Alguien con quien hablar es la ópera prima de Celina Abud (Buenos Aires, 1978). Compuesta por tres cuentos largos, la autora navega en su libro los vaivenes de las relaciones desde los vínculos amorosos y amistosos hasta la enemistad. En “¿Hace cuánto que nos vemos?”, Abud relata el crisol de relaciones románticas de Florencia, siempre a través de la mirada de cada uno de los hombres que pasaron por su vida: “Su  voz era ligeramente ronca. Imaginaba que así hablaría Carly Simon cuando no cantaba. Nada que ver con la voz aguda de Mariela, que tenía la tonalidad perfecta para el reclamo…”. Así describe Fabio su primer contacto con Florencia, mientras que en palabras de Lucas, Florencia “era una loser. Puede que en ese entonces yo también fuera un loser, pero además era un potencial ganador”. Desde la interpretación subjetiva y unilaterial, Florencia es narrada disruptivamente por cada uno de sus exnovios, ex-amantes y ex-pretendientes, y nunca se establece una devolución, un feedback de parte de Florencia, mucho menos una conversación. En ese punto, la falta de respuesta de la protagonista le resta intimidad al intento de reconstrucción de los vínculos y la promesa de reconciliación entre un yo y un otro en el título del libro parece agotarse en una promesa.

Tres cuentos conectados por un análisis de los signos que median entre las relaciones interpersonales y varios personajes que nunca logran entablar un diálogo verdadero.

En “Las agujas”, la autora analiza la amistad en términos de complicidad y distancia entre dos estudiantes de la carrera de Ciencias de Comunicación en proceso de producción de su tesina de grado. El punto de encuentro: el objetivo académico y el interés por los tatuajes y su implicancia simbólica. La distancia: la gran diferencia de edad: Martín está en sus veintis y Adrián en sus cuarenta. Ese anacronismo es más fuerte cuando los diálogos son repuestos a partir de la mediación tecnológica, es decir, a través de los mails y los audios de WhatsApp que cada uno le envía al otro. “De: adrian_peluffo_1975@yahoo.com.ar a: martinyuyo@gmail.com. Asunto: tesis. Hola Martín: ¿Cómo estás? Te escribo para pincharte. Vos me pinchaste cuando yo lo necesitaba. Por eso estamos juntos en este proyecto, para darnos aliento en algo que nos cuesta, aunque al hacer la tesis de a dos nos van a exigir más”. De esta forma, la interacción entre Martín y Adrián se muestra como un ida y vuelta de secuencias de bits con extensos fragmentos de su trabajo académico. Si la autora buscaba mostrar que los encuentros son posibles a pesar de las distancias, lo hace de una manera fragmentada y mediada, lo que termina de nuevo en una clausura del encuentro.

En “Las agujas” Abud se vale del recurso de remitirse a extensos pasajes con análisis semióticos-sociológicos.

En “Las agujas”, Abud se vale del recurso de remitirse a extensos pasajes con análisis semióticos-sociológicos y fragmentos de la tesis de los personajes. En el tercer y último cuento, “Alguien con quien hablar”, este mecanismo se transforma en una iteración que atraviesa todo el libro. Con un giro autobiográfico, Abud intenta así divisar a un enemigo simbólico, alguien que vive en su edificio y deja cruces esvásticas grabadas en el ascensor. Confesa judía practicante, la autora emprende una batalla pegando stickers de Hello Kitty sobre cada cruz. El cuento transcurre entre la narración de estos episodios y un análisis por momentos indescifrable, con soliloquios llenos de nostalgia “teórica” de sus épocas de estudiante de Comunicación, lo cual genera una distancia silenciosa con los lectores. En síntesis, la propuesta de Alguien con quien hablar resulta casi siempre una promesa sin cumplir, tres cuentos conectados por un análisis detallado de los signos que median entre las relaciones interpersonales y varios personajes que nunca logran entablar un diálogo verdadero entre sí, perdiendo la posibilidad encontrarse////PACO