Viene de la ➡Parte Dos

Un humilde boxeador argentino que de repente tiene dos o tres millones de dólares en su poder no es exactamente un hombre rico, por más lujos que pueda darse. Es simplemente eso: un humilde boxeador que se da lujos porque tiene dos o tres millones de dólares. Pero las enormes cantidades de dinero –generalmente efímeras en estos casos- pueden lograr, entre otros de sus muchos efectos colaterales, acentuar y/o exponer las miserias que un hombre se ha esforzado por esconder durante años. Y allí es donde entra en escena Carlos Manuel Baldomir, “el hombre cenicienta” para los estadounidenses -aunque solo durante el 2006, cuando tuvo su fugaz y sorprendente reinado en la categoría welter: luego cayó en el olvido allí también-. El púgil argentino, sumergido hasta el cuello en las mieles del éxito, recién divorciado y atrapado en los excesos nocturnos, comenzó a tomar decisiones equivocadas, una detrás de la otra, volviendo a darle otro giro inesperado a su vida. Si el primero de ellos logró colmar de orgullo a millones de argentinos, el segundo se encargó de tirar por la borda todos sus logros, el cariño y el respeto que se había ganado. Baldomir, luego de ser campeón mundial, tomó el camino sin retorno de los villanos. Pero antes de que el mundo conociera la verdadera cara de este personaje, él mismo se encargó de relatar gran parte de lo acontecido durante su descenso a las malandanzas. 

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Volviste de ganar el título del mundo y te esperaba un mar de periodistas, ¿cómo te llevabas con ellos?

Yo fui muy renegado con el periodismo, porque ganaba peleas en Europa y apenas decían “Baldomir ganó en Dinamarca” o “Baldomir gano allá” y eso me dolía mucho, porque yo no podía vivir del boxeo, necesitaba un sponsor. Al no tener representante en la Argentina que haga ese trabajo de hacerme más popular o más conocido, me dolía porque no me conocía nadie. Entonces yo decía, algún día que sea campeón del mundo se lo voy a decir a todos ellos juntos y afortunadamente tuve esa oportunidad. Yo vendía plumeros siendo número tres en el ránking mundial. Era número dos y seguía vendiendo plumeros. Y eso me dolía mucho, porque no me conocía nadie. Cuando llego a la Argentina como campeón del mundo en 2006 no había otra noticia más importante, el logro más importante del deporte era yo. Entonces llego, estaban todos los canales y se larga la nota. “Baldomir, felicitaciones por el título, por lo que ha hecho, un boxeador que no conocía nadie…” dijo, pero lo interrumpí: “No me conoce nadie por la culpa de todos ustedes que están acá, yo vengo ganando hace cinco peleas en el exterior y ninguno de ustedes me dio nunca una nota y es por eso que la gente en Argentina no me conoce”. Varias cosas más les dije, pero ahí me sacaron el micrófono y me hicieron otras preguntas. Desde ahí, a mi casa siempre iban periodistas, todos los días o día por medio. Yo a Buenos Aires no iba, les decía “vení a Santa Fe, yo estoy acá y disfruto acá”. Pero allá todos los días era fiesta, una comida o una invitación. Mi señora me acompañaba. Pero por ahí decía “andá vos, yo estoy cansada”. Y cuando me largó solo, chau. Empecé a llegar más tarde, después al otro día y así empezó el problema. La misma noche te va llevando. ¿Qué pasaba? Al otro día tenía una nota y ni me acordaba quién era el periodista o a qué hora estaba pactada. Así que les cancelaba, les decía que estaba descompuesto y que vengan más tarde o al otro día. Y al otro día los tenía ahí. Todo eso era por el rencor que yo les tenía, antes no me hicieron notas, ahora que se la aguanten.

¿Cómo pasaste la etapa de “los amigos del campeón”?

