Sociedad


La marcha de la marihuana

Ayer, todo el día en Avenida de Mayo fue un caos. Desde temprano el olor a porro invadía todo, mucho más que de costumbre, hábito que en el microcentro practican los lúmpenes que viven en al esquina y los artesanos y revendedores de productos artesanales que tienen puestos en una galería cercana. El súper chino de la misma cuadra donde está la librería parecía una tienda de armas de Budapest. Negros y más negros comprando cerveza, fumando porro y tratando de robar sandwiches. Un chino grandote en un momento los echó a todos y se puso en la puerta como patovica, mientras la gente debía hacer cola en la vereda para comprar.

A metros de la plaza de mayo todos los fines de semana hay algún tipo de evento que interrumpe la pasividad burguesa del Microcentro porteño. Ya sea una marcha política de partidos de izquierda (los únicos que protestan un sábado) hasta festejos de colectividades, recitales y ferias de todo tipo. Ayer fue la Marcha de la Marihuana, y en su momento más álgido pude ver un 70% negros del conurbano que aprovechaban la oportunidad para fumar porro indiscriminadamente en el centro. Nos paramos en la puerta del negocio con mi compañero protegiendo los libros con los brazos cruzados y el semblante serio. La mitad de los negros miraban con cara de afanar y a veces se golpeaban entre sí, medio en broma, medio en serio.

Cartel Mmm2014

A robar entraron a la tardecita, cuando todo había terminado y quedaron rateritos vagando libremente por las calles, borrachos y drogados. Sólo eran ladronzuelos, hurtadores, ni siquiera se animaron a ejercer la violencia. Unos vieron el escritorio de adelante vacío y creyeron que era una caja. Yo estaba en el mostrador de atrás con la cajera, tomando unos mates, y un negro entró rápidamente y se fue al escritorio, que desde la visual del mostrador de atrás es un punto ciego. Por la cámara, la cajera vio cómo el tipo se dio cuenta que no había guita y le hizo señas al amigo. El amigo, a su vez, le hizo señas indicando que yo estaba yendo para allá, y cuando llegué el negro catinga estaba hojeando un tomo de Los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César.  Me acerqué al escritorio y lo primero que hice fue agarrar la trincheta que estaba ahí y meterla en mi bolsillo. Me quedé parado al lado, mirándolo fijamente, me miró de reojo un par de veces y se fue tan rápido como llegó.

El otro negro sucio optó por la táctica del surrealismo. Entró gritando «¡¡¡Charles Darwin!!! ¡¡¡Charles Darwin!!!». Yo me levanto y voy hacia él y le digo «¿qué?» y seguía repitiendo «¡¡¡Charles Darwin!!» y me miraba. Yo mantuve la mirada y no le dije nada. Volvió a decir «¡Charles Darwin!». Le digo «¿qué pasa con Charles Darwin?» Me dice «¿tenés de Charles Darwin?». “No, no tengo”, le contesté. El negro rata empezó a mover distraídamente unos libros de la batea, imitando el movimiento de lo que consideraba un cliente de una librería, yo me quedé parado al lado, mirándolo de vez en cuando con atención, por unos segundos. En un momento me dijo «loco, yo estoy acá para mirar, nada más». Le contesté «yo también.» Movió unos libros más y se fue.

A mí la situación no me molestó mucho, los rateros son todos iguales siempre. Pero era de noche y se veían en la vereda más como esos. Algunos entraban. Es común que haya dos o tres borrachos de noche por ahí, pero la Marcha de la Marihuana los había traído a todos juntos y les había dado una sensación de impunidad, de que podían violar cualquier ley en cualquier momento porque habían roto lo que parecía la gran excusa para agarrarlos siempre. Esa sensación estaba reforzada con la muy poca policía en la zona, que tampoco estuvo durante la marcha. Así que la cajera estaba histérica, sintió miedo las dos veces cuando entraron los tipos. No era para menos: abajo de la caja había 15 mil pesos y el lunes deberían empezar a pagar los sueldos, si nos afanaban no sólo era el mal rato, sino que nuestros sueldos se retrasarían. Así que le wasapeó al dueño y él dio la orden de que cerráramos.

marcha_mundial_de_la_marihuana_2014

La Marcha de la Marihuana es la marcha del prensado. Potenciales cultivadores vi, como mucho, una decena. Los otros 5500 tipos eran vagos que aprovechaban para fumar porro mientras caminan por el centro. Tipos con bombos que cantaban cantos de hinchada poniéndole la palabra “argentina”. Bombas de estruendo durante toda la tarde. Pendejas con jeans apretados bailando reguetón con una botella cortada llena de fernet. La Marcha de la Marihuana fue una excusa de esa gente para tomarse vacaciones de las leyes en terreno enemigo durante al menos una tarde, y es el espejito de color que se autovenden los clasemedieros que no tienen ni una sola idea de nada pero se quieren hacer los que «participan». Si me confundieran con esa gente por disfrutar tanto la marihuana que estoy fumando mientras escribo esto, me daría mucha vergüenza.///PACO