Jonathan Wilson es uno de los más cabales representantes de una generación de periodistas  nacidos entre los 60s y los 70s en Europa y Estados Unidos que llegaron a los medios mainstreem en los últimos quince años para operar al interior de las diversas expresiones de la pop-culture (el fútbol, el rock, las series de televisión) el “giro reflexivo”: una reinterpretación de la historia de sus disciplinas impregnada por un discurso relativamente sociológico y una intensión arqueológica –en el sentido foucaultiano.

Y, en lo fundamental, esta es la misión de Inverting the Pyramid, publicado en 2008 en el Reino Unido, corregido y aumentado en 2011 y recientemente editado en nuestro país por la editorial Debate bajo el título La Pirámide Invertida y una buena traducción a cargo de Santiago Llach y Cecilia Fanti.

Calificado por Zonal Marking como “the daddy of all football tactics books”, el libro de Wilson narra la historia de las tácticas en el fútbol como la historia del proceso de “inversión de la pirámide”, es decir, cómo se pasó de jugar con 7 delanteros en el siglo XIX a jugar con 5 delanteros en la primera mitad del siglo XX a jugar con 1 o 2 delantero en los albores del siglo XXI.

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“En 2006 estaba buscando algún proyecto después de terminar mi primer libro, Behind the Curtain –le dice Wilson a éste cronista desde su bunker en la ciudad de Sunderland– Acababa de escribir un artículo largo, de 10 mil palabras, sobre la historia de la táctica para FourFourTwo y de pronto me di cuenta que tenía muchísimo más para decir sobre el tema, algo que no se había hecho nunca hasta entonces en el Reino Unido. En ese momento, el periodista Peter Ball del Times estaba en algo parecido, pero lamentablemente vio ese trabajo inconcluso por su muerte. Entonces mi editor en Orion Books me trajo la idea.”

Una versión hiperconcentrada de esa historia, aunque más focalizada en el desempeño de las potencias futbolísticas en el último Mundial, puede leerse en su artículo para New Statesman. Allí se puede palpar la potencia del aparato de lectura de Wilson para otorgarle sentido al fútbol contemporáneo que, como todo discurso artístico, comenzó en los últimos 40 años a obsesionarse con el espacio y su “ocupación”, abandonando las referencias fijas y transformándose en una disciplina exclusivamente posicional.

Como gesto destacado, Wilson fija el momento de primera modernidad del fútbol en la figura de Victor Aleksandrovich Maslov, un deportista y DT soviético nacido en Moscú en 1910. Maslov ganó numerosos campeonatos de la liga de la URSS con los Torpedo Moscw o el Dynamo de Kiev, y se lo reconoce como el inventor del 4-4-2 (en una época en que el estándar era un 4-2-4 que ya nos suena extraterrestre en la sola anotación), el primero que experimentó con la nutrición de los deportistas y el entrenamiento físico y, más importante, el primero que acuñó el concepto y utilizó la estrategia del pressing.

Ese concepto tan simple y a la vez tan complejo, según Wilson, solo podía haber nacido en la Unión Soviética, porque implicaba la dilución del hasta entonces hegemónico culto a la habilidad individual en una lógica sistémica donde el conjunto del equipo debía moverse de forma sincronizada en una unidad de funcionamiento mecánica.

¿Qué te aporta pensar tan de cerca la serie política o cultural y la historia del fútbol?

Es inevitable: el fútbol es una parte de nuestra cultura, igual que la literatura, la música o la política. No podés más que estar influenciado por tu entorno. Incluso los directores técnicos revolucionarios tuvieron que rebelarse en contra de algo o de alguien.

A la vez, me parece que construís una historia del fútbol plagada de pares de opuestos: ofensiva vs defensa, sistema vs individualidad, juego físico vs creatividad…

No creo. Todo está planteado como un espectro. Claro que los ejemplos más interesantes son siempre los más extremos.

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El libro tiene cierto sesgo casi natural hacia la historia del fútbol inglés –existe el eco de un llanto: ¿por qué si lo inventamos nunca llegamos a dominarlo?– y europeo del Este. Esto último, sobretodo, puede resultar un tanto engorroso para el lector sudamericano, no tan habituado a los apellidos de futbolistas ucranianos, rusos o yugoslavos. Sin embargo, posee un nivel de compromiso tal con la historia del deporte que en su precisión de fechas, nombres y sistemas resulta conmovedor, lo que vuelve a la lectura muy fluida.

La Argentina tiene un papel destacado en el proceso de sucesivas modernizaciones de la táctica: arribamos al 4-4-2 casi al mismo tiempo que Maslov, después del desastre del mundial ’58, aunque le imprimíamos un énfasis muy distinto, con nuestra conocida pasión por la figura del enganche.

Pero sobretodo lo más interesante llega sobre los capítulos finales, cuando Wilson introduce la seductora figura de Marcelo Bielsa cuyo 3-5-2 / 3-4-3 hipercorto y obsesionado con la “ocupación de los espacios” y las posiciones libres aparece formulada como una poderosa síntesis de casi todas las escuelas antecedentes de fútbol moderno, aunque, fundamentalmente, como la radicalización posmodernista de la lógica soviética de Maslov, en cuyo vértice futuro se encuentra el 4-6-0, el fútbol sin delanteros, que completaría el ciclo final de ese proceso de “inversión de la pirámide”. Sus epígonos son, para el autor, Van Gaal y Guardiola. Heteronormado, disciplinado y vertical el primero, metrosexual, psicologicista y horizontal el segundo.

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Como todo, Wilson señala –aún sin lamentarse totalmente– algunas transformaciones en la dinámica del fútbol global. Hacia el epílogo dice: “En nuestros días, el equipo de oro húngaro no hubiera llegado a Londres como un misterio: su sistema táctico ya se habría visto por televisión y el movimiento de sus jugadores analizado por computadora.”

Cuando le pregunté sobre este tema, volvió sobre el tema, tomando de ejemplo el último mundial: “No creo que los Mundiales ya sean relevantes tácticamente. Hace dos o tres décadas puede ser que funcionaran algo así como conferencias donde los mejores del mundo se juntaban y mostraban lo que cada uno tenía. Ahí sí había un gran intercambio de influencias y conocimientos. Pero ya no vas a tener nada parecido a Hungría en el 54 o a Holanda en el 74 porque, a) los jugadores que puedan tener esa calidad hoy ya habrían emigrado a las ligas ricas y b) porque el fútbol está tan disponible a través de la televisión e internet que si un técnico empieza a hacer algo radical en una parte del mundo remota vamos a saberlo inmediatamente. Por otra parte, el acercamiento hipersistematizado a  las tácticas futbolísticas que existe hoy requiere tiempo, y ningún DT de ninguna selección nacional lo tiene. Entonces, necesariamente, simplifican.”