Varios han sido los instrumentos con los que se ha escrito el relato ascendente y progresivo de la modernidad. El pincel, junto con la pluma, el cincel y el bisturí tienen en común su forma alargada, maleable por medio de la motricidad fina que la mano humana ha sabido desarrollar. Pero esos atributos siempre han necesitado de otros complementos, de lo contrario, ¿qué sería de la medicina sin la fe en la curación, del pincel y de la pluma sin la confianza en las musas inspiradoras? Muchos son los nombres que se le han dado a ese plus, pero en todos los casos, es la evidencia de un nuevo orden, superpuesto al establecido el que ha colaborado en el nacimiento de nuevas ideas. A principios del siglo XX, el historiador del arte Aby Warburg propuso la convivencia (pacífica y complementaria) entre Pathosformel y Denkraum. Mientras el primero describía un patrón de experiencias genéricas que a lo largo de la historia de la humanidad habían configurado los moldes de un comportamiento progresivo, su contraparte, la Denkraum había venido en su auxilio toda vez que el modelo mostraba sus límites. ¿Qué otro nombre podría definir a este segundo término, sino magia? Se hace magia toda vez que, reconociendo los imposibles del pensamiento lógico racional, se apela a nuevas significaciones, a la manera de círculos y caminos sinuosos que desembocan en paisajes desconocidos. Es por eso, por su carácter eminentemente pictográfico,  que en las artes plásticas, en la representación de la pintura, donde este gesto de búsqueda alternativa se hace especialmente presente,  porque  tal vez sea la pintura la manifestación evidente de un proceso de pensamiento marginal y complejo que la ha hecho surgir. Desde esta perspectiva entonces nada tiene que ver con darle a la pintura el lugar reservado a la sofisticación del arte, o a la representación de un mundo exterior que el pincel reproduce, sino más bien, pensarlo como parte de una lógica en la cual el pensamiento se integra en múltiples manifestaciones: pincel, palabra, pluma o lanza, cualquier herramienta sirve para salir del círculo cerrado del pensamiento lineal.

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A partir de 1923, Xul Solar comenzó a escribir los “San Signos”, en esos escritos, se propuso plasmar sus visiones. Bajo esta perspectiva era lógico, la invención del neocriollo.

Si cualquier representación del mundo es una interpretación, una mirada sobre aquello que la subjetividad percibe, y si la Razón construyó su propio registro de imágenes, la magia ha montado el suyo. Y su condición de posibilidad no sólo radica en que sus líneas no son uniformes, sino que habilitan a un mundo de posibilidades que trasciende lo previsible. Este ámbito, repetidamente visitado, ha sido nombrado de diferentes modos, y por supuesto, cada uno de ellos, construye mundos de certezas, nombres, campos de capacidades de acción. Aquí, cabe preguntarse qué sucede cuando ese ámbito de acción se cruza con la pintura.  Si el arte representacionista tenía sus reglas (y sus transgresiones), será que existe otro arte, un modo de dibujar esa otra percepción. Rastrear el momento en el cual Alejandro Oscar Schulz Solari, mejor conocido como Xul Solar, advirtió de ese otro orden invisible, constituye desde el comienzo una empresa sin más sentido que el cronológico. Cuentan que su infancia estuvo atravesada por la muerte temprana de su única hermana, y que fue a partir de ese momento en el cual, el aún niño no pudo evitar preguntarse por la “vida después de la muerte”. Sea esto o no cierto, es indudable que la posibilidad de visionar, de advertir ese otro orden más allá de lo visible, no es algo que le suceda a todos, por lo menos no a la mayoría. Y entonces, veinte años después, su  encuentro en Europa con Aleister Crowley o Rudolph Steiner no hicieron más que canalizar toda esa línea de pensamiento que ya estaba presente en su obra: la pictórica pero también la literaria.

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Incluso, hacer una diferencia entre una y otra, no sería más que una distinción nominal, porque recorriendo sus escritos se encuentra fácilmente una correspondencia entre  las telas y el papel. Justamente, quizá aquí resida una particularidad en el pensamiento esotérico, aquel que más que limitantes en los soportes, encuentre continuidades, medios de expresión creativos para referirse a todo aquello que no es evidente pero que sin embargo, sostiene el supuesto mundo de certezas. La invención del neocriollo, un lenguaje que mezcla elementos del español, inglés, alemán e italiano, vino a suplir la insuficiencia de un idioma hecho de fonemas limitados, para lograr ese estado de conciencia múltiple. Por eso incorpora al mismo tiempo símbolos, a la manera de jeroglíficos, notas musicales o signos del I Ching. Todo es medio de expresión de un mundo que no se maneja con la lógica de lo progresivo y lineal.  Tal vez un buen ejemplo de eso sea la serpiente, un elemento que aparece repetidamente  en sus obras: un cuerpo que representa en su propia linealidad, la línea curva y la metamorfosis. Una figura que al enroscarse en si misma, va potenciando su propias energías, hasta lograr su total metamorfosis, abriendo accesos a nuevos mundos más espesos y más complejos. Estos elementos que se experimentan en la naturaleza, son para el pensamiento esotérico, la duplicación o la evidencia de otro orden, pero no originario, sino más bien, duplicador, potenciador. No hay un elemento esencial y su copia, hay multiplicidad de fuerzas naturales que se van retroalimentando a sí mismas: en la serpiente, la cola y la cabeza son dos objetos que no hacen más que mostrar las posibilidades infinitas de transformación.

