sin peronismo, de unas clases populares dóciles, que se amoldan al mandato de las clases dominantes, hace tabla rasa con una bibliografía y con la democracia, y cuando el campo intelectual y el mercado del libro comienza a recomponerse, ya lo hace de otra manera, con evidentes pérdidas -no hace falta más que ver la lista de escritores desaparecidos- pero con ganancias, porque se abre a otras lecturas.

Robles: Bien. El retorno de los brujos, de Pauwels y Bergier, fue publicado por primera vez en 1960. Ahí hay un cuestionamiento muy grande a la racionalidad moderna. Ellos dicen: “esto condujo a la guerra, a las bombas nucleares. Vamos a rescatar este saber mágico porque esto también nos va a hablar de la realidad”. Es un libro importante, que dio lugar a mucha basura, de lo cual Berlitz es quizás lo mejor. Creo que hasta Coelho tiene esta misma genealogía.

 

Terra: Sí, me hace acordar a la famosa crítica de Habermas para los que critican la modernidad: “ojo que estos terminan mal, en la antifilosofía, en la antipolítica, se desbandan.” Habermas propone seguir adelante y completar el proyecto moderno. No detenerse porque el siglo XX y sus tecnócratas nos llevaron a los mataderos industriales de personas. Lo digo al pasar, sin adentrarme mucho, pero creo que la razón lo enceguece un poco a Habermas. Ese movimiento que mencionás, que no termina de ser irracionalista y que es muy variopinto y caótico, a su vez también está contenido dentro de la modernidad. El mejor ejemplo son los nazis, que tenían esa búsqueda. Y ahí ya se aprecia una desconfianza hacia la modernidad con las herramientas de la modernidad. Hay mucho escrito sobre el tema. Cito al pasar El modernismo reaccionario de Jeffrey Herf. Aunque también se puede ir más allá, y leer Gargoris y habidis, una historia mágica de España de Fernando Sánchez Drago como la búsqueda de los los hitos, o el final, de un pensamiento anticartesiano, antiborbónico, ibérico antes de Europa. La reivindicación que hace Sánchez Drago de los Austrias me parece muy atractiva, peligrosa y sensual. Toda esa corriente de divulgación, por llamarla de alguna manera, que eclosiona en los años 80 está basada en los punteos de esas contradicciones. Es como un irracionalismo moteado de racionalidad. Son conservadores modernos e irracionalistas al mismo tiempo, que desprecian a Estados Unidos y toda esa parafernalia vistosa de la modernidad, pero también el materialismo de raíz marxista de la URSS. Y en ningún caso diría que eso es despreciable, sí, puede ser residual, lateral, pero nunca despreciable. Creo que el deber del escritor es no dejarse llevar por eso, por la supremacía de la Razón. Lo que define, en todo caso mucho la cosa en sí, es el estilo, la relación de los escritores con la lengua. Ahí uno se da cuenta hasta qué punto ellos plantean una tercera vía o es una cuestión de consumo o soap opera literaria. El propio Heidegger tiene esa manera de pensar. No sobre el Triángulo de las Bermudas, claro. Pero el tipo escribe en contra de la máquina de escribir, a favor de la naturaleza, de la Casa del Ser, la poesía y el fogón de Heráclito… Cuando los amigos se paran y dudan en la puerta de la cocina, de lo que seguramente era una hermosa y sucia cocina griega, una cocina con barriles de aceitunas, con tablas para cortar carnes, con marmitas, leña y barricas de vino, y Heráclito les dice “entren, entren, que acá también hay dioses”, la palabra clave de la invitación, creo, es también. Ahí en esa habitación maquínica, hacendosa, pero lateral, donde hay restos de grasa y platos sucios, y seguramente algún esclavo durmiendo, también hay dioses. ¿Podemos ir de Heidegger a Jacques Bergier y a Berlitz? Yo creo que no solo podemos, sino que debemos hacer ese recorrido. Y como dije, si algo importa, si yo me detengo en algún lado, digamos, si yo paro de leer por algún motivo, que sea por el estilo, porque el estilo es deficiente, o aburrido, o pretencioso. Pero si Berlitz es un buen narrador, y lo era, leámoslo, tomémoslo, mirá lo que te digo: hagamos la experiencia de leerlos. O más bien de releerlos, porque a nuestra generación la bombardearon mucho con esos materiales. Debería ir a la casa de mis padres a hacer un poco de arqueología en la biblioteca y reencontrarme con el monstruo del Lago Ness, las búsquedas del Santo Grial y mis libros sobre el mito OVNI.

Robles: “Conservadores modernos” me parece una buena definición. El retorno de los brujos y El triángulo de las Bermudas me parecen libros bien escritos, bien argumentados. El caso de Berlitz es raro. Ni siquiera diría que es un irracionalista. El tipo plantea una serie de fenómenos sin explicación. Y él propone una serie de explicaciones muy difusas, que tienen que ver con extraterrestres, etc. Si bien no se considera un científico, es un tipo que busca explicaciones y las encuentra. No es esa reivindicación de la magia que es más propia del irracionalismo.

