¿Quién iba a decir, 20 años atrás, que quien escribe estas líneas iba a emocionarse por el regreso a la pantalla de uno de los íconos culturales norteamericanos más identificados con el idílico y bastardeado American Way del país del norte, y que incluso iba a tomar partido por su equipo (el #TeamCap), pregonando un canto de batalla identificatorio de manera verbal y en las redes sociales? Yo seguro que no, porque aunque a muchos les cueste creerlo, cuando se trata de editoriales de cómics norteamericanas, mi corazón estará siempre con D.C., la editorial que me dio las mejores historias en papel de Batman y Superman y la que me ofreció obras maestras del género como Watchmen, V for Vendetta o Sandman. Pero apareció la competencia, Marvel Comics, que a mediados de la década pasada comenzó a ejecutar un plan estudiado, sofisticado e histórico, con el objetivo de conquistar el mercado blockbuster, hilando una serie de producciones dentro de una saga infinita, desarrollando tramas e incorporando personajes de manera metódica pero ajustada, y la jugada les salió tan bien que se ganaron no solo mi empatía, sino que lograron hacerme emocionar por personajes con los cuales había tenido un contacto tibio en el papel.

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Hay quien sostiene que Marvel Studios va tanteando el terreno y proyecta lo justo y necesario para entusiasmar por anticipado al fan.

Hay quien sostiene que Marvel Studios va tanteando el terreno y proyecta lo justo y necesario para entusiasmar por anticipado al fan, y luego resuelve en consecuencia, haciendo uso de la devolución de las críticas en los medios y las redes sociales y, sobre todo, de lo que reflejan las taquillas. La realidad, para variar, es otra: la productora decidió separar el proyecto en “fases” compuestas por seis películas, y cada una tuvo un objetivo muy claro pautado desde el comienzo. En la primer fase se presentaron los personajes y se unieron para su primer aventura conjunta, en la segunda fase comenzaron a trabajar como equipo (el espíritu de la franquicia Avengers, ya sea en los cómics, en las series animadas o en los videojuegos, siempre gira alrededor de las consignas de “agruparse” y “actuar en equipo”), y en la tercera fase, inaugurada ahora, llega la crisis, la ruptura, el drama de la mano de un conflicto de intereses que termina por socavar todo lo que se fue construyendo en estos ocho años.

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Los universos de Marvel y D.C., que llevan más de medio siglo publicando historietas todos los meses, son inconmensurablemente enormes.

Como estas películas están adaptando personajes que tienen sus orígenes en los cómics, los cuales por otro lado siguen saliendo a la venta mes a mes, y en la mayoría de los casos de manera continua e ininterrumpida desde la década del ’60, es inevitable retomar el “material original” para escribir los guiones, pero no solo eso: el fan exige de manera terminante que ese material sea tenido en cuenta, y no conforme con eso espera que esté reflejado fielmente en la pantalla. Y cuando hablamos de cómics superheróicos norteamericanos, esta tarea dista mucho de ser liviana, tiene niveles de complejidad que solo quienes están metidos en el medio –en ambos medios, de hecho, en la industria del cómic y en la compleja maquinaria hollywoodense que manufactura blockbusters, con sus costos y sus tiempos de pre y post-producción– pueden conocer. Los universos generados por editoriales como Marvel y D.C., que llevan más de medio siglo publicando historietas de estos mismos personajes todos los meses, son inconmensurablemente enormes, plagados de tramas y sub-tramas, centenares de personajes secundarios, múltiples trajes usados por un mismo personaje a lo largo de los años, decenas de vehículos especiales, locaciones exóticas, objetos potencialmente peligrosos con características únicas, y por encima de todo esto están las relaciones que estos personajes fueron tejiendo entre ellos y con su entorno.

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El título de esta nueva película de nuestro Capi América no es azaroso, hace alusión a una saga de siete números publicada en 2006.