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Sería un intento vano buscar  el momento en el cual la lengua ha sido apropiada por los expertos.

En la misma línea, sería un intento vano buscar  el momento en el cual la lengua ha sido apropiada por los expertos. La ciencia moderna ha llamado a la disciplina lingüística, y en el mejor de los casos, esto ha derivado en el estudio sistemático de los signos en la vida social. Pero esa lengua aprisionada incluso en los debates que intentaron liberarla de una supuesta obligación representacional, creyeron que al apropiarse del objeto, sería posible pensar en una palabra fuertemente anclada en su presencia. Asumir, desde posturas más refinadas, que no hay lenguaje que preexista al sujeto, o aún mas, que el hablante es escandido por él, o redoblando la apuesta, que lo dicho siempre tiene un resto, un plus de sospecha, no llega a aprehender el proceso del neocriollo plasmado en el invento xulsolariano. Un lenguaje que en su propia enunciación excede cualquier significación y vale por sus reverberaciones. Aquí, se trata de pensar en un lenguaje donde no solo hablante y signo son indeterminados, sino más bien asumir que la misma palabra abre nuevas puertas a nuevas estadios de comprensión. Todo sucede como si el mismo lenguaje, en su sonido excesivo presentara en su propia constitución, nuevas significaciones, que no obstante se vuelven comprensibles, más allá de su sentido manifiesto. Curiosamente, la fórmula “abracadabra”, deformación de la expresión en arameo “Avrá kadavrí”, podría traducirse como “crearé según mis palabras”. Es en la enunciación donde se constituye el mundo de sentidos, no sólo no determinados, si no en constante transformación. Porque no es una enunciación que depende de la voluntad del hablante, sino más bien, que a determinado estado de conciencia, le corresponde una cierta revelación del mundo que se manifiesta en fonemas. Así, cada revelación fonética se vuelve una especie de varita mágica que se transforma en serpiente, que se transforma en escalera, que se transforma en edificio, que se transforma en sol, que se transforma en cuerpo humano con apéndices animales, que se transforma…. Y todo eso va construyendo un texto, a la manera de jeroglíficos: un encadenamiento de dibujos y símbolos que se encastran y desencastran, y de su interpretación, de su lectura emerge un estado de realidad. La frase “así en la tierra como en el cielo” es la equivalente a “así en la imagen como en el mundo (y viceversa)”.

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En los San Signos existe ese otro mundo revelado que habilita al acceso a otro orden del universo, donde las cosas adquieren más espesor que medios para fines.

A partir de 1923, Xul Solar comenzó a escribir los “San Signos”, en esos escritos, se propuso plasmar sus visiones. Bajo esta perspectiva era lógico, la invención del neocriollo. Incluso, podría pensarse que su invención y su uso, no fueron más que una manera de subversión al idioma tradicional, más aún a una versión que sostenga que el lenguaje sirve para comunicar, conectar conceptos con ideas: esa mirada canónica y cerrada en los que se han constituido los sistemas dicotómicos de comunicación. En ese contexto, para que ese lenguaje fluya en distintos planos, era necesaria la creación de nuevas palabras que no estuvieran desgastadas, contaminadas o ligadas a una tradición prefijada. Por eso, como artista necesitaba crear nuevos sonidos. Y para eso se valió de un sincretismo en el que hizo convivir realidades sociales y lingüísticas provenientes de distintas tradiciones, algunas son las que formaron parte de su infancia, el lenguaje de sus padres, otras tomadas de las tradiciones americanas, y luego de su experiencia en Europa a lo largo de 12 años.  Pero sería falaz suponer que ese artefacto inventado, que fue su lenguaje, es la conjunción de sus componentes. Es el mismo sincretismo de los elementos el que lo transforma en una experiencia reveladora de otros planos, y que sólo sucede en el momento de la enunciación, en ese plus que se actualiza cuando es pronunciado y leído, aunque no necesariamente en ese orden. Aquí el pensamiento esotérico  se constituye como modo de transmisión de estados,  pero que parte de la premisa opuesta a la convencional, y esto es por dos razones. Por un lado, porque la narración de la experiencia, en términos esotéricos no puede ser una práctica colectiva. Por su propia constitución es un tránsito singular y actualizado toda vez que se lo atraviesa, en definitiva un proceso intransferible, pero que sin embargo obedece a un método inicial. Por el otro, asume que no existe ligazón entre las ideas abstractas y los conceptos, porque en el mundo no existe tal división. Al imponerse la continuidad,  existen diferentes capas, atmósferas perceptivas, fuerzas múltiples. Y ya no se trata de describir estados, sino más bien sumirse en uno, en otro, en mirar, oler, escuchar y sentir con más sentidos que los orgánicos para lograr esa transcendencia propia del pensamiento no lineal. Y eso es lo que hace de la experiencia un método, sólo que este, contrario a la ciencia moderna, necesita sí o sí de un sujeto que la atraviese, de un nombre propio.

