“Los criterios principales de la belleza física
son la juventud, la ausencia de mal formaciones
y la conformidad general con las normas de la especie;
y está claro que son universales”
Michel Houellebecq (Plataforma, 2001)

 

I

Lo primero que habrá pensado Cindy Crawford cuando se levantó esta mañana, sorprendida por un abundante y afrodisíaco desayuno que le trajo su esposo, es que la vida es demasiado corta. Puede resultar un pensamiento trillado pero en los momentos profundos de la vida, los pensamientos suelen ser iguales al de cualquier otro ser humano en una situación semejante. Ese pensamiento tiene su fundamento: la supermodelo, que supo cautivar a un mundo grasoso con ansias de pasar a formar parte de la elegancia durante los 90, cumplió 49 años.

Claro que esta misma mañana habrá tenido un sexo dulce e intenso con su esposo, el empresario Rande Gerber, conocido por ser el propietario de la cadena AMC de bares más influyente de Estados Unidos. Sexo dulce e intenso, construido luego de una experiencia amatoria de 17 años de relación, pero no por ello menos piadoso. La ex supermodelo, que cualquier hombre heterosexual aseguraría que la categoría de MILF le queda chica -para ella este galardón está más cerca de ser un sepulcro que un renacer-, cumplió 49 y eso la debe tener preocupada. ¿A qué supermodelo que ha ganado millones en base a un capital tan no renovable como es la belleza no le afectaría el paso del tiempo?

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II

El domingo apareció flotando en el océano de la web una imagen de Cindy Crawford que data de diciembre de 2013 donde posa para una campaña en Marie Claire México. La foto es brutal, contundente, áspera. Quizás el adjetivo debería ser nítida porque se ve con claridad lo que Cindy Crawford realmente es pero la rugosidad de la piel, la celulitis y los pliegues en el abdomen denotan una superficie carente de suavidad y nitidez, es decir: áspera.

No es casualidad que al momento en que los dedos acusatorios se centran en los nuevos y estirados rostros de Renée Zellweger y Uma Thurman aparezca un cuerpo que se exponga al calor del paso del tiempo y su consiguiente derretimiento. Porque esa parece ser la nueva moda entre las estrellas del Hollywood: congelar el derretimiento.

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Cindy Crawford es una marca, un producto globalizado, el concepto de belleza y elegancia de más de una generación. Su cabello castaño envolvente, la seguridad de su mirada, los ojos oscuros y el lunar. Un lunar que permanece estático al costado izquierdo de su boca de labios gruesos y desaparece dando lugar a su sonrisa; pero no desaparece, el lunar sigue estando, sólo que se mueve hacia un costado por un efecto óptico, el de su sonrisa que despabila a los idiotizados por su sensualidad para conquistarlos con su dulzura. Cindy Crawford es una marca, un producto que funcionó durante décadas.

El paso del tiempo es algo mucho más peligroso que el brillo del sol en la navaja yihadista que rebana el cuello de un periodista estadounidense. No mata de golpe ni transforma a la materia viva en materia muerta; actúa como un tren que atraviesa un túnel y, hacia el final, las grietas filtran gotas de agua que lo corroen y oxidan.

III

Déjenme ser ingenuo. Déjenme alimentar mi idealización al pensar que esa foto es mentira, que alguien con la mala intención que predomina entre adolescentes cínicos y trolls sagaces photoshopeó la imagen verdadera para hacer que Cindy Crawford luzca con las arrugas que todo el mundo vio luego de la inminente viralización. Y digo esto porque su marido subió una foto a su cuenta de Instagram -una red social que no suele estar habituada a los retoques digitales extraordinarios- donde se ve a la ex supermodelo tomando sol con una piel suave y delicada en un lugar donde no cabe mejor analogía que la del paraíso. ¿Es posible tener 49 años y conservar la piel de una mujer de 30? Con la troup de nutricionistas, dermatólogos y personal trainers que debe contar, la respuesta es afirmativa. Pero no importa si la celulitits en su abdomen es producto de una mala intención digital o el devenir del tiempo que deja marcas físicas además de experiencia. Lo importante son las condiciones de reconocimiento, los nuevos discursos que surgen a partir de este discurso inicial, que pasa a ser una condición de producción: la instancia nodal de la semiosis social que teorizó Eliseo Verón.

El paso del tiempo es algo mucho más peligroso que el brillo del sol en la navaja yihadista que rebana el cuello de un periodista estadounidense.

La jugada revanchista de su marido al subir una foto donde su mujer sí es bella es una. La otra proviene de la actriz Jamie Lee Curtis -un dato de color: es la hija de la mujer que grita en la bañadera de Psicosis de Hitchcock- que tuiteó la imagen de Crawford en cuestión junto a una suya en una bikini algo grande y unas palabras de aliento a la supermodelo: “Bravo Cindy Crawford. La belleza es verdad, la verdad es belleza, eso es todo lo que necesitan saber en la Tierra, y eso es lo que ustedes necesitan saber”.

