I

Muchos dirán que San Valentín es una fiesta importada y, por lo tanto, carente de valor. Supongo que todos esos creerán que la navidad es una celebración mapuche. La cultura norteamericana impuso un día curioso, donde las parejas salen a cenar y después van a un telo, casi como cualquier sábado. En EEUU los que no tienen pareja la consiguen para ese día. Esa pelotudez no se replica en Argentina, donde el 14 de febrero es un juego romántico entre parejas que necesitan algún tipo de excusa simpática para comer y/o coger.

Pero éste San Valentín va a ser diferente. Es el estreno mundial de Duro de Matar 5. John McClane y su hijo enfrentan a los malos. No importa quiénes son los malos, pero son malos, intentan hacer el mal –que es lo contrario del amor-, y eso es suficiente para que JMC protagonice una nueva historia de amor. Amor a la violencia ficcional, amor a sus fans, amor a los millones que genera cada nueva entrega de la saga, y, esta vez, amor a su hijo. JMC tenía una hija, apareció en la 4, fue por ella que esa vez destruyó la ciudad en el intento –exitoso- de salvarla. Porque en Duro de Matar también hay amor a la gente, amor a la ciudad, al país, pero sobre todo hay amor a las cosas que explotan y las hazañas sobrehumanas.

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II

Pasé muchos veranos de mi infancia en casa de unos tíos. Recuerdo varios febreros escabulléndome a la biblioteca mientras los demás tomaban mate y se asoleaban en las losas térmicas. Ahí estaban todos los cuadernos de Ásterix. Los leía constantemente, buena parte de mis vacaciones anuales se trataba de reencontrarme con esos amigos rudos. Ásterix y Óbelix dando tortazos a los romanos, comiendo jabalíes y protegiendo el anarco pueblecito de la Galia Céltica. Los muchachos de Goscinny (que era, en parte, argentino) terminaban cada aventura con un asado y nunca pasaban más que unos pocos minutos enemistados.

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En esos tiempos, los video clubs alquilaban a cuanto niño lo pida las aventuras de Bud Spencer y Trinity, como los galos pero de carne y hueso, que en cada entrega ponían un escenario temático diferente para dar el mismo show de piñas y amistad. En esa más temprana infancia primero, Tom y Jerry fueron los dibujos animados del amor rudo, luego serían Tomy y Daly quienes representarían ese amor que demuestra que la rudeza no está reñida con el cariño y la fidelidad.

-My bloody valentine- por petercapt

III

Todos odian San Valentín. Todos los que conozco, al menos. Todos en Twitter, ponele. A nadie le importa realmente lo que pase ese día. Pero ésta va a ser diferente. Voy a ir al cine con mi amigo Matías. Dos tipos duros haciendo lo que deben hacer cuando lo deben hacer. A Matías le escribí un blues hace algunos años. También hice un poema sobre él. Él me prestó su casa durante un año y medio, me hizo un fotomontaje para colgar en el face, y habló bien de mí cuando otros me criticaban. Si yo le pego en el hombro, él me devuelve la piña más fuerte. Le enoja la idea de que pueda golpearlo. “Me vas a pegar justo vos, gordo maricón”, me dice, entre risas y bronca, cuando le doy un puñete en el hombro sin aviso. Y sí, a veces soy un gordo maricón. Pero si hay mariconadas, que no se note.