I
Si Kim Jong Un hubiera nacido en otro lado, sería una estrella de Twitter y de Instagram. Es gordito y tiene un elaborado estilo propio. Únicamente por anacrónico podría pasar por hipster —esos tapados estilo soviético, la media americana con gomina; si le creciera, seguramente tendría barba—; los ojitos y la sonrisa porcinas, las ristras de festejantes más feos que él, midiéndose a razón de la circunferencia frugal de la conveniencia. Tiene la plata de papá detrás, y la capacidad para ordenar ejecuciones, pero eso es accidental.

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Si Kim Jong Un hubiera nacido en otro lugar del mundo, imaginen lo que podría escribir en Twitter sobre las pasiones desenfrenadas de las gorditas a su alrededor —imaginen por dos segundos su VIP en La Rispé, imaginen sus DM de coger, imaginen sus quejas y sus alegrías en 140 caracteres, sus opiniones sobre la serie estúpida de televisión del momento—, y todavía quedarían todos los filtros que podría ponerle en Instagram a sus tanques de guerra de museo, a sus monumentos grotescos de bronce, a los platos de comida exóticos probados antes por alguien cuya función es envenenarse antes que Kim Jong Un. Una pena que Kim Jong  Un haya nacido detrás de la Cortina de Bambú de Corea del Norte, una cortina de vergüenza. Porque en vez de formar parte participativa de algo bastante parecido al entretenimiento, le tocó la burla, el señalamiento, el escarnio. Kim Jong Un es un gordito en la era de Twitter pero sin Twitter. Y esa sí es una tragedia.

II
En el mundo de Kim Jong Un no existe la ironía. Que puede compararse —como J. M. Coetzee en su última novela— con la sal de la vida (tal vez no de la vida, pero sí con la sal de la comida; en Novilla se come sin sal y nadie es capaz de la ironía). Pero la verdadera desgracia es que esa carencia convirtió a Kim Jong Un en un consumo irónico en sí mismo. Y no solo de la prensa internacional: también de la diplomacia internacional, el mercado de armas internacional, las intrigas geopolíticas internacionales y del sentido del humor internacional (después de internet, es difícil que algo relevante no se vuelva general e internacional a menos que lo frene una cortina de vergüenza).

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Si Kim Jong Un fuera repentinamente transportado al mundo real, terminaría siendo —con seguridad— uno de esos críticos gastronómicos o de cine o de modas —no lo veo leyendo a Kim, no lo veo demasiado capaz de concentrarse en algo como un libro si llegara a los estímulos del mundo real— que sobreviven con gusto en la bolsa de sentidos amorfos del periodismo. Uno más de los que cuando intentan escribir literatura les salen recopilaciones de chistes y que cuando hacen un chiste les sale literatura, es cierto. Pero uno más feliz. Si me pidieran recomendaciones, Kim Jong Un podría dirigir perfectamente una revista de papel sobre amenities pensada para el gusto generacional de quienes fueron educados en countries. Tendrían algo en común con él, algo que los victimizaría a todos bajo un orden común.

¿Qué hay detrás de la Cortina de Bambú? Kim Jong Un nació en 1983 y es Supremo Líder de un ejército de 1.200.000 hombres en Corea del Norte desde la muerte de su papá en 2011. La asunción se hizo cuando todavía faltaba una semana de funerales masivos (los súbditos de rodillas, hombres y mujeres, civiles y militares, llorando dramáticamente ante los monumentos públicos del antecesor, todo en primer plano de la televisión: está en YouTube). La política en Corea del Norte es simple y práctica: existe el Partido de los Trabajadores (Kim es el Primer Secretario), la Comisión Militar Central (Kim es el Presidente), la Comisión Nacional de Defensa (Kim es el Primer Presidente) y el Ejército del Pueblo de Corea (Kim es el Comandante Supremo). Por si fuera poco, cuando Kim Jong-il, su papá, se murió, las autoridades anunciaron que Kim Jong Un —que tal vez juegue a la PlayStation en secreto pero que también fue educado en Suiza— había heredado también la ideología, el liderazgo, el carácter, las virtudes y el coraje de Kim Jong-il. Entonces, ¿quién está dispuesto a denunciar públicamente y con coraje al Primer Secretario, el Presidente, Primer Presidente y Comandante Supremo por los fusilamientos, las persecuciones a disidentes y ese combo completo de oprobios ordinarios que hace que fuera de Corea del Norte llamen a Kim Jong Un simplemente dictador? Exacto. Nadie con una expectativa de vida realista en Corea del Norte. Porque el poder es tentador y el poder represivo es más tentador todavía, así que no hay más que imaginarlo en las manos de un gordito que es fanático del básquet norteamericano y que se hizo visitar por Dennis Rodman en su propio país, donde está prohibida la Biblia.

