ENVIADO ESPECIAL A BRASIL

Recién empieza esto y ya estoy cansado. Llegué anoche al aeropuerto de San Pablo, escribo esto desde el hotel que obtuve por canje con PACO a cambio de escribir algunas crónicas desde el país del Mundial. En realidad vine por una inclinación antropológica que yace en mí. Desde que tomé el primer taxi me sentí como el Estanislao Zeballos del siglo XXI, becado para ver de cerca una cultura exótica pero autóctona, y contarlo allí donde la burguesía acomodada pueda leerlo a través de sus pantallas de laptop, cómodos escritorios de caña y luces dicróicas.

aeropuerto san pablo

El aeropuerto brasileño parece cualquier COTO de Buenos Aires. 

El permanente farfullar en lenguas de todo el mundo durante mi breve paso por el aeropuerto, y el portugués lavado que escucho desde que me bajé del taxi no dicen nada sobre el país más allá de lo que puede decir cualquier otro destino tropical turístico. El Mundial puede verse, sobre todo, en las publicidades, saturadas de fuchibol y Fifa World Cup e imágenes de Messi, Ronaldo, Ronaldiño y Garotiño pateando latas de Pepsi. Los negros que ofrecen sus servicios de guía ya se ven en las plataformas de ingreso al aeropuerto, la palabra «bwana» se me viene a la mente muy seguido. 

joao

El taxista Joao descansado luego de llevarme al hotel. «Gostaria de tirar da goma do aqueles garotas, chefe? Eu consigo por poquiños reais» ofreció antes de despedirme.

De todas maneras, destaco la obediencia del elemento local. Todavía no decido si voy a mirar los partidos dentro de las canchas o en los bares afuera, aunque bares es una palabra demasiado concesiva, pero cuando le pregunto a los taxistas, a los vendedores y al personal del hotel, todos tienen una recomendación amable y exacta y casi siempre ridícula. Aunque obediente en el sentido de la complacencia, eso siempre, eso sí. “¿A melhor feijoada? No restaurante em frente”. “¿Será que eles têm acesso wi-fi? Nemhuma chave para os clientes”. Las tradiciones monárquicas y la cerveza barata vuelven dóciles a los indóciles.

Y como corresponsal, algunas sugerencias turísticas. Todos esos carteles en los aeropuertos que “denuncian” la prostitución de mujeres y la prostitución de menores. ¿Son denuncias o promociones? Yo no había pensado en nada de eso antes de pisar el país pero todavía no había sacado mi pasaporte del bolso cuando la publicidad “en contra” bombardeó desde todos los costados. ¿Qué hace un chico al que le dicen que no meta los dedos en el enchufe? ¿Qué hacían los adolescentes durante la Ley Seca? Llenarse de una sana, sana curiosidad. “Temos todos os serviços”.

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La inauguración la miré por televisión en mi habitación. El capoeira, gente que pelea bailando, es la condensación de todo lo irritante de este país. Ya pasó el primer partido del anfitrión y hasta los mozos del hotel se dieron cuenta de que está arreglado, que acá se dice «arranjado». Afuera de los estadios la ciudad parece militarizada. Dicen que hay misiles arriba de los edificios. Brasil es una historia de la fragilidad de los cuerpos y ahora, gracias a la FIFA, la fragilidad de las mentes de los que, por este mes, lo vamos a habitar/////PACO