Her está muy bien hecha. El guión, potente, preciso, cierra redondo. Spike Jonze dirige con buena mano y ritmo justo a un grupo de actores excelentes. El fundamental diseño de sonido funciona de manera impecable. Hasta el vestuario, los paisajes y los objetos que aparecen aportan para definir una película suave que ambiciona y cumple sus ambiciones. ¿Y entonces? Podría parar acá y, sin mentir, decir “es una buena película.” Pero creo que Her alimenta, además, una denuncia. O mejor dicho, dos denuncias. Una que no convence y otra que me quiero discutir. Las tomo en ese orden.

Tecnología. No me identifico con la mirada que Her tiene sobre la tecnología. Theodore, el protagonista, se ve rodeado de gente que murmura y no se relaciona. Están conectados a máquinas que los conectan a otros seres humanos y a otras máquinas. Quizás no en primer plano, pero la imagen de la desconexión general, esa conexión que desconecta, se describe, se propone. Enseguida comprendemos que Theodore tiene problemas para tocarse, no para hablar, no para comunicarse, pero sí para tocarse, para relacionarse cuando hay piel de por medio. De hecho, vive de escribir cartas de amor en un gesto retro que nos está diciendo algo… ¿Es la tecnología la culpable de que Theodore sea como es? ¿O solamente agrava su situación? La ironía moderna se pasea cerca. La hipótesis general de Her diría que la tecnología te conecta pero te aliena, te hace global pero te mediatiza, te da confort pero corta tus lazos directos con el mundo y te acerca a gente que se erotiza con gatos muertos. Y enseguida, como “salida” que profundizando esta situación, te ofrece un sistema operativo con la sensual voz de Scarlett Johansson. Obviamente la promesa del amor maquínico termina en desolación. Como denuncia, me se me antoja pueril. ¿No habría sido genial y sorprendente que Theodore se quedara con Samantha, encontraran juntos la felicidad y tuvieran unos hermosos trillizos ciborgs? El humanismo residual de Jonze nos dice que eso no es posible. La historia del cine también presiona: el desamor da un mejor final. Luego, máquinas y hombres viven en conflicto. El amor no sucede, no prospera, irrumpe, sí, pero la gran decepción espera como una garantía y a Theodore, entonces, solo queda el recurso de ver si lo acepta la vecina. (Es amiga, es humana y también ella se quedó sin banda ancha de comprensión así que el final no es tan abierto.)

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Moraleja de Her: ¿la tecnología te aleja del amor? ¿Hay una crítica implícita a las redes sociales? La película se muestra precisa –al punto que un lunar puede hacer la diferencia– por eso me cuesta cree que a Jonze se le escape el juicio moral a la época. Por eso digo: el juicio está y es ingenuo. No, Jonze, la tecnología por sí misma no nos aliena. O nos aliena tanto como nos libera. Por eso la denuncia resulta tramposa, porque del otro lado de Facebook, por lo general, hay gente. Gente que se conecta usando esa tecnología que le rinde mejor que otras tecnologías. Hoy estamos más juntos que nunca, aunque en el subte miremos nuestras pantallas y no la cara de culo del tipo que viaja sentado al lado. Por supuesto, no vivimos en el paraíso, el tiempo no se detuvo, seguimos en el mundo de la lengua, la castración y la represión donde impera el malentendido. Somos seres humanos y encontraríamos la forma de alienarnos en cualquier entorno tecnológico.

Fabian Casas dijo una vez que Facebook “es uno de los peores inventos que existen, algo que creó un miserable traicionando a todos sus amigos para que la gente se junte y hable de chicas, algo que esta mejor hacerlo en un bar y mirándote a la cara.” La frase suena torpe al punto de ser imperdonable. Cualquiera que le de un buen uso a Facebook –o incluso si le da un mal uso– sabe que sus posibilidades de encuentro son muchas y muy variadas, así como sus momentos siniestros, de paranoia o desencuentro. Casas parecería decirnos que Facebook llegó para cortar una época mejor, un aurea aetas de bares y chicas donde la gente se entendía mejor. Y eso es falso y maniqueo. Si decidimos amar o no a los robots con conciencia, o si nos dejamos amar por ellos, se me antoja tema viejo. Pero –lo siento, Spike Jonze, lo siento, Fabián Casas– el mundo es y está mejor con Internet. Facebook mata Samantha.