Yo la pasé bien. Quería invitar gente a mi casa y mi mujer me decía “para qué tantos”. Éramos diez, quince o veinte para comer. Pero nadie me sacó nada ni me jodió en nada. Y eran pocos los que me aconsejaban, yo no les daba bola. En ese momento (2006) una hectárea valía mil dólares, hoy vale diez mil. Yo ganaba 50 mil dólares sin trabajar, por diez meses, teniendo un millón en USA, ¿qué me iba a poner a invertir en Argentina si gano 50 mil dólares sin trabajar? No gastaba ni cinco mil dólares por mes. Lo que sí, no sabía cómo traer la plata de allá, el problema era pasarla de allá para acá. Así que traíamos de a diez mil dólares en el bolsillo cada uno. Pero volviendo a la pregunta, yo digo que no tuve los amigos del campeón. Se te junta más gente, sí, pero porque pasas a ser una persona importante, pasas a tener dinero y necesitás un contador. Si querés comprar un negocio o una casa necesitás un escribano, un abogado, gente que vos nunca tuviste porque nunca tuviste nada. Eso me pasó. Algunos te joden y otros te quieren joder, pero nada más que eso. 

Antes hablaste de la noche. Alguna vez mencionaste que después de ser campeón se te acercaban muchas mujeres, ¿es cierto?

En Santa Fe tenía doce al mismo tiempo. Jodiendo por noche, salía a los boliches y siempre una había. Primero era jueves, viernes y sábado. Después miércoles a sábado, después martes a domingo. Vivía de joda. Y vivía en el centro, en una torre de departamentos. Llegué a juntar doce novias. O sea, salía a la noche. Pibas jóvenes. La más grande tenía 27 años. Las otras, 20, 19… Me encantan las chicas jóvenes. “Estas salen porque yo fui campeón y nada más. Cogen y después se olvidan”, pensaba. Pero me llamaban, me decían: “¿Estás bien, estás solo? ¿Querés que pase, querés que salgamos?”. Yo aceptaba. Y así llegué a juntar doce. El conserje me decía: Baldomir pará, vos estás loco, recién vino una y ya estás con la otra, yo ya no sé qué decir. Eso fue en el 2009, en ese tiempo que me retiré. Le agarré el gustito a la noche, un año estuve así y me cansé.  Acá en Junín estuve dos meses y no salí a ningún lado, ni quería conocer los boliches. Pero allá era conocido en los boliches como el campeón. Yo soy re tranquilo, estando re chupado o no. Una sola vez tuve problemas en un boliche, en Santa Fe, estaba borracho y no me querían vender champán. Yo no soy agresivo, pero me hicieron enojar y ahí sí que me quería pelear. Me sacaron los patovicas. Me agarraron entre seis para levantarme, los tipos habrán dicho: si este se nos zafa nos caga a trompadas. Y yo no entendí en ese momento, después empecé a recordar que me agarra uno de acá y otro de acá y yo creí que eran amigos. Pero después me agarraron de las piernas y ahí me sacaron afuera. Me llevó la policía y me tranquilizaron, porque yo no me calmaba. Igual no me hicieron nada, si yo era más bueno que el pan y nunca tuve problemas.

¿Cuál fue tu peor momento?

Cuando me retiré, en el 2009, que estaba separado de mi mujer, solo y en la vida mundana. Salía, hacía de todo. Lo contrario a ahora, que me retiro de vuelta, pero totalmente diferente. Uno ha tenido tantas cosas en la cabeza todo el tiempo que ha vivido con el boxeo: haber llegado a ser campeón, las etapas que ha pasado, haber sido millonario, tener mucha plata… Hoy ya no vivo con ese recuerdo, de por qué hice esto, por qué hice lo otro, gracias a la paz que me dio ser evangélico cristiano, creyente. Es una gente totalmente diferente a otra. Piensan diferente y vivís diferente. Ojo, hay que acostumbrarse. Yo me estoy queriendo acostumbrar y he fallado yendo a la iglesia. He salido y me he emborrachado, siendo que no tengo que tomar. Porque el diablo siempre está. El cambio es muy grande, pero estoy protegido. Con las cosas que me han pasado, tengo un dios y estoy muy protegido. Hace poco choqué un caballo y no me maté, no me hice nada, por ejemplo. 

¿Por qué elegís irte a Junín (Bs.As) después de tu etapa post-campeonato en Santa Fe?

