reyreina

 

Por Soledad Valdez

La imagen mental que puede generar el primer encuentro virtual con un EP llamado “El Rey Reina” es la de mundo andrógino inmerso en un mar de loops infinitos, más aún si el arte de tapa es un castillo principesco, con algunos tintes de rojo. Pero, el disco de Santi Amor dista mucho de esa primera impresión. Aquí los componentes son sólo los necesarios: guitarra, voz, y una base sutil. Amor es conocido como Santiago Rial Ungaro, y se lo tiene presente por los DCchampions y Perdedores Pop. Los últimos retomaron escenarios en la pasada edición del Festipulenta en febrero, pero eso ya es otra historia. El tema a tratar es la breve catarsis artística de quien tiene un pasado musical prolongado desde los noventa.

El Rey Reina está compuesto por seis temas, que no alborotan ni enojan, más bien acompañan a quien los escucha. La introducción del disco es un trabalenguas con el título del mismo, que afortunadamente sólo dura unos segundos. Después, aparece una tonalidad slow enmarcada por colores flúor, y de ahí se pueden tomar prestadas unas palabras para definir el microclima de toda la composición “barato, dulce y especial, pero tranquilo como un súper pancho”. Pasan unos instantes y surge una entonación que recuerda a unos españoles abanicándose en las playas de Ibiza, pero la evocación sonora dura poco, por suerte. Y esencialmente se trasluce una musa que descansa en las plumas de un pavo real, quien al personificarse se llevará la guitarra del cantante hacia un jardín de delicias.

El disco es un capítulo previo a “Dakinis”, un refugio solitario de “La Fe” (DChampions), y un lugar no tan alejado de quien años atrás coreara “y ahora soy un hippie hijo de puta” (Perdedores Pop). Un espacio en el que la voz de Santiago Rial se libera de tal manera que atrae por su espontaneidad. Pero que también desenamora de forma instantánea porque no llega al bajo nivel del susurro, ni tampoco logra entonar lo suficiente. Sin embargo, es una la línea melodiosa que invita a ser retomada, porque esa faceta de “chico simple y desinteresado” resulta atractiva, si es viernes por la tarde y tenés ocho estaciones de subte por delante. Estrofas coloquiales y acordes simples, una combinación que logra el visto bueno para a un material simpático que parece haber sido creado una noche, en algún living, con guitarra en mano y una chica al lado.///PACO