A un año casi exacto de que se definan las candidaturas para las elecciones de 2021, vamos a centrarnos, analíticamente, en Horacio Rodríguez Larreta (HRL) como centro de gravitación de la coyuntura política hoy, por varios motivos y en diferentes planos.

El primero y desde lo formal, por ser el gobernante de la ciudad que, por sus características, es la más comprometida por el covid-19. También por la cuestión estructural e histórica de que todo lo que pasa en la Ciudad de Buenos Aires se transforma en “nacional”, aunque no lo sea; pero es una vidriera al país y funciona bajo esa lógica. Esas dos cuestiones, atan a HRL a la misma suerte que Alberto Fernández en sus destinos políticos inmediatos. La resolución o no de la crisis por covid-19 los catapulta a ambos o se los lleva puestos a ambos. Y parecen haberlo entendido rápidamente los dos.

Por otro lado, en un pliegue más profundo de la política, se juega la disputa por el liderazgo al interior de Juntos por el Cambio.

El año pasado, al perder Macri las elecciones nacionales y ganar HRL nuevamente la Ciudad de Buenos Aires con buen margen, emergió este último candidato natural del espacio opositor. A esa situación se le agrega ahora el manejo de la crisis de la pandemia, y la particular importancia de la ciudad con respecto a esta cuestión.

Esto exacerba eso que le gusta decir a Ignacio Zuleta de que en Argentina existen dos partidos: el de los que gobiernan territorios y el de los que no lo hacen. Que esas dos grandes categorías unen y generan más intereses en común y más lealtades que los partidos, las coaliciones o los mandatos ideológicos. Es exagerado, pero algo de eso hay.

Ahora, volviendo a la figura de HRL, un principio básico de la política, desde Sun Tzu, pasando por Maquiavelo, hasta hoy, es que tu propio espacio esté unido (y si es bajo un liderazgo unívoco mejor) y el espacio de tu oponente esté fragmentado. En 2015 Cambiemos ganó porque el Frente nacional, digamos, fue separado. Sino no podría haber ganado nunca. Y siguió ganando mientras eso se mantuvo, como en 2017 donde Massa, CFK y Randazzo fueron separados. Cuando CFK hace la jugada de poner a Alberto de candidato, logra encolumnar a todo este frente detrás de eso y se gana.

Parece sencillo de decir, pero es difícil de hacer. Porque entre otras cosas, como dice Aníbal Fernández, todas las noches los curas se acuestan pensando en llegar a Papa. En política pasa igual, y todos tienen aspiraciones. Entonces manejar esos frentes en su dimensión ideológica, política, económica, de intereses y sectores de poder detrás de proyectos personales, de egos, de bandas, de subsistencia de toda una cofradías de tribus de la política que también se expresan y tienen sus herramientas de presión, no es fácil.

La política en nuestro país es muy salvaje. Cuando uno lee lo que pasa en otros países, o incluso cuando mira cine o series como House of Cards (solo por citar una), aun teniendo en cuenta la simplificación que el lenguaje cinematográfico o televisivo aplica para narrar, se da cuenta que la política en nuestro país es salvaje, y que estamos más cerca de nuestro “destino sudamericano” que de un super martes Demócrata en Vermont.

Como dicen que decía Néstor Kirchner en la intimidad cuando estaba por asumir la presidencia: “Este es un país de hijos de puta, yo voy a ser el más hijo de puta de los hijos de puta”. Algo parecido me dijo Julio De Vido hace unas semanas atrás en una entrevista, no es fácil manejar el poder en Argentina, y menos desde el peronismo. No es para cualquiera.

Entonces aparecen fuegos cruzados de todos lados, entre bloque de gobierno y bloque opositor, pero también al interior de cada uno de estos bloques. Y unos se apalancan en otros, adversarios de sus adversarios, para lastimar a competidores internos. También esto es más viejo que la injusticia.

El gobierno mantiene la iniciativa política sentando a HRL al lado suyo en la conferencia de prensa del sábado 8/5 y obligándolo a hacerse cargo políticamente. Y al mismo tiempo acusa públicamente, pero sin nombrar, a los que quieren “torcerle el brazo”. Zuleta dice que ese palo es para Pichetto y para Prat Gay, que en la semana habían salido fuerte a pegarle al gobierno por la cuestión económica. Y agrega que Alberto le está pegando al chancho para que aparezca el dueño del chancho, que es Macri.

Esto tensiona aún más la ya problemática relación que existe en el bloque opositor. Donde hace algunas semanas atrás todos los diputados de la Coalición Cívica se fueron del grupo de WhatsApp del interbloque de Juntos por el Cambio, molestos con la irresponsabilidad y hasta con la agresividad con que algunos diputados y referentes del PRO, como Iglesias, Pichetto o P. Bullrich, estaban manejándose contra el gobierno: el fogoneo a los cacerolazos y el reclamo de la baja de sueldos de la política, entre otros puntos.