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Bigote. Segundo tema. Her es una historia de amor, pero sobre todo es la historia de un tipo cuya sensibilidad extrema no le permite gozar. Theodore no coge con otros seres humanos. Dos veces se le ofrece la posibilidad y dos veces la rechaza. ¿Quiere pero no puede? Digamos que prefiere gozar con una máquina, que tiene conciencia pero no cuerpo. Su platonismo extremo lo lleva derecho a la angustia. Ya hicimos la pregunta: ¿es esta imposibilidad consecuencia de la tecnología? Tiendo a pensar que una parte de la película dice que sí, pero otra nos aclara que Theodore es apenas un héroe del futuro. ¿La versión masculina y digital de Madame Bovary? Más allá de la conexión, el tipo es tan ñoño que hasta el difunto Clippy lo dejaría. La mujer de la que se divorcia se lo dice con claridad: “vos llorás por cualquier cosa.” Y él mismo más de una vez señala sin pudor ni dudas que llorar está bien. Lo dije: Tocar y tocarse es el gran tema de la película. Y Theodore es un tipo que no puede tocar. Lo único que toca es esa guitarrita de juguete, el ukelele, símbolo inequívoco del bajapismo hipster internacional. Y si Theodore es el hombre que no puede tocar, Samatha es la mujer que no puede ser tocada. De allí el confort de la relación. En este sentido Her es una película sobre la corrección política, sobre acatar la presión social, sobre el abandono de los paradigmas de género y la pasividad. ¿La película funcionaría igual si Samantha fuera de carne y hueso? Es posible, pero si Samantha fuera de carne y hueso, el sensible Theodore huiría. No ocurriría el encuentro.

¿Y si fuera al menos un poco más masculino, con apenas un poco más de testosterona?Imposible. Jonze ama a su personaje, por eso lo filma recordando embelesado y fascinándose con el mundo. ¿Hay o no hay, entonces, una denuncia? ¿Dice o no dice Spike Jones que si seguimos por el camino de la corrección política, si seguimos asexuando a la gente, si cultivamos la distancia, si la fobia se pone de moda, vamos a terminar generando un mundo de angustia? No importa si lo dice él. Yo lo leo en la película y la película me sirve como excusa para decirlo. Theodore está lejos de ser un héroe imposible. Al contrario, hoy resulta objeto de deseo. Con su bigote y sus ojitos de cachorrito, emociona a la mujer contemporánea porque se propone como un compañero sensible, alguien que vive de y en sus emociones. Pero también es un hombre imposibilitado, castrado, anulado, sobrepasado, la mejor palabra para describirlo sería dominable. ¡Qué fantasía perversa de la mujer contemporánea! El reverso de Her es El club de la pelea. Curiosamente, o no tanto, ambas películas parecen compartir un final similar. En El club de la pelea lo que se cae son edificios de oficinas, en Her, la conexión a Internet. ¿Cuál de los dos es más violento?

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Alexandre Kojève avisó que, en el futuro, el varón podría verse feminizado si se cultivaba de forma compulsiva la idea de un estado igualitario, si se impulsaba la homogeneización. Siguiendo este razonamiento, desde mi perspectiva, Her es la destrucción de la humanidad pero sin robots armados, una Terminator donde el Apocalipsis detona por la indiferencia, la falta de libido y con la frase “no sos vos, soy yo.” O sea, algo mucho, mucho más siniestro que Skynet tomando conciencia.

Scarlette. Nos enamoramos y hacemos el amor con máquinas desde hace ya mucho tiempo. Si te gustó Her deberías leer Los cuerpos del verano de Martín Felipe Castagnet que también es una historia de amor, y donde la máquina digital se expande de una manera más abrasiva. La novela de Castagnet es mejor, más ambiciosa, va más allá que Her. No se deja tentar por narrar, apenas, la neurosis obsesiva y trágica de un heterosexual amariconado. Spike Jonze haría una película excelente con Los cuerpos del verano, si lograra encontrar la forma de filmarla.

Voy terminando. ¿La historia de un hombre enamorado y pulverizado por el amor resulta siempre atractiva? Creo que más allá de los sistemas operativos dotados de conciencia y los varones llorones la historia de un hombre que ama y se desgracia en el amor, si está bien contada –es el caso de Her–, siempre va a interesar. Así, las mujeres románticas se identificaran con Theodore. Y a los hombres, si todavía les queda un poco de huevo, les parecerá un pobre tipo que se merece todo lo que le pasa. ¿Hay que reírse cuando se sienta en la escalera del subte y le pregunta a su computadora, consternado, de cuántos usuarios está enamorada? Me hubiera encantado que la amable Samantha le respondiera “Theodore, cariño, pusilánime de mi vida, no sos el centro del mundo.” Por más sensible que seas, no todo gira alrededor tuyo, y mucho menos la voz de Scarlett Johansson. Digamos algo más sobre esa voz. Scarlett Johansson demuestra en esta película que puede actuar sin mostrarse. ¿De cuántas actrices de Hollywood se puede decir eso? La canción que canta tendría que ser tierna y dulce, pero no se escucha ternura, sino una mezcla muy fuerte de intimidad y erotismo. En ese sentido, sorpresa, ella es mucho más sexual, y por lo tanto humana, que él. ///PACO