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¿Tuvo alguna vez Kim Jong Un relaciones sexuales? ¿Aunque sea un gordito sin Twitter? Sí, porque Kim Jong Un puede no tener cuentas públicas en las redes sociales, pero sí es Primer Secretario, el Presidente, el Primer Presidente y el Comandante Supremo de todos los poderes formales de Corea del Norte. Y eso, entre las chicas de Corea del Norte, es suficiente para lograr que alguna se sienta interesada (o sea inmediatamente fusilada). Según Denis Rodman —mucha de la información disponible tiene a Rodman como fuente—, Kim Jong Un es el padre de una nena que nació en 2012, justo para el primer aniversario de la muerte de su abuelo (aunque la especulación hace que ese justo sea menos casual: un equipo de médicos se habría ocupado de inducir el parto justo cuando se cumplía el aniversario… ¿Pero una nena? ¿Una heredera en vez de un heredero…? ¿En Corea del Norte?)

III
Tal vez funcione. Las chicas en Corea del Norte no son tan blandas y sentimentales como esas occidentales que filman y narran documentales sobre la evanescencia de su propia vida, su propio deseo y sus propios mandatos biológicos y familiares. Las chicas en Corea del Norte, en ese sentido, son menos contemplativas. Ri Sol-ju, por ejemplo, que es la esposa de Kim Jong Un, aprobó que su marido ordenara el asesinato por ametrallamiento de la cantante Hyon Song-wol. ¿Quién era Hyon Song-wol? Una antigua novia de Kim Jong Un.

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El asesinato se realizó en agosto de 2013. También ametrallaron a otros doce cantantes y músicos. La sospecha era que Hyon Song-wol se había dejado filmar cogiendo con uno o varios hombres y que esos videos se habían puesto a la venta. Vamos a cubrir un bache cultural: en Corea del Norte las sex-tapes no se consideran una forma banal de la libertad individual sino pura degeneración moral. Así que, si las cosas van bien para una sex-tape, no vas a terminar en una obra de teatro de revistas en Carlos Paz, ni te casás con un futbolista de segunda con salario en euros; más bien vas a parar a una fosa común, ametrallada por las balas de una AK-47 después de haber sido violada durante algunos días por los torturadores a las órdenes del Supremo Líder.

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La última víctima conocida de Kim Jong Un fue su propio tío, Jang Song Thaek. Al estilo retromaníaco del gran Joseph Stalin, los hombres del politburó de Corea del Norte no solo aniquilaron a Jang Song Thaek del mundo fenoménico sino también de la historia de su país, borrándolo de las fotos oficiales durante marchas y desfiles junto al Supremo Comandante. El motivo del juicio y el fusilamiento no fue haber participado de una conspiración concreta para eliminar a Kim Jong Un, de quien hasta ese momento había sido un mentor, sino de tener suficientes seguidores para hacerlo si hubiera querido hacerlo. (¿No hay Twitter en Corea del Norte? Yo creo que hay, pero por otros medios).

