Entrevista


Agustín Laje: «El feminismo radical es tan violento como el machismo»


Periodista, politólogo y escritor, Agustín Laje es coautor de
El libro negro de la Nueva Izquierda, uno de los best-sellers de Amazon. Desmitificador de la «ideología de género», Laje combina el análisis con la crítica ideológica para discutir los fundamentos del discurso feminista radical, al igual que muchos de los principios de cierto progresismo de izquierdas. Polemista sin miedo a la confrontación de puntos de vista, protagonizó hace unas semanas un curioso «debate» radial con algunas exponentes locales del feminismo y, pocos días después, se acercó a La Biela junto a su colega Nicolás Márquez para manifestarse sobre la denuncia mediática de «homofobia» en la que se vieron involucrados los mozos del lugar. En esta entrevista habla de eso y también de política nacional, el imperio de la correción política y sobre si trabajaría o no para la CIA.

¿Cuáles pensás que son las hipótesis de conflicto más importantes hoy para la Argentina?

No tenemos hipótesis de conflicto (a nivel estatal) porque nuestros políticos demagogos han considerado que hablar de «hipótesis de conflicto» es igual a «buscar conflicto» (Ley de Defensa Nacional), una gran burrada, comprada por la progresía vernácula, que sólo sirvió para desmantelar el aparato de defensa nacional. La verdad es que sin hipótesis de conflicto no hay estrategia defensiva; y sin estrategia, no hay ningún plan de defensa. La hipótesis de conflicto más importante, a mi modo de ver, para Argentina, se desenvuelve en su propio territorio, y tiene que ver con el narcotráfico. Durante el kirchnerismo Argentina, además de ser lugar de tránsito, pasó a ser también lugar de producción. Decir que hubo connivencia entre política y narco es ya una obviedad para todos. De ahí que haya sido nuestro Estado tan impotente para combatir este fenómeno: porque quienes gobernaban eran los mismos que lo propiciaban. El narcotráfico es una de las amenazas más importantes del mundo globalizado. La hipótesis de conflicto debería prever la posibilidad de la generación ya no de pandillas y clanes (como existe ahora; es decir, organizaciones más o menos precarias), sino de carteles y guerrillas, al estilo México y Colombia. Si algo así ocurriera, ¿estamos preparados para actuar? Difícilmente, con un aparato de defensa al cual se lo ha desmantelado a tal punto de prohibirsele hablar de «hipótesis de conflicto». Si algo así ocurriera, en mi opinión, debería modificarse la Ley de Defensa Nacional para permitir a las Fuerzas Armadas a actuar en el plano interno, o al menos militarizar las fuerzas de seguridad. Pero claro, para hacer todo esto, insisto, hay que volver a hablar de hipótesis de conflicto, y volver a devolverle protagonismo a la defensa nacional, lo cual supone, volver a respetarla como parte legítima (y fundacional) del Estado-nación.

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Cordera es un provocador iletrado. Recuerdo que al día siguiente estaba Malena Pichot escandalizada en los programas de chimentos. Daba lástima, porque ella es tan violenta como el propio Cordera.

¿Cómo ves el gobierno de Mauricio Macri?

Veo que ha asumido un error muy común, de confundir política con economía. La política económica es una parte de la política, pero ésta incluye muchas otras dimensiones definitorias. Quedó inmortalizado en la historia política reciente el famoso «Es la economía, estúpido», que en 1992 le dijo Clinton a Bush (padre); muchos analistas, consultores y asesores aquí piensan de esa forma. Pero, a mi juicio, caen en el error de la descontextualización: si en Estados Unidos era la economía, eso fue porque tenían otras dimensiones sociales (como la política y la cultural) en buenas condiciones. En nuestra Argentina del 2016, al contrario, nos hemos dado con una herencia de doce años no sólo de destrucción económica (estatismo), sino también política (populismo) y cultural (neomarxismo). El gobierno de Macri, integrado por «expertos» y «técnicos» casi en su totalidad, no puede ver más allá del economicismo. Y es cierto: hay que sanear la economía. Pero la sociedad no funciona con sus partes aisladas; la sociedad es un sistema. Economía, política y cultura son dimensiones interdependientes; las separamos sólo a los efectos del análisis, pero constituyen una unidad dialéctica. Querer sanear la economía sin sanear la política (lo cual supone modificar contundentemente las relaciones de poder político y judicial) y sin sanear la cultura (lo cual supone volver a una ética del trabajo, la meritocracia y el sentido de responsabilidad que brota de una libertad individual bien entendida), es un error que se desprende del hecho de no entender la realidad social como unidad. El kirchnerismo sí entendió esto, pero al servicio del mal. Por eso acompañó sus políticas económicas estatistas con un estilo político populista y con una cultura neomarxista, garantizada por el accionar de intelectuales orgánicos rentados que (mal)educaron a la sociedad durante doce años. El macrismo debería mantener su equipo técnico, pero sumar un equipo intelectual para sanear la peor crisis de todas: la cultural.



¿Por qué escribís en un sitio que se propone «contra la corrección política»? ¿Ves en la corrección política un sesgo opresor?

