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Es de terror!!!  de verdad algo increíble este personaje!!! no hay forma de
grabarlo, investigar antecedentes, algo? es un asesino, un sicópata, un
neonazi, lo peor de la humanidad!
Quedé espantada con este relato que hace el propio tipo!!
Saludos desde Paraguay, se que desde aquí es dificil hacer algo al
respecto, pero es muy preocupante.
Graciela.

¿En qué se transforma la corrección política cuando deviene espíritu patológico de control de la libertad ajena? Los buenos escritores moralistas -ingleses, como las mejores cosas de Occidente- comprendían que el moralista tenía el deber de abandonar cualquier ánimo de disección ética sobre sus semejantes. Sostenido con inteligencia, el látigo de la corrección victoriana desnudaba el triste vacío moral de quienes necesitan ajustarse a alguna versión sospechosamente medular de las maneras de actuar. No hace falta conocer la prosa de Thomas De Quincey para imaginar que si en sus mejores momentos los sistemas de obediencia totalitaria banalizan la maldad, en los peores subsisten gracias a la férrea voluntad de las hormigas negras de la estupidez.

«Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente», escribió el buen Thomas.

Es en la brecha donde se resuelve la cuestión de la libertad.

Ian McEwan -un muchacho dark and quite intelligent– se ocupó del tópico de la corrección política en una novela que se llama Solar. En un momento, el personaje principal -un científico ganador del premio Nobel de física- escucha hablar a un novelista. «Dijo que el principio de incertidumbre de Heisenberg, que afirmaba que cuanto más se sabía del movimiento de una partícula, tanto menos se conocía su velocidad y viceversa, condensaba para nuestra época la pérdida de una brújula moral, la dificultad de los juicios absolutos». El científico, entonces, responde: «Vale la pena ser exacto. La cuestión no era la velocidad, sino el impulso; en otras palabras, masa por velocidad. Al contrario, la mecánica cuántica predecía espléndidamente la probabilidad estadística de los fenómenos físicos (…). Así que adelante. Dígame. Oigamos cómo aplica Heindenberg a la ética. Lo correcto más lo erróneo dividido por la raíz cuadrada de dos. ¿Qué demonios quiere decir esto? ¡Nada!».

Me parece un texto valioso en tanto uno logre reírse en la segunda parte antes que en la primera.

John Winston Lennon era inglés y comprendía la libertad como una inteligente cuestión de lucha de clases antes que como una lucha de géneros (adivino que es la clase de términos por los cuales las hormigas negras de la estupidez se permiten cargar enormes pesos sobre sus hombros morales). Lennon hizo un chiste ante la Reina que en otra circunstancia podría haberle costado caro. Repetido a la distancia puede resultar estúpido -después de los sesenta, después de los setenta, después de los ochenta, después de todo lo que le faltaba al siglo XX-, pero todavía es una victoria simbólica. Los muchachos de Liverpool, con la clase de acento que todavía provoca el desprecio de los londinenses, burlándose de la impunidad mayestática del Imperio. El chiste sobre la popularidad de Jesús, en cambio, sería parcialmente cargado y devorado por las hormigas negras de la estupidez. Pero más adelante.

La corrección política prohíbe también burlarse de los discapacitados.

Hay un texto famoso de Umberto Eco donde analiza semiológicamente esa construcción –corrección política- para concluir que no es más que la impostura forzada de una aceptación que sólo puede ser viable a través del artificio de la política. Se puede googlear, no voy a glosarlo. El nombre de la rosa tiene una escena donde se resume parcialmente su argumento: Jorge de Burgos, el guardián de la biblioteca con las páginas envenenadas inspirado en Jorge Luis Borges -anglófilo primordial-, le dice a William de Baskerville que la risa es mala para los hombres porque entonces terminarán riéndose de Dios. Adivino a las hormigas negras de la estupidez envenenando cuidadosamente las páginas del primo Aristóteles. Puedo escuchar las gárgaras de desgarradora polución moral de las hormigas negras de la estupidez, reclamando el enderezamiento vigoroso de lo que consideran una ética flácida (y el juego de las metáforas sí tiene que ver con una vacía y profunda soledad; al fin y al cabo, las hormigas negras de la estupidez sólo apelan a la necesidad de integración para no sentirse tan solas todo el tiempo).

Probablemente Lennon no leyó a François Rabelais porque estaba ocupado ideando algunas de las canciones más importantes de la Historia Universal. Su idea del grotesco, sin embargo, su idea de que una humanidad disminuida revela algo del orden de la dominación aún en su forma más cruel -es Sir Paul McCartney quien explica al público cómo debe obedecer- hoy podría valerle algunas condenas en cualquier red social, o lo haría acreedor de la atención histérica de alguna cadena de correos estrogenados.

Bien lucido, el traje de la ironía sigue siendo útil. No porque provoque algún brillo en particular. Más bien porque logra proyectar algunas luces interesantes sobre los tenebrosos nidos de las hormigas de la estupidez. En este caso, ironía e inteligencia pueden pensarse como parientes de segundo o tercer grado. Para el club de la buena onda, para la incapacidad de percibir el lado oscuro del mundo -como dijo alguna vez Mariano Canal- están los periodistas obedientes con apellido completo o circuncidado, las señoritas gordas con sus gatos de nombre humano y los escritores de Facebook sin imaginación que juegan al kung fu en el páramo de la mediocridad. Son buenos muchachos, excelentes burócratas, arrancan para donde les pidan siempre y cuando no tengan que colocar en juego su propio criterio e incluso, si les prestan una camisa, pueden verse bien colados en cualquier foto. Eso sí: no van a leerlos acá. Y a mí tampoco. Renuncio a Paco.

(Lo mejor fueron estos apuntes para una biografía imaginaria de Billy Joel).

John Winston -a quien tuve el gusto de conocer gracias a mi padre- también dijo en algún momento que el sueño se había terminado. Como Alberto Modiano le dijo a su hijo Patrick en una carta: «La vida te enseñará una vez más cuánta razón tenía tu padre».////PACO