[El año pasado, 2013, entrevisté a Antonio Caponnetto, historiador, periodista y actual director de la Revista Cabildo. Con la excusa de la entrevista armé un relato, o una crónica, que intenta reflexionar sobre el lugar de la derecha en la Argentina. El texto puede descargarse de forma gratuita desde elcec.com.ar. A continuación, un fragmento de la entrevista en sí. Agrego algo más que no quedó en la edición final. Cuando nos sentamos con Caponnetto en el bar de esa esquina de Flores, a unas mesas de distancia, lo vi a César Aira. El novelista pagaba la cuenta. ¿Qué significaba esa coincidencia? Saqué dos fotos en las cuales puede verse a los dos intelectuales argentinos, diferentes pero en algún punto también solidarios, habitando el mismo espacio geográfico y público de la ciudad. Mientras escribía pensé en agregar la anécdota, porque creo que Aira y la derecha argentina no se repelen y hasta se convocan, pero introducir ese personaje en esa trama me resulto simplemente demasiado.]

Caponnetto

Ya en el bar, elegimos una mesa y pedimos café con leche. Caponnetto era educado, amable, casi tímido. ¿Había conflicto entre sus parsimoniosas maneras sociales y sus convicciones? En ningún momento se mostró arrebatado ni fuera de sí. Más bien al contrario. Pero ¿por qué uno podría esperar eso? Las tapas de Cabildo, la fama…

Lo primero que me dijo fue que le incomodaba hablar de sí mismo. Agregó que no tenía problema en opinar sobre los temas que trabajaba e incluso sobre la coyuntura política que leía en los diarios. Pero sentía cierto pudor a la hora de hablar de él, de su vida, del lugar que ocupaba en el mundo. Le creí. Cuando vio que había llevado mi cuestionario impreso en una hoja de papel, me señaló, con humor, “ah, pero sos un obsesivo.” Sonreí. Tersa ironía que él me lo dijera a mí. Enseguida me contó que dirigir Cabildo era un honor porque se trataba de una de las publicaciones más antiguas del nacionalismo católico. Quise saber en qué trabajaba en esos días, me contó que pasaba en limpio la continuación de su libro Educadores católicos y, como había recibido, por parte de algunos amigos, objeciones a La perversión democrática –“amables objeciones” aclaró– quería darles respuesta. Después le pregunté cuál había sido a su juicio el mejor gobernante que tuvo la Argentina. Sonrió y respondió que para él el único gobernante bueno que había tenido la Argentina había sido Juan Manuel de Rosas. “Fue un hombre asimétrico, no tiene simetría con ningún otro. Hoy el gobierno se define rosista, los peronistas se definen rosistas, los socialistas-marxistas también se definen rosistas… Pero Rosas es un contrarrevolucionario. Rosas es un antimoderno. Rosas es un príncipe católico. Rosas es un reaccionario. Por todo eso, lo elogio y pondero. Y estos sinvergüenzas… Bueno, el Rosas que ellos elogian no existió y el que existió les habría cortado la cabeza a todos. Por eso estamos viviendo una paradoja tragicómica. Si realmente Rosas reapareciera, los pasaría a degüello… Ese Rosas populista, tercermundista, socialista, proto-peronista, es un invento.”

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¿Y hoy? ¿Admiraba a algún político de la actualidad? Caponnetto me citó a Blas Piñar, un viejo falangista de casi cien años. Cuando quise saber su opinión sobre Carlos Biondini me dijo, tajante, que no se sentía identificado ni con el pensamiento ni con la conducta política de Biondini. Y ahí quedó la cosa. Enseguida hablamos del progresismo. Caponnetto citó al padre Castellani y un libro de Thomas Molnar, El utopismo: La herejía perenne: “Bajo ese manto de planteo político –señaló–, hay un reclamo teológico: estar en contra de Dios.”

(Ahora escucho la grabación de la charla y de fondo se siente la FM del bar. Estando en el barrio que lo había visto crecer, ¿por qué no le pregunté por el Papa argentino? Ya sabía lo que pensaba. Francisco y sus intransigencias, sus faltas al protocolo, sus tácitas pero muy presentes promesas de reforma, le desagradaban. El Papa argentino podía disparar una larga conversación que se comiera la entrevista entera. Ahora mientras desgrabo, sin embargo, me arrepiento de no haber sacado el tema.)

También hablamos bastante de la moral del éxito protestante y el origen del capitalismo y cómo eso se había trasladado al resto de la sociedad “contaminando inclusive –decía él– las estructuras de la Iglesia Católica.”

Caponnetto respondía con solvencia. Hacía una pausa. Tomaba su café con tranquilidad. Pensaba. Era afirmativo, epigramático, preciso. En un momento, contó una anécdota: “Gaudí en persona se había encaramado a lo alto de una torre de la Sagrada Familia y durante meses, bajo riesgo físico de su propia vida, construyó la imagen de un ángel. Uno de sus colaboradores le preguntó por qué ponía en riesgo su vida construyendo una imagen que no se iba a ver desde abajo. Él le respondió que por eso mismo, porque eso únicamente lo vería Dios.” (En la grabación se siente el murmullo del bar.) “Igual no es fácil. No es fácil, mi estimado Juan. A veces uno se pregunta por qué tanto silencio, por qué no se da el debate que se tiene que dar.”

tapa

Cuando le pregunté qué libro de otro autor le hubiera gustado escribir, sonrió, sorprendido. Respondió que no sabía. Le insistí. Me citó a Agustín de Foxá, a José María Pemán y a Gerardo Diego, tres escritores que hoy no se leen en Buenos Aires y que optaron por apoyar al bando rebelde de Franco durante la Guerra Civil. “Cuando releo sus poemas siento mucha envidia de no poder escribir así.” Le pedí que me hablara de Scalabrini Ortiz y Marechal. Dijo que Scalabrini le parecía importante por el tema de la soberanía nacional y la dependencia económica. El caso de Marechal era distinto. Como poeta lo admiraba mucho, recitó una parte del Heptamerón. Pero había terminado muy mal. “Muy mal. Los dos terminaron mal, pero Marechal peor, porque terminó en el agnosticismo, con Fidel Castro.” Hizo otra pausa y sentenció: “La corrupción de lo mejor es la peor de todas las corrupciones.” Ambos escritores me dieron pie para preguntarle sobre el primer peronismo. ¿No veía ahí nada rescatable? Para mí no hay ni un primer ni un segundo peronismo –dijo–. Para mí hay un único peronismo que es una roña, una inmundicia que cobija y alberga cualquier cosa que le convenga desde el punto de vista electoral. Perón ha sido un personaje nefasto, un personaje ruin. Y lo que ha engendrado hasta el día de hoy sigue perturbando la salud de la patria.”///PACO