Terra: Lo cómico es que la revista Péndulo se reía de todas estas investigaciones. Era una revista muy buena, de las mejores revistas literarias que se hicieron en la Argentina. Pero también muy progre, muy alfonsinista. Se reían de la alquimia y todas estas cuestiones de new age que en los 80 estaban de moda, pero en la volteada caían relatos magnéticos y ecuménicos… De hecho, fueron publicando por partes el libro Los nuevos apócrifos de John Sladek. Donde se podía leer que la ciencia “vino al mundo hace un par de siglos, con una gemela, la pseudociencia, asida del talón” y que “desde entonces, ambas han estado maniobrando para conseguir nuestra bendición: la ciencia ofreciéndonos sus dones, y su gemela mediante una taimada impostura.” Y también le pegaban a las revistas de Columba. Decían que “se leían en los cuarteles”. Nippur, D´artagnan y Magnum vendían “épica cuartelaria”, cosas de burros, de primitivos. Como no les gustaba la dictadura, negaban la épica como género. Una lectura muy sesgada. Columba ofrecía la fuerza física y la aventura en un sentido no intelectual, pero lo hacía con una nobleza y un complejidad evidentes… Los del Péndulo, como fuere, eran bastante reactivos a esta lógica de héroes y misterios. Eran más progres que racionalistas. Y eran irónicos. Me acuerdo de haber visto en la Péndulo una propaganda de la Revista SexHumor donde se reían de los guerreros sumerios y de los cowboys que ofrecían otras revistas. Ellos ofrecían ciencia ficción y aventura de calidad. Para mí hay una clara diferencia, digamos, estética pero también ética. Por un lado está el corpus refinado, irónico, de salón, y por otro lado está el misterio que es carismático, oscuro. Es interesante esa división, que es porosa, desde ya pero que se percibe con claridad cuando se lee con un poco de distancia. Una vez Juan Sasturain me dijo que le reconocía méritos a Robin Wood, pero que para él era un facho, un tipo al que le gustaban la armas, en fin, una mirada muy parcial, muy poco sofisticada. A lo que yo le agregaría que Sasturain es un escritor de mierda, y Robin Wood, un genio. Pero no me quiero ir a pasiones terrenales, retomo: vos empezaste a hablar de Berlitz diciendo “este es un chanta” y después lo leés y te das cuenta de que no, el tipo escribe bien, tiene ritmo, fue un best-seller… Entonces se empieza a resquebrajar la idea del chanta y aparece otra cosa. Creo que eso es lo que está bueno tematizar alrededor de la ciencia ficción y la divulgación científica. Ahí es donde aparece nuestra excentricidad con respecto al status quo racionalista que vivimos ahora, exacerbado por la corrección política. Hay muchos links para hacer, rápidamente, entre todos estos escritores de la década del 60 y el fascismo italiano, el nazismo… Está bueno este eje racionalistas/irracionalistas, siempre entendiendo que es un eje. Lo que le falta a la ciencia ficción argentina es ese misticismo que le daba Dick… Acá son todos muy pedagogos, muy profesores, muy progres. Habría que pensar una ciencia ficción peronista. Creo que Daniel Santoro se acerca con su imaginario. Pero en general la ciencia ficción en la Argentina siempre fue gorila. Me acuerdo de haber leído a Bioy Casares en una entrevista diciendo que él hacía género fantástico, ya que la Argentina era un país sin ciencia y por lo tanto se volvía muy difícil hacer ciencia ficción. Es una frase impactante, pero falsa, porque cuando empezás a revisar, por arriba la historia de la ciencia en nuestro país tenés una riqueza muy grande. Bernardo Alberto Houssay, Luis Federico Leloir, el Instituto Balseiro, universidades prestigiosas y académicos reconocidos en todo el mundo. Mientras  Bioy Casares llegaba a su madurez como escritor el nivel de los epistemólogos argentinos llegaba al nivel del primer mundo. Desde luego también tenés hechos innegables como la Noche de los Bastones Largos, pero justamente eso se da en un contexto de crecimiento de las ciencias y la universidad como institución en nuestro país. ¿A qué se refería, entonces, Bioy Casares? Para mí no se refería a la ciencia sino a la tecnología y a la tecnología a nivel doméstico, digamos, al acceso a la tecnología. Que también es un poco falso, y hasta una queja tonta, porque la Argentina tuvo energía nuclear y electricidad nuclear y eso es, sin duda, un consumo doméstico. Pero quizás no tuvo licuadoras o televisores color hasta la década del 80. Otra cosa para sumar a la entrada de la ciencia ficción en la Argentina, aparte de las editoriales, la revista Muy Interesante y la democracia está la llegada de la televisión color./////PACO