El título de esta nueva película de nuestro Capi América no es azaroso: hace alusión a una saga de siete números que fue publicada por Marvel Comics en 2006, y que provocó uno de los cambios de status quo más importantes del que se tenga memoria: enfrentó a dos grandes referentes de la empresa, el susodicho Steve Rogers y el millonario Tony Stark. Luego de que un puñado de poderosos superhéroes adolescentes, filmando un reality show, provocaran accidentalmente una explosión en Stamford, Connecticut, y mataran a 600 personas, el gobierno yanqui se moviliza para elevar al senado una «ley de registro de super-humanos», obligando con esto a los superhéroes a revelar su identidad y, además, trabajar bajo su supervisión, ofreciendo con ello un entrenamiento militar adecuando, un tipo de “capacitación” para ser héroe. Tony Stark no solo está a favor de esta iniciativa gubernamental: es uno de los gestores de la idea y es quien da la cara a los medios para explicar las ventajas, pero para su sorpresa encuentra en su viejo amigo y compañero de armas, Steve Rogers, un obstáculo, ya que el Capi advoca por las libertades individuales de los involucrados, y exige que, en todo caso, la “supervisión” o regulación quede en manos de él y de aquellos héroes que cuentan con experiencia en el campo, intentando dejar al gobierno fuera del tablero. Casi como sucede en la vida real, cuando no acatás lo que el Estado te dice, sos un criminal, y así la casi totalidad de héroes que responden a esta editorial se vieron en la obligación de tomar partido por una de las dos posturas: o eras un “héroe” registrado o un “justiciero” enmascarado, esa etiqueta que les cabe a aquellos personajes que se ríen de la ética y la moral de nuestra sociedad y están más cerca de ser sociópatas con un corazón de oro que personas que desinteresadamente utilizan sus habilidades para hacer el bien, respetando la vida humana y procurando moverse dentro de márgenes legales admisibles.

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O eras un “héroe” registrado o un “justiciero” enmascarado, esa etiqueta que les cabe a aquellos personajes que se ríen de la ética y la moral.

Volviendo a Captain America: Civil War, parte de la premisa que acabo de describir se mantuvo en el guión que dirigen los hermanos Anthony y Joe Russo (quienes repiten esta labor luego de haber estrenado hace apenas dos años Captain America: The Winter Soldier), pero el trasfondo es radicalmente distinto, y el desencadenante del conflicto termina siendo, también, un personaje que en la saga de papel ni siquiera aparece. Cuando menciono la magnitud del proyecto que llevó adelante Marvel Studios me estoy refiriendo a la construcción del universo a través de la relación entre los personajes en el tiempo, no solo en cada película estrenada, sino también en el resto de los films que van confeccionando la saga. Si bien es en esta película donde por primera vez los Avengers tienen que vivir una situación tan crítica que va a dividirlos y enfrentarlos, quizás de forma definitiva, y sin duda con trágicas consecuencias en varios de los implicados, la coherencia de las posturas radicales de cada personaje es la que termina dando sentido al conflicto. En el film una vez más intercede el gobierno, a través de un enlace, el secretario de estado Thaddeus Ross, a quien ya vimos al mando de un pelotón que intentó detener al gigante esmeralda en la película The Incredible Hulk de 2008. Y las razones que expone Ross para exigirles a estos héroes que depongan sus acciones y se ajusten a una agenda conjunta con el gobierno tienen sentido dentro de este universo: a pesar de que cada acción de los Avengers evitó un mal mayor, que en algunos casos podría haber significado el exterminio de miles de millones de vidas en cuestión de horas, de todos modos dejaron centenares de muertos civiles como daño colateral de sus enfrentamientos. Pero no conforme con eso, la negativa de Steve Rogers no es un capricho azaroso y forzado para traccionar la trama hacia el conflicto: el Capi nunca estuvo de acuerdo con la interferencia del gobierno yanqui en sus asuntos, y siempre sospechó de maniobras turbias o conspiraciones que se forjaban debajo de ciertas encomiendas. Lo hizo en el primer film de los Avengers en conjunto, y años después le expresó sus temores sobre este tema –que luego se terminaron confirmaron– al director de un organismo de seguridad en la secuela de su propia franquicia en solitario. Y la “rivalidad” con Tony Stark tampoco nace en esta cinta. La última vez que Steve y Tony compartieron un protagónico, hace apenas un año en Avengers: Age of Ultron, ambos cruzaron golpes –y arrastraron a sus compañeros en el conflicto– cuando el héroe rubio de ojos claros descubre que la megalomanía del excéntrico millonario estaba desbordada y podía ponerlos en jaque. Claro que en ese entonces la tensión se sostuvo durante apenas unos minutos, los suficientes para saborear una antesala.