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La serpiente, como símbolo, puede convertirse en la extensión del propio brazo, y al tiempo que hace camino al andar, accede a una instancia indeterminada.

En los San Signos existe ese otro mundo revelado que habilita al acceso a otro orden del universo, donde las cosas adquieren más espesor que medios para fines. Y esto es así, porque lo que se produce es el vislumbramiento de otro plano de existencia, algo así como la salida del cuerpo físico para proyectarse hacia otras zonas sin dejar de habitar el propio. Pero esta especie de estado de trance que experimenta el artista, solamente puede darse por medio de este nuevo lenguaje. Uno que explore, no la palabra llena, sino sus intersticios. Porque la palabra del lenguaje inventado no parte de un sentido pleno, más bien, aparece como una posibilidad, un lazo que irá tomando forma a medida que vaya recorriendo los espacios de los distintos planos, atada de la mano de ese viajero heroico. Por eso, la serpiente, como símbolo, puede convertirse en la extensión del propio brazo, y al tiempo que hace camino al andar, accede a una instancia indeterminada, y sigue avanzando con destino incierto. Y está claro que ese estado alterado de la conciencia le corresponde un estado alterado del lenguaje. Si es la propia conciencia la que no permanece igual, la palabra debería sufrir las mismas alteraciones. Palabra y cuerpo mágicos quedan amalgamados en un mismo movimiento de transformación. Y sin embargo, el sentido persiste, pero no desde un lugar fijo, sino más bien desde sus intersticios, aquí las reglas gramaticales hacen lugar a una sonoridad que vuelve los objetos tangibles con tan solo nombrarlos. El “abra cadabra” no es más que nombrar a la palabra subversiva y rebelarla contra su destino de significante fijo. La tela que resulta de estas visiones, se sostienen en la impronta del reflejo: “así en la tierra como en el cielo” (y su correlato: así en el cielo como en la tierra”). Y si este soporte refleja en el suelo, es porque otro orden de cosas se sucede en el cielo. Del tránsito planetario, pero también de distintos ordenes que constituyen la subjetividad… de las energías disponibles, de los elementos que se transforman en otras materias, de las causalidades y de los encuentros…de eso se trata el pensamiento mágico. De no buscar certezas, porque tal como lo sospechó Descartes, los sentidos engañan, filtran, velan, y son limitados.

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Tal como lo sospechó Descartes, los sentidos engañan, filtran, velan, y son limitados.

Magia y ciencia, en ambos, hay que atravesar el camino. Pero el mago, contrario al científico, no puede sólo cumplir el manual al pie de la letra, sino que él mismo debe estar abierto a un estado de conciencia que le permita trascender su método, debe crear sus herramientas singulares que lo separen del cuerpo físico. Para Xul, su varita fue el neocriollo, ese lenguaje más expansivo, más amplio y al mismo tiempo más ambiguo que logra plasmar en sus formas fonéticas, las múltiples visiones que se le aparecen a la conciencia luego del proceso de trance que la ha hecho llegar hasta allí. El método y la herramienta se unen en el discurrir de la escena. La secuencia se da entonces en un orden establecido, donde primero se contempla la meditación, luego se la traduce escribiéndola y por último surge la pintura como revelación de un estado de conciencia. De manera que la escena representada no es más que ese pensamiento, una visión que ha surgido de un estado de conexión entre los múltiples planos. Se hace magia entonces, toda vez, que se logra la conjunción integral entre pensamiento, palabra y representación. Cuando se consigue esta plasmación entonces el pensamiento ha podido trascender a su destino fundado en la razón, en la evidencia de un lenguaje que describe un estado de cosas y ha cambiado a la construcción de un lenguajemundo donde palabra y acto, acto y palabra no son meras reproducciones de lo mismo. Son, en cambio, modos en los cuales el cuerpo  involucrado, mediante la conciencia,  transforma la materia de manera total. Y esto es así, aunque en el museo, los espectadores y asistentes crean ver una tela coloreada, allí donde hubo, hay y habrá, revelación de nuevos sentidos y nuevos mundos////////PACO