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Murad Osmann encierra algo trascendente. No hay que dejarse engañar por la obviedad. En ese plano, Murad Osmann representa el culo de su bella novia rusa a través de distintos paisajes que pretenden completar un mapa del mundo. Como un Aleph construido sobre las bellas bases del tejido graso, muscular y óseo en perfecta armonía, el culo femenino es así uno de los puntos (o agujeros) del espacio que contienen todos los puntos. Pero lo importante de las fotos de Murad Osmann no es el culo sino la mano masculina guiada por la mano femenina que emerge del mismo cuerpo que muestra el culo.

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La materialidad del mundo a través de sus sistemas de representación. Los cuerpos y el turismo. La belleza espacial del mundo como galería de paisajes y la belleza humanística del cuerpo femenino como versión sintética de la armonía estética del Universo. Murad Osmann es un artista prácticamente medieval. Definitivamente marianista. El hombre que recorre el mundo tras los pasos de una mujer. Dante con Instagram.

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Algo del orden de la postmasculinidad también se resuelve en estas fotos. La subjetividad masculina resuelta a través del trazo de los pasos de la mujer que lo guía. El mundo develado gracias a su avance. El hombre que sigue sus pasos de la mano como un estúpido crío. Murad Osmann oscila entre una iconografía cristiana aggiornada y el infantilismo del candid.

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El proceso de la imagen es importante para Murad Osmann. Los filtros, las luces, los contrastes. El juego entre la belleza del paisaje y la belleza del cuerpo termina por hablar de un mundo únicamente domesticado por la fuerza de la voluntad. El trabajo arquitectónico, la planificación, el esfuerzo físico y moral para elevar a la especie por sobre el desamparo de la Naturaleza. Esas ciudades no se hicieron en un día. Y el culo de la novia rusa de Murad Osmann tampoco. Esa es la lección trascendente. Porque el arte de Murad Osmann también es pedagógico.

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