Mario Arano (promotor) me llama y me dice: “Venite acá, que tengo donde te podés quedar”. Fue como una esperanza para salir de la joda, salir de la noche. La noche es brava, porque no es que hay mujeres nada más, hay alcohol, drogas, de todo. En esa entrás fácil, ¿pero cómo salís? No era lo que yo quería. Lo usaba, pero no lo quería, yo no hice todo lo que hice para ser eso, para terminar así. A mí me gustaban muchas cosas, pero siempre tranqui, nunca borracho o drogado en la calle. No era lo mío, pero la noche te llevaba a eso. Es simplemente por eso que vuelvo al boxeo. Nunca lo conté, nunca lo dije, yo he probado drogas. Es a lo que te lleva la noche. Pero gracias a dios hoy estoy bien, es otra de mis batallas ganadas porque uno no está hecho para eso. Conozco a otros boxeadores que no han podido salir o que han hecho cosas malas, que no las quisieron hacer, pero no supieron ponerle fin. Yo no quería eso para mí. 

Habrá sido un cambio difícil abandonar tu provincia.

Sí, por ahí me ves así, que estoy renegado, pero hoy me cambió mucho la vida. Cambié de religión, soy evangélico cristiano y eso me ayudó mucho. El divorcio (de Graciela, su primera esposa) me llevó a la noche, a salir, a los boliches. Y pasa que en la noche tenés todo. Un día me desperté y dije: no quiero estar más en Santa Fe, me voy. Me vine acá a Junín y a las dos semanas estaba firmando un contrato por 60 mil dólares, o sea que estaba perdiendo plata. Esa fue la pelea con el Canelo, que de apurado gané 60 porque podría haber ganado 100. Pero ya había salido de la noche, de los amigos del campeón, de todo. Estaba muy bien de la cabeza y estaba ganando plata haciendo lo que me gusta a mí. Y de ahí hasta hoy estoy bárbaro. No es fácil ser pobre, después ser rico y después volver a la nada. Mi casa donde yo vivía vale 400 mil dólares y acá empecé en una piecita de 3 x 3. Esas son cosas muy fuertes, que por ahí no se entienden. Yo hice todo para estar bien y lo tengo, pero nada más que no lo puedo usar, no lo puedo manejar. Ahora estoy más tranquilo y estoy contento porque voy a agarrar mi parte (NdeR: dinero retenido en USA, en una cuenta a nombre de su exesposa, que él pensaba reclamar) y con eso me voy a hacer unos departamentos. Ahora peleo y me compro un auto nuevo y me alcanza para terminar una casa que estoy haciendo. Me motiva pelear porque gano dinero. Pero antes, cuando estaba así, iba perdiendo los amigos. Pedía dinero prestado para jugar y, como sabían que yo tenía, me lo daban. Y lo pagué. Tuve que vender una casa y esas son cosas que vas perdiendo. Vas perdiendo lo que sos como persona. El jugador pierde la vergüenza. Y el juego te lleva al alcohol. 

¿Qué encontraste en Junín?

Una ciudad diferente. No quería ni salir, recién salí a los tres meses y ahí conocí el primer boliche acá. Cuando salí todos me miraban, ¿qué hace este acá? Hay joda como todos lados, pero es más tranqui. En Santa Fe era campeón, era mi ciudad, donde iba un boliche lo cerraba yo, pero no porque pagaba sino porque hablaba con el dueño y nos quedábamos ahí con minas y ahí venía todo. Es diferente acá. Y extraño Santa Fe, pero no me costó dejar nada. Yo me quería venir de allá, no quería estar más. Y vengo acá y empiezo a ganar plata con la pelea con el Canelo, un tipo que para mí yo le podía ganar. A las dos semanas de estar acá despegué.

¿Quién te acercó a la religión?

Yo lo buscaba hace rato a eso y tenía amigos como que me lo querían decir. Es una religión parecida a la católica, yo siempre fui católico. No es que el pastor te cura ni te va a sanar o algo de eso, sino que te habla de Dios. Después de que fui ahí, empezaron a salirme bien las cosas. Hace ocho meses que voy a la iglesia, soy bautizado y voy siempre los sábados y domingos. Me gustó, me cambió y tengo mucha fe, mucha confianza. 