En la declaración oficial, Jang Song Thaek fue llamado «traidor de la nación para siempre», «peor que un perro» y «despreciable basura humana». Para justificar más la ejecución —Corea del Norte tiene ese pequeño vicio mundano occidental y necesita creer que tiene que justificarse—, también lo acusaron de drogadicto, adúltero, corrupto y apostador. Pero, en realidad, no hacen falta demasiadas acusaciones cuando el Supremo Líder se encapricha con la muerte de alguien. Y, por supuesto, no hace falta ninguna prueba. Al economista norcoreano Pak Nam Ki, de 77 años, lo fusilaron en 2010 por «arruinar las finanzas del país». También hay casos de fusilamientos a civiles acusados de hacer llamadas telefónicas internacionales. Por las dudas, tiene que quedar claro otro bache cultural delicado: cuando en Corea del Norte se habla del campo —ir al campo, ser mandado al campo, disfrutar del campo, pasar un tiempo en el campo— no están hablando precisamente de los placeres progresistas de la vida rústica, ni de un espacio de recreo para activistas de Greenpeace.

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IV
Sin ironía, Corea del Norte es un país grotesco y con una estética grotesca. Y esto es así porque en Corea del Norte no hay ironía. La prensa inglesa suele describirlo como un país de esos que odian a James Bond. A Kim Jong Un, de hecho, lo han descripto como el típico enemigo de James Bond. Y lo peor es que todo es real. ¿Qué hay detrás de la Cortina de Bambú? Vergüenza, mucha vergüenza. Y también mucha violencia: verdadera violencia, no de la que indigna en Facebook a los que sienten pena por cualquier cosa.

Sin embargo, cuando Kim Jong Un se hace retratar en fotos y cuadros y monumentos y uno ve el resultado, la emoción predominante es la vergüenza. Y lo más irónico es que, como en Corea del Norte no existe la ironía, las imágenes llegan deliberadamente a Occidente como muestras de poder inexpugnable y no de vergüenza. Las fotos y los videos de los desfiles y las marchas militares multitudinarias. Más vergüenza audiovisual. El armamento misilístico, las salas de control, los palcos oficiales, el fantasma de la amenaza nuclear. Mucha vergüenza tecnológica, decorativa, protocolar, militar. En los años cuarenta Corea del Norte habría dado terror y en los años cincuenta habría dado miedo. En los años sesenta y setenta habría sido motivo de discusiones preocupantes. En los años noventa, después de la caída de la URSS, habría sido un espectáculo pintoresco plagado de locaciones baratas para las películas de Steven Seagal. Pero en el siglo XXI es grotesco y vergonzoso: el país de un gordito de Twitter sin Twitter.

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Cada dos o tres meses, digamos, hay noticias sobre la amenaza regional de Corea del Norte para China, Japón y otras potencias del mundo real, e incluso para los Estados Unidos. Cada dos o tres meses, también, algún analista sensato le recuerda a los histéricos que nada de lo que Corea del Norte considera poder ofensivo es más que ofensivo para la tecnología militar actual. En caso de un conflicto verdadero, las tropas, los tanques, los fusiles, los satélites, los aviones —todo el catálogo completo de guerra de los años cincuenta que dan forma al arsenal actual de Corea del Norte— sería barrido en treinta minutos. Y esto, en realidad, los norcoreanos lo saben. ¿Hay una embajada de Corea del Norte en Buenos Aires? Seguro que ahí adentro, incluso acá afuera, se mueren de vergüenza.

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El único que se ríe es el medio hermano de Kim Jong Un, Kim Jong Nam. Cuando en 2011 supo que Kim Jong, diez años menor que él, iba a convertirse en el nuevo Primer Secretario, Presidente, Primer Presidente y Comandante Supremo de Corea del Norte, dijo con una sonrisa: «Es un chiste para el mundo exterior». Y después dijo, un poco más serio: «No va a durar».

Los dramas del clan Jong —en un sentido más cercano al que se estila en Animal Planet que a las sutilezas endogámicas de Hamlet— son un asunto de Estado ante el que Kim Jong Nam ya fijó posición: vive fuera de Corea del Norte, parte de su familia está en China, publica sus libros con chimentos en Corea del Sur y aún antes de que se muriera el padre de ambos le gustaba escaparse a países asiáticos con más libertades individuales y mujeres con curvas y casinos. En 2001 las autoridades de su propio país agarraron al Jong díscolo con un pasaporte falso, tratando de llegar a Japón. Al final, logró salirse del negocio de la familia (que es el negocio de la dictadura y la violencia, pero la dictadura y la violencia de verdad, no la simbólica).

