No es lo mismo leer un libro que leer un libro que uno va a presentar. Cuando tengo que presentar un libro prefiero leerlo de a poco para ir tomando notas, advertir matices, anotar elementos que se repiten, para que el libro vaya madurando en mí y yo pueda componer, al final de la lectura, la presentación como un fruto que se cae de maduro.

Así encaré el libro de Luciana, dije «voy a leer unos poemas mientras espero el 55 para ir a una consulta médica». Pero el 55 es un colectivo que puede demorar mucho, y los poemas del libro “corren de noche y de tu mano”, parafraseando a uno de ellos así que cuando llega el bondi ya me leí “Cerca”, la primera parte del libro. El viaje por suerte es corto, desde Thames y Corrientes a Acoyte y Rivadavia, el destino queda cerca, pero el “cerca” ya se me fue en esperar el colectivo. Y son las tres de la tarde; no tienen ni idea del tráfico que hay a esa hora, por suerte me puedo ir “Lejos” de ese estultífico abarrotado transporte público, subido a una serie de poemas de Luciana que me llevan al territorio de la fantasía por excelencia: las vacaciones en la playa para un adolescente. Nunca la ilusión y su cotejo con la realidad estuvieron tan “lejos” como cuando éramos adolescentes y nos íbamos de vacaciones a la playa, no se apuren a desmentirme, hablo en plural por la adolescente del poema y el quinceañero que alguna vez, creo, también fui.

bisagras

Si la poesía le pone palabras a las cosas (y la sensación, los sentimientos, también lo son) que no sabíamos cómo nombrar, cómo explicar, cómo describir, ¿hay forma más precisa y hermosa al mismo tiempo para contar lo que le pasa a una adolescente en vacaciones que escribir los versos “a veces a la madrugada me crecían un deseo y las pestañas? Al final al “yo pasajero” no le quedó más remedio que volver al colectivo porque el “yo lírico” del poema también estaba en viaje y otra vez en el poema encuentro la escena precisa que mide la distancia entre nuestras ilusiones y las hermosas explosiones de melancolía que provocan cuando se estrellan contra el muro áspero de la realidad:

En el viaje de vuelta

hacía fuerza para no llorar

y no pensar en esa noche

en la habitación del hotel

donde antes de cenar,

yo escuchaba boleros

en unos parlantitos chinos,

y le escribía un poema

a un muchacho extranjero

Cuando llegué al consultorio y vi la sala de espera supe que me iba a ir “Más lejos”, que me iba a tomar un trago en el “Bar Bidou” y que, tal vez, hasta terminara con la cara ardida por el sol y la sal. Entonces tuve tiempo de pensar que este libro de Luciana es un libro toponímico, organizado en el espacio, o en espacios. En ese sentido podemos preguntarnos qué efecto generan estos poemas distribuidos en una primera parte que se llama “Cerca”, una segunda llamada “Lejos”, otra “Más Lejos”, otra de nombre “Bar Bidou” y una final “Tu cara sol, tu cara sal” que es la única que no refiere a una localización, pero que tal vez sea la más localizada, porque está en el terreno inasible de los sueños, imágenes que emergen en la noche de entre la hojarasca de los restos diurnos capturadas de pronto entre los versos del poema. Y si vamos al título “Desde las bisagras”, es como decir “detrás de la puerta”, es el lugar desde el que se espía. ¿Y eso que vemos “desde las bisagras” se nos va alejando, desde cerca, lejos, más lejos, hasta que sólo nos queda la fantasmagórica imagen de un sueño? ¿O no estaré confundiendo la clave, no será temporal en lugar de espacial y entonces “cerca” es el presente, y “lejos” el pasado y “más lejos” más atrás en el tiempo y así hasta los sueños donde todo, tiempo y espacio aparece mezclado?

Pienso también que Desde las bisagras es un libro para los hombres. No sólo por las dedicatorias, dirigidas a Sebastián Robles y Martín V. Ravazzani, sino porque, o tal vez a causa de esas dedicatorias (el paratexto es radioactivo y siempre termina contaminando el texto) yo creo leer en cada poema de este libro las maneras en que una mujer ama a  un hombre, como cuando observa que camina “apoyando todas las plantas de los pies, de atrás hacia delante, como para no hacer ruido” o que pronuncia “la ce hache tan bonito” o esa declaración “yo no me acuerdo de las veces en que se iba/ pero sí de las veces cuando regresaba” o unos versos literalmente luminosos “quisiera ser  parte de la luz/ que entra en tu casa a las nueve/ para poder iluminarte cuando sean las diez”. Tal vez sea eso lo que espiamos los lectores cuando nos asomamos a este libro “desde las bisagras”, a unos modos inéditos de decir “te quiero” “te necesito” o “no íbamos a funcionar nunca juntos/no podíamos odiarnos tampoco por eso”.

El otro día en la presentación de otro libro de poemas un presentador que también se llama Ariel dijo que cuando la poeta le envió su libro para presentarlo él contestó “acabo de recibirlo y ya terminé de leerlo”.  Los versos de Luciana ejercen un efecto adictivo así que advierto a los lectores que la lectura, una vez iniciada, no será interrumpida (sí, por primera vez fue el médico el que tuvo que aguardar al “paciente” que “impaciente”, no podía acudir al consulturio sin terminar  ese poema que dice  “Le tuve un amor paciente/de estoicismo de faro/que no sabe sino mirar/donde otros ven oscuridad”). Luciana debió haber incluido la advertencia al principio del libro: “Señores lectores, una vez abierto este libro y leído su primer verso la lectura no se interrumpirá hasta culminar el volumen. La autora no se hace responsable de las demoras ni trastornos que ésta pudiera ocasionarle”. Que me leí el libro de un tirón, eso quiero decirles y que me quedé sin aliento y no se puede hablar cuando uno no tiene aliento. Por suerte estaba en un consultorio médico, recordarán, y fui socorrido por el facultativo. Por suerte, Luciana, previendo que esto sucedería, incluyó dentro de su libro, la clave para que yo pudiera explicar lo que me sucedió:

“No logré una lectura pausada pero hay versos que no olvido”

Leído en la presentación de Desde las bisagras (Ediciones En Danza, 2015) realizada el 4 de septiembre de 2015////////PACO