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IV

Internet garantiza la posibilidad de que todos se expresen. Todos pueden hacerlo, sólo basta con tener algunas monedas para ingresar a un cyber, abrir algún navegador, crearse una cuenta en cualquiera de la enorme cantidad de redes sociales existentes, y publicar. Claro que las condiciones de reconocimiento implican un proceso por el cual ese nuevo usuario creado debe garantizar que su mensaje le llegue a alguien, entonces debe establecer lazos. Más lazos crea, más viral será su mensaje. Eso ya lo sabemos todos. La pregunta por la expresión tiene más que ver con la aceptación de lo expresado. ¿Por qué se aplaude a una mujer que decide mostrar su cuerpo tal cual es y eso motiva a que otras personas también lo hagan? Evidentemente allí funciona el efecto contagio frente a una represión del cuerpo que está dada por consumir estereotipos de belleza inalcanzables.

¿Cualquier cuerpo puede ser exhibido? La democracia sugiere que sí, pero ¿no es más sensual y agradable que se exhiban los cuerpos que consideramos sensuales y agradables?

¿Qué es lo que le impide a cualquier gordo o gorda -suponiendo que el principio de obesidad es uno de los mejores contraejemplos de que la belleza es posible para todos- subir a las redes sociales selfies nudistas? Quizás Instagram censure de primera mano la imagen si ve algún genital apuntando a cámara pero existen otras redes menos persecutorias en este sentido como Twitter -este atajo tomó Chelsea Handler para hacer sus topless paródicos-. Lo que cualquier psicólogo recién recibido diría es que ciertos estereotipos de belleza actúan en el inconsciente de los seres humanos cohibiendo las vías de expresión sumado a las posibles denigraciones de personas que no consideran a esos cuerpos dignos de ser exhibidos. Lisa y llanamente, falta de aceptación. Pero ahí radica la cuestión: ¿Cualquier cuerpo puede ser exhibido? La democracia sugiere que sí, pero ¿no es más sensual y agradable que se exhiban los cuerpos que consideramos sensuales y agradables? Si la cuestión es liberarse de ataduras del pasado –porque luego de internet cualquiera puede desnudarse y recibir unos cuantos likes- el desnudo del sujeto feo tiene una legitimación que se entiende a partir de reflotar su autoestima que se encuentra desplomada en el suelo y de eliminar momentáneamente esa angustia -porque la fealdad no se borra luego de ser exhibida-.

A Nietzsche siempre le gustó el conflicto y en un pasaje de Así habló Zaratutra le habló a los despreciadores del cuerpo, quienes anteponen siempre que “la belleza está en el interior” y que los placeres de la carne son una vía directo a la perversión. Para él, ese desprecio radica indefectiblemente en el aprecio del cuerpo, pero un aprecio hipócrita, sin la voluntad -ese concepto nietzscheano de poder- porque ya no son capaces de hacer aquello que más desean. “Hay más sagacidad en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría”. ¿Por qué ocultar los cuerpos y ponerlos en una escala inferior a la inteligencia? ¿Cuál es la razón por la cual no dudamos en premiar la inteligencia separándola de la estupidez pero no ejercemos el mismo proceso para con los cuerpos y sus diversas bellezas? ¿La piedad? ¿La culpa? ¿El miedo a que se geste un ejército de víctimas lastimosas?

¿Por qué ocultar los cuerpos y ponerlos en una escala inferior a la inteligencia? ¿Por qué no dudamos en premiar la inteligencia separándola de la estupidez pero no a la belleza de la fealdad?

El papel de la víctima siempre es un papel triunfante porque todas las miradas están puestas ahí. La víctima está provista de sufrimiento, de una mochila pesada en su espalda tan azotada por los prejuicios ajenos (¿siempre ajenos?) que lo único que se espera es una disrupción. Que rompa la línea descendente con un grito, con una explosión de sentido que contrarreste una vida entera de padecimiento. Un padecimiento que puede ser traumático en algunos casos y derive en bulimia, anorexia, obesidad, asesinato, suicidio, estupidez. Pero esa lógica de la víctima debe caducar, no con la lógica del verdugo, sino más bien con la sensata explicación de que el mundo es hostil y siniestro y la creación de conciencias fuertes es la forma de hacerle frente. La voluntad nietzscheana. Cindy Crawford es el caso. En nada le afectará que el mundo se ría de las marcas del paso del tiempo en su delicada piel de porcelana. Y si le afecta, tiene su incipiente fortuna para calmar la angustia//////PACO