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Kim Jong Nam es, por supuesto, un gordito como su medio hermano. Pero a diferencia de él, es un gordito sexy al menos en términos occidentales. Es decir, Kim Jong Nam es un gordito con muchos dólares en efectivo. «Como estudié en Occidente, aprendí a disfrutar de la libertad desde muy joven y todavía amo ser libre», dijo. ¿Qué dirá su hermano Kim Jong Un cuando los sirvientes se van y los generales se van y las amantes lo dejan a solas en su habitación con un plasma de tres mil pulgadas y un teléfono rojo en la cabecera de la cama gigante? Nada irónico, probablemente. Nada ingenioso, seguro. Nada gracioso, desde ya. Pero si Kim Jong Un, en vez de reflexivo, se pusiera nostálgico, las cosas cambiarían, según los reportes de inteligencia.

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V
Antes de convertirse en el heredero de un país vergonzoso, Kim Jong Un estaba obsesionado con el estilo de vida europeo y norteamericano. El chef japonés que le preparó sushi durante toda su infancia ha dado cuenta de eso. Se llama Kenji Fujimoto y trabajó para el padre de Kim Jong Un durante trece años en Corea del Norte. Según Kenji Fujimoto, Kim Jong Un es fan de los Beatles —y Dios puede estar prohibido en Corea del Norte, pero yo puedo sentir a través de Él los llamados insistentes e inútiles de los hombres de Jong al manager de Paul McCartney cada dos semanas— y cuando era chico quería parecerse a Jean-Claude Van Damme.

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Al parecer, lo que más le gusta es el básquet y su máximo ídolo es Michael Jordan —se pasaba horas dibujándolo en la infancia— y es probable que en la intimidad de sus logros como Supremo Líder el único que realmente le haya importado es el de lograr que Denis Rodman haya ido a visitarlo en persona a Corea del Norte y haya jugado un rato al básquet con él, en su cancha, con su pelota y con su tribuna de funcionarios aplaudiendo al Supremo Líder. A la hora de los vinos, Kim Jong Un es un hombre de bordeaux y a la hora de los cigarrillos es un hombre de Cartier mentolados.

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Cuando tenía siete años —hasta este instante podría haberte sentido como un extraño hermano asiático, Presidente—, Kim Jong Un le tomó el gusto a manejar su Mercedes Benz alrededor del palacio. Las taras típicas del gordito consentido, sin embargo, lo dominaron antes de que pudiera escapar. Para parecerse a Jean-Claude Van Damme, recuerda el chef que lo llenaba de sushi, Kim Jong Un no empezó a practicar artes marciales sino a comprar equipo de artes marciales y tomar suplementos de proteína. ¿Cómo manejaba a los siete años su Mercedes Benz? Con un equipo especial de pedales, cuenta Kenji Fujimoto. Para escaparse de Corea del Norte, Fujimoto le mostró al padre de Kim Jong Un la grabación de un programa de cocina japonés donde otro chef preparaba un plato nuevo cuya receta solo podía aprenderse en Japón. Y el padre de Kim Jong Un —al que le gustaba tanto el pescado fresco que lo comía «cuando todavía se estaba moviendo», cuenta Fujimoto— lo dejó irse. Su chef de sushi, por supuesto, nunca volvió. Hasta hace dos años, cuando Kim Jong Un heredó el poder. Ahora dice que las cosas están mejorando en Corea del Norte. Pero si están mejorando… ¿por qué no pueden darle Twitter al pobre dictador gordito de una vez? ¿Por qué tiene que seguir sintiéndose tan solo? ¿Por qué todavía no puede abrazar en 140 caracteres a sus millones de hermanos universales que ya lo anhelan con algunos fakes? ¿Por qué no puede existir el verdadero @KimJongUn? ////PACO