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El Capi, muy por el contrario de lo que el grueso de las personas conocen del personaje, marca la diferencia que existe entre patria, pueblo y estado.

El Capi, tanto en el papel como en el cine, y muy por el contrario de lo que el grueso de las personas conocen del personaje, marca la diferencia puntal que existe entre patria, pueblo y estado. Su pasado como militar lo predispone a recibir órdenes y ejecutarlas sin cuestionamientos, pero tiene la suficiente entereza e inteligencia como para poder discernir cuándo está actuando a favor del pueblo, peleando por los ideales de su patria, y cuándo lo están encaminando a una misión que responde a intereses de un estado, si no corrupto, al menos cuestionable. Y son pocos, dentro de este universo ficticio, los que pueden ofrecer una oposición a un personaje con el peso y la trayectoria de Steve Rogers, y mucho menos bancarse un mano a mano. Todo este contexto, que lleva años explotándose en los cómics y que tuvo sus puntos más altos meses después de sucedidos los atentados del 11 de septiembre, fue adaptado de forma sutil al cine, en las entregas anteriores, y encuentra su punto de ebullición ante la exigencia de la O.N.U. para que todos los Avengers firmen un convenio que garantiza que ninguno de ellos va a actuar de manera independiente. Tony Stark también arrastró un desarrollo que lo terminó posicionando en la vereda opuesta: su padre, un excéntrico millonario que hizo su fortuna explotando las licencias de inventos propios, siempre guardó una fuerte relación con el Estado, al punto tal de comenzar a desarrollar incluso armamento para cerrar millonarios contratos con el holding militar norteamericano. Si bien promediando el primer film de Iron Man vemos a un Tony desahuciado y convencido de que el rumbo que tiene que tomar su empresa es otro, y por este motivo deja de manufacturar armas y rompe los contratos con el gobierno (con obvias repercusiones, tanto financieras como políticas), durante sus apariciones posteriores no son pocas las veces que lo hemos visto intentando llevar adelante planes para salvaguardar la humanidad que requerían de una manito del gobierno para poder ser ejecutados, y su empresa colabora activamente en la inteligencia conjunta para la búsqueda de amenazas con organismos de seguridad que responden al estado norteamericano. El choque ideológico era inminente.

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El padre de Tony Stark, un excéntrico millonario que hizo su fortuna explotando las licencias de inventos propios, siempre guardó una fuerte relación con el Estado.

Captain America: Civil War es un film enorme, una producción que incluye a más de 10 superhéroes conocidos de Marvel Comics en sus versiones live-action (algunos incluso muestran sus garras por primera vez), divididos y enfrentados en dos bandos, tal y como prometen el título, los avances y los posters promocionales. No solo no hay estafa alguna en ese punto sino que el conflicto entre las partes se mantiene hasta el final, a diferencia de lo que sucedió con otra celebrada producción de la competencia que también se estrenó este año. Vas a entrar al cine a ver una película del Capi América y los Avengers, y cabe la posibilidad de que cuando salgas no quede nada de ambos. Es difícil evaluar el nivel de acción de este tipo de producciones, la realidad es que con lo que invierten los estudios y el avance de la tecnología, cada estreno va subiendo la apuesta un poco más, pero en este caso algunas de las escenas que nos proporciona el film se pueden etiquetar sin problemas como épicas, por las sorpresas que depara y por la maestría con la que fueron coreografiadas y ejecutadas. Si en algo se destacan los hermanos Russo, es en el vértigo, no hay discusión posible al respecto. Y cada uno de los elementos que fueron identificando los estrenos previos de Marvel Studios están explotados ahora, y eso incluye la correspondiente cuota de humor y sarcasmo en los diálogos, los cuales, debo admitir, juegan al límite de lo tolerable en momentos de tensión y drama//////PACO