¿En qué otras cosas notás los cambios desde que vas a la iglesia?

De a poco me va devolviendo todo lo que tenía, porque ahora estoy haciendo una casa grande, por ejemplo. Pero en lo económico, en el trabajo, en todo. Uno fue campeón del mundo, tuvo plata, tuvo fama, ¿cómo dormís con eso hoy? Duermo tranquilo, tengo una paz, no hice nunca daño. Y nunca le había hecho nada a nadie, simplemente no tengo a mis hijos, no tengo a mi familia. El gimnasio lo hice con dos pesos y hoy es una cosa que va creciendo. Me encontré con Dios, que no lo vemos, pero lo sentimos. Hay iglesias que hacen lo mismo, pero te joden y te sacan plata. Pero esta no. El tipo no te cura, han hecho muchos milagros, creen que ha hecho muchos milagros, pero el tipo te dice que fue Dios y tu fe. Me falta mucho, tengo diez meses recién. O sea, no podés tomar, no podés desear a la mujer ajena… me faltan esas cosas. Yo estoy bautizado, pero uno recién empieza.

Cuando hablás de eso se te nota más tranquilo…

Es que hoy estoy mucho mejor, gracias a Dios, tengo la tranquilidad en la mente. Antes no podía dormir porque había gastado mucho, porque no tenía el dinero que tuve, porque no vivía en los lugares que había vivido… Estaba muy mal, depresivo, no vivía bien. Esto me liberó, el pastor me habló y me dijo: “Olvídate, no odies, no tenés que pelear con nadie, ni guardarle rencor a nadie, al contrario, perdoná. Si vos lo perdonás te vas a olvidar de lo que te hicieron”. Y fue así, sino vivía pensando. Hoy no pienso. Mirá que estaba re contento cuando pensé que iba a agarrar el dinero del divorcio y ahora estoy como que se van a dar las cosas de a poquito, no me desespero, tengo trabajo, hago algo de lo que me gusta. Antes venía de correr y me quedaba en mi casa, me pasaba todo el día sentado, no hacía nada. Acá vengo de correr, desayuno y voy al gimnasio, viene un chico y después viene otro y ya va pasando la hora. Después de un rato me digo: 7 horas ya pasé acá. Y las pasé hablando, enseñando, te ven como un ejemplo, como un campeón, como el profe que le enseñás. Y son pequeñas cosas que no tenía en la vida, que estaba vacío.

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Baldomir habla de su propio gimnasio, un espacio amplio y cómodo en un primer piso, cerca de la cancha de Sarmiento de Junín. Arrancó con muy poco, pero luego lo fue acondicionando de buena manera y eso, sumado a su resonante apellido, hizo que el lugar tenga éxito rápidamente. Sobre ese logro, el antiguo monarca welter reflexiona: “Hasta ahora, lo más grande que me dio ser campeón mundial es esto (señala su gimnasio): tener un buen trabajo, ganar guita todos los meses y sentirme contento. Hoy sí puedo decir que aprovecho el nombre. Hay gente, gente y gente. En tres meses entraron 200 personas, están todos anotados acá (muestra un cuadernito gastado). Así que bien, esto es lo que me gusta, me tiene ocupado. Hay chicas, hay varones, hay de todas las edades. Entonces no te distraes. Bueno, sí, te distraen un poco las chicas (ríe)”. 

Luego de probar todos los excesos posibles, con su matrimonio destruido y dejando a sus hijos a cientos de kilómetros, “El Tata” abandonó la provincia de Santa Fe –aparentemente- en busca de un mejor pasar. El miedo a convertirse en un monstruo y destruir el nombre que supo edificarse fue un tema que sobrevoló varias de las conversaciones que Baldomir mantuvo con los periodistas que intentaron descifrar su llegada a Junín y su posterior regreso al boxeo. Pero luego entraron en escena el mencionado gimnasio propio, las ganas de entrenar a boxeadores profesionales, la religión, su nueva pareja (Laura) y la llegada de otro hijo (León, que nació en el 2013). Y parecía que la vida del excampeón se iba ordenando. Sin embargo, lo que a simple vista para muchos era un nuevo comienzo u otro resurgir de las cenizas para el batallador Baldomir, se trataba en realidad de un desesperado escape. Y no solo de las miserias que se escondían en los boliches de Santa Fe: había mucho más guardado en las oscuridades de este excampeón mundial de boxeo a punto de saltar a la superficie. 

