DOCU_GRUPO Spanish director Almodovar attends the Museum of Modern art's fourth annual Film Benefit in New York

Por Diego Fernández Pais

I
Los amantes pasajeros es la última película de Pedro Almodóvar. No vamos a caer en el facilismo de criticarlo como cineasta, porque para eso ya están los diarios y las revistas de cine. Aparte de que sería gastar pólvora en chimangos. Lo que nos interesa, más bien, es juzgarlo desde un punto de vista moral.

II
Ya el mismo título nos revela que estamos ante una película de derecha. Frente a la crisis amorosa que trajo aparejada la explosión consumista del capitalismo tardío, nada nos resulta más conservador que ensalzar la figura del
amante, esa clase de hombre inmoral con buena propaganda en los medios de comunicación. Y, por otro lado, pasajeros: es decir, errantes como el capital. Almodóvar es un director que está más bien a favor de la libertad. Eso basta para tener la certeza de que es un idiota.

III
Si bien aparecen actores de la talla de Antonio Banderas, Penélope Cruz y Cecilia Roth, lo único que recuerda el espectador al salir del cine es que la mayoría de los personajes son homosexuales. Y si no son homosexuales, si por una de esas casualidades no lograron salir del closet a tiempo y cometieron el pecado de formar una familia, son bisexuales. Ojo, hay un mexicano que es bien heterosexual. Y seguramente por eso Almodóvar lo convierte en un
asesino. En fin, estamos ante un provocador. Por lo tanto alguien que no merece nuestro respeto.

IV
Y al cabo de unos minutos, por supuesto, se la agarra con un ultracatólico. Sí, hablamos del pelado al que la hija se le hizo prostituta. Vaya provocación, Pedro. Como nos sucede a todos, el director manchego parece haberse quedado petrificado en sus años dorados: los de la transición. ¿Pedro Almodóvar todavía cree, a más de tres décadas de la caída del muro de Berlín, que el catolicismo es una forma de resistencia contra el comunismo? Suena ridículo, sobre todo en España, donde la población ni siquiera se acuerda de haber sido católica en algún momento. Los aliados cambian, siempre sucedió lo mismo. En la actualidad, el catolicismo es una de las últimas murallas que se levantan contra el capitalismo, contra la explotación financiera de todo sentimiento humano. Y combatirlo, por lo tanto, es de conservador y de derecha.

V
Pero guarda porque en un momento, mientras discute con la estrella del sadomasoquismo interpretada por Cecilia Roth, el pelado le enrostra la siguiente acusación: “Sé que usted tiene muy buenas relaciones con el Opus Dei”. Claro, el Opus Dei, el sector menos religioso y más materialista de la Iglesia. Y en eso yo, que estoy en el cine, me doy vuelta y descubro a la hija de un profesor que, hasta donde tengo entendido, es un miembro numerario de
la obra. Es que en realidad Almodóvar está hablando de sí mismo. Con el paso del tiempo, de tanto someterse a las reglas del mercado, se terminó convirtiendo en eso: el recreo ideológico de los sectores más mezquinos de la pequeña burguesía. No importa, tampoco es para escandalizarse: lo mismo le sucedió a Woody Allen.

VI
Almodóvar no sabe lo que es un obrero o un chacarero de
derechas (como les gusta decir a los españoles). En sus películas todos los “derechistas” son tipos con plata, propensos a caer en la cultura light. Y éste no es un dato menor: nos condiciona en nuestras simpatías. El escritor francés Michel Houellebecq, por tan sólo poner un ejemplo, en su novela Plataforma realiza el procedimiento inverso: nos sitúa ante una profesional de clase media progresista que, en la práctica, no tolera al obrero bruto y primitivo. Y en el fondo el marxismo se trata de eso: la lucha de clases. Nunca un rico puede ser más de izquierda que un pobre.

VII
Sin embargo el mérito de la mariquita no es para nada desdeñable: consigue elaborar una obra que es una estafa económica y, al mismo tiempo, una estafa moral. Creo no exagerar si digo que Pedro Almodóvar es el Francisco Franco del cine español.

VIII
Y, antes de terminar, sólo quiero rescatar una cosa: Blanca Suárez. Blanca Suárez andando en bici por las calles de Madrid con su vestido floreado de fondo blanco. Blanca Suárez hablando por teléfono con un vestido de algodón verde. Blanca Suárez enfundada en satén rojo o, como le gustaría decir a Bioy, colorado. Blanca Suárez como el
fin que justifica el medio de ir a ver Los amantes pasajeros al cine. Blanca Suárez y nada más ////PACO