Libros


Los padres de Martin Amis

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La parte difícil del amor
es ser lo suficientemente egoísta,
es tener la ciega persistencia
de amargar una vida
por tu propio beneficio.
Qué mejilla hay que poner.

Philip Larkin

No digo, por supuesto, que he llegado a ser lo que soy sólo por tu influencia. Eso sería muy exagerado (y bien que me siento atraído hacia tal exageración).

Franz Kafka 

Todos los artistas de la mentira, todos los ilusionistas y prestidigitadores, tienen una limitación: se emborrachan con su arte.

Martin Amis

Para Martin Amis el núcleo de la narración siempre fue lo que E. M. Forster llamaba un personaje redondo, que, en contraposición al personaje plano, es aquel que posee la capacidad de sorprender convincentemente al lector. Paralela a esta exigencia, Amis siempre supo que la identificación entre narrar y entramar era una condición sine qua non para entretener. Asentado en esta poética aprendida en Dickens y Henry Fielding, en Saul Bellow y Vladimir Nabokov, desde The Rachel Papers (1973), su primera novela, uno de los mecanismos manejado eficazmente por Amis ha sido el de ligar lo «alto» con lo «bajo» para dar un paso más allá y mostrarnos a lo «bajo» como lo «alto» y viceversa. Amis se ha empeñado en destruir los discursos validadores de la estratificación social y las justificaciones moralistas. A su modo, él también fue un angry young man, cronológicamente tardío, que, como sus predecesores, nunca vio un futuro mejor. Todos somos susceptibles de caer bajo los demonios de la violencia como víctimas o victimarios, todos vivimos presos de obsesiones, el mundo es un caos, Inglaterra está terminada desde la derrota en el canal de Suez y la realeza es un estigma medieval (en Yellow Dog, de 2003, se da el lujo de liquidarla, amén de regodearse con las simpatías islámicas de la princesita Victoria y las complicaciones anales del rey Enrique IX…). Y si hablamos de composición de personajes, Amis supera a la novela realista que lo antecede, incluyendo a su padre, Kingsley Amis, o a Allan Sillitoe, el único escritor profesional exitoso surgido de la clase obrera inglesa. Las tramas se impregnan de los personajes, de sus deseos, de sus vicios, de su humor, de su ferocidad. En cada uno de ellos, impúdicamente, quirúrgicamente, Amis apuntó a trazar una Gestalt que nunca podríamos remover del clima social y cultural. Son buenos ejemplos los fracasos simétricos de los disímiles Keith Talent y Samson Young en London Fields (1989) y de las disímiles Mike Hoolihan y Jennifer Rockwell en ese policial paradójico que es Night Train (1997), las masculinidades conflictuadas de Xan Meo y Mick Meo en Yellow Dog (a pesar de sus coqueteos con la misoginia, la virilidad se ha ido convirtiendo para Amis en una fuerza menos real que imaginaria), la simpleza tilinga y criminal de Lionel Asbo en Lionel Asbo: The State of England (2012), el delirio incurable que hermana a John Self y Fielding Goodney en Money: A Suicide Note (1984). Trama y personaje fusionan explosivamente el pent house con el suburbio, Londres con New York, la lucha de clases con la lucha de géneros, el erotismo con la pornografía. Pero hay un personaje sumamente especial en la corte de Amis: el propio Amis. Ya había aparecido en Money como un quisquilloso escritor que se «rebaja» a trabajar como guionista profesional y aconseja al anárquico John Self. La entrada del Amis personaje en la novela hizo que Kingsley revoleara el libro por el aire. Ahora ese personaje es la figura central de Inside Story: A novel (2020), su último libro, un collage de memoir y ficción, con un aire a despedida, plagado de opiniones sobre el Holocausto, el conflicto palestino-israelí, el Brexit y un largo etcétera, además de notas lúcidas sobre el oficio literario.