Hay dictaduras que no se institucionalizan; que no necesitan del recurso de la fuerza en altas magnitudes para mantener a la sociedad sumida en sus dictados. El filósofo marxista Antonio Gramsci ya decía que el Estado era hegemonía acorazada con coerción, y cuanto más consolidada la hegemonía, menos necesidad de coerción. De ahí que podamos llamar “micro-dictaduras” a estos regímenes que han logrado altísimos niveles de hegemonía y que, por lo tanto, no permiten a los ciudadanos sacar los pies del plato de lo “políticamente correcto” sin con ello esperar negativas consecuencias, no solo sociales, sino también represivas-estatales (por ejemplo, vérselas con el INADI en Argentina). Ser políticamente incorrecto no es sinónimo de estar políticamente errado. La incorrección política es un grito de rebeldía contra sistemas de pensamiento hegemónicos, que se visten de plurales, de diversos y tolerantes, pero cuya verdadera naturaleza aflora cuando alguien se anima a desafiarlos (periódicamente mi Facebook es bloqueado, por ejemplo, a causa de mis artículos y comentarios; además, recibo amenazas de muerte casi semanalmente de parte de los paladines de la corrección política).

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Periódicamente mi Facebook es bloqueado y recibo amenazas de muerte de parte de los paladines de la corrección política.

¿Qué pensás de las bases que el gobierno de los EEUU quiere poner en el sur argentino?

No estoy interiorizado en este tema, y evito opinar sobre temas cuando no los manejo en forma sustancial.

¿Trabajarías para la CIA?

Qué interesante pregunta. Me gustaría trabajar en Estados Unidos, quizás sea el sueño de mi vida. Pero me gustaría más dando clases, formando a futuros dirigentes políticos y sociales, a los futuros catedráticos y comunicadores. Cuando Huntington escribió El choque de civilizaciones, tuvo mucha razón y fue incluso anticipatorio de lo que se venía: una lucha ya no entre modelos políticos y económicos (estilo guerra fría) sino directamente entre civilizaciones enteras (estilo guerra del islam contra Occidente). Pero a mi juicio descuidó otro tipo de lucha que sigue más vigente que nunca: la «lucha intracivilizaciones», cuyos efectos repercuten luego en la «intercivilizaciones». La lucha intracivilización es la que yo denomino «batalla cultural», y es en la que me siento más capacitado para aportar. Siguiendo esta lógica, insisto, me veo en un futuro (ojalá no muy lejano) mejor como profesor universitario que como agente de la CIA.

¿Qué opinás del escándalo por las declaraciones de Gustavo Cordera?

Cordera es un provocador iletrado. Es típico de los rockeros, en primer lugar, ser de izquierda porque da una imagen «rebelde» que vende en el mercado capitalista. En segundo lugar, es típico que hablen de más y terminen metiendo la pata. Acá se dio algo interesante: un rockero izquierdista haciendo apología de la violencia contra la mujer, causa que ha sido hegemonizada precisamente por el discurso de izquierda. Recuerdo que al día siguiente estaba Malena Pichot escandalizada en los programas de chimentos. A mi me daba lástima, porque ella es tan violenta como el propio Cordera. Son dos caras de una misma moneda: machismo y feminismo radical son, al fin de cuentas, la misma cosa pero invertida. Me gustaría que cuando las organizaciones feministas escriben en las paredes de edificios privados y públicos consignas como «muerte al macho», los medios se escandalizaran con similar magnitud.
 

¿Crées que hay una conexión entre feminismo y pedofilia?

El feminismo de segunda y tercer ola, y las nuevas corrientes «queer», son parte de lo que se llama «ideología de género». La ideología de género es aquella ideología que establece que todo aquello que tiene que ver con nuestra sexualidad es independiente de condicionamientos biológicos o naturales, sino que lo sexual es simplemente una «construcción de la cultura». Judith Butler, la académica feminista más importante de estos últimos años, resume bien esta ideología cuando sostiene que «en verdad, el sexo siempre fue género». Es decir, no hay nada de natural en nuestra sexualidad; todo es cultura. Y, como sabemos, la cultura es una construcción del hombre; su legalidad es contingente, subvertible, desafiable. A ello llama precisamente la ideología de género: a subvertir la sexualidad. ¿Cómo? Pues normalizando conductas sexuales como el incesto, la necrofilia o la zoofilia. Los principios ideológicos sustentan esta normalización: si el sexo es pura cultura, los límites desaparecen. ¿Y qué más cultural que el criterio de la edad a la hora del sexo? Pues bien, esta conclusión es perfecta si partimos del axioma que comenté arriba: «el sexo es género». Tras esta explicación filosófica, es importante sumar casos concretos. Las teóricas feministas Shulamith Firestone, Kate Millet, Simone de Beauvoir, Diana Torres, Beatriz Preciado, entre otras, han establecido claramente la legitimidad del sexo sin importar los límites etáreos. Firestone recomendaba, por ejemplo, que la primer felación del niño fuera propiciada por su madre, y aseveraba que en un mundo «post-feminista» las relaciones sexuales entre adultos y niños serían una realidad normalizada. En el plano de la práctica política, organizaciones feministas de Holanda y Alemania ya han firmado solicitadas y apoyado públicamente a organizaciones pedófilas, bajo el paraguas del marco ideológico que brevemente acá describí.

¿Qué sensación te quedó de la entrevista radial que tuviste con Malena Pichot?

Me quedó la sensación de que ella creía que me iba a reventar en el debate y, aún habiendo llevado a un politólogo y a una colega suya para que la apoyaran en el cruce, cuando se dio cuenta que no la tenía tan fácil me cortó la comunicación dos veces, reelaboró su estrategia, pretendió sacarme de las casillas (probablemente para terminar acusándome de «misógino» o de algún bluff por el estilo) y nuevamente le salió muy mal la jugada: sólo pudo dejar de manifiesto algo que ya mencioné arriba; que el feminismo radical es tan violento como el machismo, y que su ropaje de «pluralidad y diversidad» se cae muy rápido ni bien surge alguien que cuestione sus postulados elementales/////PACO