A su vez, hay un grupo de unos quince diputados que responderían al liderazgo de Monzó, de mucho y muy buen diálogo con Massa, que estarían siendo parte de esta fisura en contra de Macri y detrás del proyecto de HRL, donde también se encolumnarían Cristian Ritondo (jefe del bloque Pro en Diputados que hace unos días en una entrevista dijo que el PRO “debía hacer una autocrítica y luego abrirse”, y que era una “oposición constructiva”), Mario Negri (jefe parlamentario radical pero vocero de la oposición e interlocutor predilecto de Alberto), el colorado Santilli (vicejefe de gobierno porteño), Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal, el senador Lousteau (veterano ya en saltos de garrocha), Maxi Ferraro (líder de la CC), y los intendentes bonaerenses Julio Garro, Néstor Grindetti, Jorge Macri y Diego Valenzuela. Hasta Carrió está con una prudencia insospechada en otros momentos de su vida política, al punto que en la nota de ayer de Perfil a Massa, este la destaca .

El gobierno alimenta esta fisura y está bien. Puede parecer innecesario ahora, porque al oficialismo se lo ve fuerte, aunque tiene sus tiranteces, no olvidemos que es un gobierno de coalición, prácticamente. Pero para dimensionar lo dinámico de todo esto, recordemos solo como ejemplo que todavía no cumplió un año la foto de Alternativa Federal donde estaban Massa, Schiaretti, Pichetto, Urtubey y Lavagna. Menos de un año que parece una década. El gobierno no puede dormirse si quiere mantenerse en pie ante la magnitud de la crisis que estamos viviendo.

El riesgo de esto, como siempre pasa, es que -como dice Carlos Maslatón- en política el invento revienta al inventor. Le pasó a Duhalde con Kirchner. Le pasó a CFK con Macri en su momento. Y puede pasar ahora también, pero creo que es un riesgo que Alberto, hoy, está obligado a correr.

A su vez el juego es a varias bandas, porque la relación con Gerardo Morales, verdadero jefe político del radicalismo, también es muy buena y parece haber quedado atrás el conflicto por Milagro Sala. Morales se refiere públicamente al gobernador de la provincia de Buenos Aires como “Axel”. Alberto se refiere al jujeño como “Gerardo”, y le da la palabra en primer término en la videoconferencia con todos los gobernadores que se hizo la semana pasada. Y en una entrevista con Infobae de hace cinco días, Morales ninguneaba a Macri de la siguiente manera: “Hace mucho que no estoy en contacto con él. No estoy participando de las reuniones de la mesa de Juntos por el Cambio”, para después agregar: “Por ahora no quiero participar porque estoy medio químicamente impuro”. Toda una definición.

A su vez, según Zuleta, Morales y HRL están distanciados después del episodio del micro con turistas que la ciudad de Buenos Aires devolvió a Jujuy cuando arrancaba la cuarentena, contra flor al resto de picardías que mantendrían tenso el vínculo hasta hoy, y algunas voces ya agitan que el jujeño, que no tiene reelección provincial en 2023, fantasea con escenarios que HRL ya se está probando. Igual falta un montón.

Al mismo tiempo, el bloque de gobierno tiene sus propias tiranteces estructurales. Es una coalición que viene congeniando bien, en términos generales, pero que está parada sobre la base de Alberto, que hasta ahora no desarrolló músculo político propio, sino que se lo ve cómodo en ese rol que tuvo siempre de mediador, de hombre de consensos y no de constructor de armado propio; Massa, que se mueve más como un jefe de gabinete que como un presidente de la cámara de diputados, con mucho protagonismo y muy en su salsa, y siendo uno de los actores principales de estos diálogos con el resto de la política; donde hasta dicen que juega un rol Máximo Kirchner también. Y por el otro CFK, que aunque se la ve bastante dialoguista (las negociaciones por la sesión virtual de esta semana en el Senado lo demuestran, cedió en casi todo lo que la oposición le planteó), no pierde oportunidad de tensionar cuando se le presenta la oportunidad, sobre todo en cuestiones vinculadas a la agenda judicial, como en el caso de la jueza Ana Figueroa, que reconoció presiones del macrismo por el voto en la reapertura de la causa del memorándum con Irán. CFK aprovechó para cuestionar en su cuenta de twitter a HRL por haber premiado a la persona sindicada de ejercer esos aprietes, Juan Bautista Mahiques, con la jefatura de la fiscalía general de la ciudad de Buenos Aires. En el acto de asunción de Mahiques estuvieron en primera y segunda fila para congratular al funcionario, una variopinta fauna de multipartidarios, entre los que se destacaron el ministro del Interior Wado de Pedro (son coterráneos), el jefe de asesores presidencial y uno de los jefes del peronismo porteño Juan Manuel Olmos, el Defensor del Pueblo porteño Alejandro Amor y la ministra de Justicia Marcela Losardo, además de varios referentes de Juntos por el Cambio, por supuesto. Una significativa muestra de cómplice concordancia.

Además de todo esto, HRL está en el ojo del huracán porque ayer martes 12 de mayo arrancó una apertura importante de la actividad social, comercial e industrial de la ciudad. Esto pasa en medio de la disparada de la curva de contagios en el distrito, con especial foco en las villas y en el barrio de Retiro en particular. Y no es a ñudo remarcar que la apertura no se está determinando porque las cuestiones sanitarias lo habiliten (más bien lo contrario) sino por la necesidad económica de empezar a abrir,y por la presión del círculo rojo, que como todo el país sabe, reside y atiende en Buenos Aires.

Es un verdadero misterio qué resultados va a tener esta apertura, y me animo a pensar que no van a ser de lo mejor////PACO

*Este texto fue publicado en revista Hamartia y formó parte de la columna sobre política que el autor tiene todos los lunes en el programa «No nos queda otra» de Radio Rebelde AM 740.

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