Partiendo las opiniones en cuanto al vigor del estilo, como sucede desde House of Meetings (2006), muchos han visto en Inside Story una repetición de hechos y semblanzas ya escritas en Experience (2000), sobre todo en lo que respecta a su padre, y en numerosos artículos ya publicados en diarios y revistas, lo que es parcialmente irrefutable. Sin embargo, hay en Inside Story un curioso tour de force (que los enemigos de Amis juzgan como maniobra comercial de un escritor en decadencia): el supuesto affaire sentimental de Philip Larkin (a quien Amis considera, por sobre Auden y T. S. Eliot, el mejor poeta en lengua inglesa del siglo XX) con Hillary Ann Bardwell, la madre de Amis y primera esposa de Kingsley. Pero eso no es todo. El motor narrativo de la zona ficcional de Inside Story es Phoebe Phelps (una ex escort, luego madama y ejecutiva financiera, mix de Nicola Six de London Fields, Selina Street de Money y Karla White de Yellow Dog), la novia que condensa a las mujeres alguna vez amadas por Amis. Phoebe, que retorna una y otra vez a través de los años, representa un dilema al que se suelen enfrentar los personajes masculinos de Amis: el amor puede llevarnos a una terra incognita de ramificaciones imprevisibles, o, en un sentido más laxo, a la estabilidad emocional, que desemboca en el matrimonio, que desemboca en el aburrimiento. Cuando Amis deja definitivamente a Phoebe para formar una familia, ella replica el abandono enviándole una carta, el 12 de septiembre de 2001, en la que revela que Larkin es su padre biológico. El día después de la caída de las Torres Gemelas cae la paternidad de Kingsley y renace la novela familiar del neurótico Martin. Phoebe afirma que ha sufrido insinuaciones sexuales de Kingsley (¿otro chiste pesado?), que luego este justificó con el argumento de que nada de eso hubiera ocurrido si fuera realmente el padre de Martin. Las revelaciones de Phoebe son, en todo caso, una ironía maliciosa del hijo contra un padre que le reprochaba apelar a la autobiografía en sus novelas. Pero las hipótesis y elucubraciones de Amis sobre la cuestión ocupan buena parte de Inside Story. Entonces, ¿es posible que Larkin sea el padre biológico de Amis? Aun si se tratara de un hecho verídico (lo que significaría que durante años estuvimos leyendo a Martin Larkin), o de un chiste pesado sobre la autoficción, esta no es la primera vez que Amis se embarca en la dialéctica, en su visión sombría, entre la paternidad sustituta y la paternidad biológica (recordemos a Mick Meo y Joseph Andrews en Yellow Dog y a Barry Self y Fat Vince en Money). Amis sabe de lo que habla. En 1994, a los dieciocho años, Delilah Jeary, cuya madre, la periodista Lamorna Heath, se había suicidado en 1978, supo de boca del escritor Patrick Seale, el viudo de Heath, a quien hasta entonces Delilah creía su padre biológico, que este era en realidad Martin Amis. John Self se pregunta en Money si la paternidad es tan importante como nos quieren hacer creer. Por la insistencia con la que aparece en su obra, la respuesta sería que para Amis sí lo es.

Aunque el pulso narrativo haya decaído un poco (bastante para algunos), Inside Story tiene pasajes conmovedores sobre las muertes de Saul Bellow, uno de sus maestros (y padre literario tras la muerte de Kingsley en 1995), y de Christopher Hitchens, su mejor amigo y cuasi gemelo brillante y mordaz. También Amis rinde homenaje a Iris Murdoch (hay más de una semejanza entre la excelente A World Child, de 1975, de Murdoch, con Success, de 1978, de Amis) y a otra escritora con la que tuvo una peculiar relación de amor-odio, Elizabeth Jane Howard, su madrastra, quien lo estimuló para que leyera y escribiera cuando Amis era adolescente.

Es probable que después de leer Inside Story Amis flote en la cabeza del lector como un personaje que resplandece en tanto absorbe los reflejos de las vidas reales que ya fueron. Este efecto crepuscular, ignoramos si buscado o no, resguarda una verdad que el ex enfant terrible alcanzó después de los setenta años: No somos más que presencias caleidoscópicas encerradas en una inside story que nunca comprendemos del todo////PACO

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