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Carlos, ¿extrañás a tus hijos?

Sí, quiero estar con ellos y verlos, ellos me aman porque los llevé a todos lados, porque soy el padre y siempre les di todo. He sufrido mucho por ellos y yo digo que ellos han sufrido más que yo, porque son más chicos y no saben. Me pasa cuando voy a verlos que me vengo muy triste, porque los dejo. Voy, los visito y me voy. Quedan tristes ellos y yo peor todavía. Dirán: por qué no se queda. He ido con mi novia, con Laurita, y me dice que Graciela (su exesposa) me sigue queriendo, dice que ellas entre mujeres saben. Yo la miro a Graciela y hasta sé lo que está pensando. Pero ya no la amo, para mi es la madre de mis hijos y la quiero, pero como quiero a un amigo, a un compañero, a un pariente. Ya no la miro como mujer. Después del divorcio nos llevábamos muy mal, porque ella andaba muy dolida. Ahora tanto no, hablamos poco, hablo más con los chicos. Ahora se puede armar lío cuando le presente la idea de traer la parte que queda allá. Ella cree que yo no iba a hacer nada por eso. Tampoco iba a hacer, era la idea que ese dinero quede para los chicos hasta que sean grandes, que lo vaya gastando, ¿pero y si ella lo gasta antes? Eso pensamos cuando estaba casado con ella. Y eso lo gané cuando yo estaba casado con ella. Yo no estoy en la cuenta, está ella sola, pero ahí están todos los cheques depositados a mi nombre. Ella no puede sacar más dinero de ahí, porque ella es turista y se han dado cuenta que un turista tiene mucho dinero, ¿de dónde lo sacó? No pudo tocar más la cuenta y eso me favoreció.

¿Cómo es la relación con tus hijos?

Es bárbara con los cuatro. Excelente. Me aman, no se olvidan nunca. Te repito, si yo sufrí por no tenerlos a ellos, a veces pienso cómo habrán sufrido ellos por no tener al padre. Los vi nacer, los crie y después que te los saquen, que te los arranquen… Si me dolió a mí, te imaginás a ellos, que son más chicos. Por eso me deben querer tanto. 

Graciela contaba en un viejo reportaje que eras muy pegado a ellos y que les dabas todos los gustos, que te sacaban lo que querían. ¿A la distancia cómo es la relación?

Sigue siendo igual, pero ahora la que maneja todo es la mamá. Ellos no me piden nada, me piden algo por ahí cuando peleo, pero saben bien que las cuentas las lleva y las maneja la mamá, supuestamente con lo que yo les dejé a ellos. Pero siempre es lindo llevarles un regalito o algo.  Ahora los veo cada un mes o dos, tres como mucho. Igual hablo siempre con ellos. 

¿Cómo viven allá?

Mis hijos no me piden nada, ellos siguen viviendo como yo los dejé: bien. Viven en el mismo nivel de vida que cuando yo era campeón. Y ahora lamentablemente yo necesito esa parte, que ella no sabe que se lo voy a pedir. Pero como no me quiere dar dinero… Antes no me lo daba porque yo jugaba y está bien, pero ahora es diferente. Pero bien, yo creo que este año va a ser muy bueno. Estar bien de acá (se señala la cabeza), no pensar lo que hiciste, ganaste o perdiste. Ya fue. Están muy bien mis hijos. Y ahora que puedo recuperar un dinero grande voy a estar muy bien, yo quiero vivir tranquilo, no pensar, ni tener remordimientos de que hiciste las cosas mal. Y eso me lo da la iglesia. Ser evangélico, creer en Dios es algo que te cambia la vida. Porque es todo si Dios quiere, si vos lo merecés Dios te va a dar todo. Y te da más hasta donde vos crees que te va a dar menos////PACO

Continúa en la ➡Parte Cuatro

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