Hearst’s newspaper was the only major publication in the East to support William Jennings Bryan and Bimetallism in 1896. Subsequently, the price of the Journal (later New York Journal-American) was reduced to one cent; this, coupled with the newspaper’s eye-catching headlines and sensational stories on subjects like crime and pseudoscience (a style pejoratively referred to as yellow journalism—see below) allowed the newspaper to attain unprecedented levels of circulation.

Este párrafo puede leerse en el artículo de Wikipedia dedicado a William Randolph Hearst. En el mismo (que podemos leer traducido acá gracias a Google Translation) podemos encontrar frases como «newspaper’s eye-catching headlines» y «sensational stories», pero especialmente podemos leer un año: «1896». ¿Estamos en condiciones de decir que ciertos estilos periodísticos son viejos? Sin dudas, sí.

Después de más de un siglo, y la creación de un medio ambiente digital, podemos decir que el periodismo sufre una de las consecuencias que trajo internet: el fin de la verdad. Es probable que una de las tareas obligadas que debemos emprender los equivocados graduados en humanidades, es pensar el hashtag #findelperiodismo, acuñado por Nicolás Mavrakis, quien suele reflexionar a través del libro La viuda embarazada, de Martin Amis, acerca de la muerte de cierto orden, que aún carece de sucesor (leer #findelperiodismo y otras autopsias en la morgue digital)

La historia de la cultura popular (gracias, entre otros, a Mijail Bajtín) nos ha enseñado la figura grotesca de la vieja embarazada, la cual representa la idea de lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer. Esa metáfora, que también puede ser vista en la película Moneyball, protagonizada por Brad Pitt, ayuda a comprender un hashtag que cuestiona el statu quo de una profesión, que muchos resisten su transformación.

Datos: el renacimiento de la verdad. Ante el incremento epidémico de la columna de opinión como única estrategia para no perder lectores, el periodismo analógico (extrapolado torpemente en forma de bytes) se intoxica sin darse cuenta. No percibe que los archivos de datos -construidos a lo largo de los siglos por la burocracia weberiana- son los que salvarán la verdad de la profesión. ¿Pero cómo?

Mapping America versus La invasión silenciosa. La ya clásica tapa del 4 de abril del año 2000 de la revista La primera de la semana aseguraba que los extranjeros eran más de dos millones, que le quitaban el trabajo a los argentinos y que usaban escuelas y hospitales sin pagar impuestos. Más tarde se comprobó que los datos eran falsos, y que la desocupación (por entonces principal problema del país), en caso de que no hubiera extranjeros, no bajaría siquiera un 1%.

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Opinión versus datos. Aunque históricamente USA es un país obsesionado con las estadísticas deportivas, Moneyball muestra una antinomia desconocida del deporte americano: el chamuyo versus los datos. La película (basada en el libro Moneyball: the art of winning an unfair game) destaca cómo la conformación de los equipos de las Ligas Mayores de Baseball es realizada por managers que se dejan llevar por el márketing y los mitos y leyendas que se crean alrededor de los jugadores.

Ante ese escenario, Billy Beane (Brad Pitt), manager de los Oakland A’s, decide contratar a Peter Brand (Jonah Hill), un economista experto en estadísticas graduado en Yale, quien crea una plataforma que mide el rendimiento de los jugadores basado 100% en estadísticas. La propuesta es armar un plantel donde el valor de los jugadores esté en las funcionalidades necesarias para el equipo dentro de la cancha, no en su popularidad.

Ante el interés masivo por las estadísticas, los Juegos Olímpicos de Londres fueron el piloto de pruebas de sitios de todo el mundo para jugar a pensar plataformas que informaran características de los deportistas más allá de su fama. «Verón, Verón, ahora que soy famoso, qué tengo que hacer», preguntaba el joven Saviola al futbolística consagrado, que no dudaba en responder: «nada».

theguardian es uno de los sitios de noticias modelo en cuanto a data periodismo en todo el mundo; para los Juegos Olímpicos de Londres entendieron que el interés ya no estaba sólo en descubrir si Michael Phelps se fumaba un porro con los pibes (cosa que, admitimos, siempre seguirá garpando), sino que comprendieron que en el futuro la credibilidad está en el dato duro. Pero no sólo en los números, sino en la posibilidad de que los lectores exploren a piacere las estadísticas.

La noticias será customizada. Ante la crisis de la verdad por parte de los medios analógicos, sólo nos queda plantear que el periodismo digital se está convirtiendo en el salvaguardián de la profesión. ¿De qué manera? Dándoles a los lectores la posibilidad de ser parte de la customización de sus consumos periodísticos. El periodismo digital debe proveer plataformas noticiosas donde los lectores puedan creer en algo más allá de la fórmula periodística de Hearst, que fue genial, pero que ya tiene más de 100 años y está perdiendo su encanto.///Paco