Desde el diputado que propuso que se prohíba un capítulo en el que se habla de Perón hasta la insólita foto anónima sacada durante el 18A, pasando por el reciente gaffe del intendente de La Plata, la política argentina y la familia amarilla favorita de occidente trazaron un vínculo que trasciende el chiste irónico de twitter o la vacía rabia mordaz de Facebook, apareciendo signos y símbolos para procesar hechos que muchas veces superan las interpretaciones más simples.

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El capítulo 23 de la temporada 17 muestra una Springfield preocupada por la amenaza de los osos, que en realidad es sólo uno y atacó a Homero. La ciudad pide a su gobierno a través de la archiconocida turba iracunda más medidas de protección, que la Alcaldía implementa gracias a un impuesto de cinco dólares e incluyen entre sus herramientas un bombardero B2 invisible al radar. “Es el impuesto más alto de la historia”, dice Homero, fiel oyente del conductor radial ultraderechista y republicano Tino Burgos. “No, papá, es el impuesto más bajo de la historia”, le contesta Lisa, una progre de manual que votaría a los demócratas si tuviera edad para hacerlo –de hecho, sería la única en la familia que vota en el sistema de libre asistencia norteamericano-. La correlación con el 18A y el 8N, dos manifestaciones sin consignas definidas ni partidos políticos específicos que concentran el malestar de la clase media, es irresistible.

14A . simpsons
En la misma línea encontramos el episodio número 200 de la serie, cuando Homero se pelea con los recolectores de basura y hace campaña para dirigir el servicio, hasta entonces controlado por Ray Patterson, un funcionario correcto, sobrio, progresista y bastante anodino. El carisma de Homero, las permanentes apelaciones a la política tradicional, el establecimiento de promesas delirantes con un fuerte corte populista lo convierte en el ganador indiscutido de la elección. Patterson asegura que los ciudadanos de Springfield preferirán su confiabilidad, inteligencia y administración razonable y no serán seducidos por la idea de “sacudir algunas jaulas”.

Concluye con las promesas de Homero sin cumplir, un presupuesto anual gastado en menos de un mes, un sindicato de basureros apretándolo con garrotes en su oficina, y, finalmente, el regreso triunfal de Patterson, quien de todos modos no disfruta su victoria. El final, con la mudanza de ocho kilómetros de Springfield y el desinterés de Homero por los problemas que produjo –y la falta de condena social que le permite irse tranquilamente a tomar una cerveza con Moe- es un megamix de diversos momentos de la realidad política a la que estamos acostumbrado en nuestro país. “¿No puede hacerlo alguien más?”, es el slogan de un Homero que propone un Estado intervencionista hasta llegar al living de tu casa, y expone una profunda contradicción: aquellos que predican el odio al gobierno son los que más reclaman su presencia. A su vez, deja implícita la idea de que el Estado puede ser eficiente simplemente con desearlo, cuando lo que demuestra Ray Patterson es que la eficiencia tiene límites claros y es consecuencia de una administración inteligente y honesta de los recursos. La eficacia en lo público no es, por tanto, una condición sine qua non del hacer, sino una victoria conseguida con tiempo, paciencia y trabajo duro.

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En “Krusty va a Washington”, Los Simpsons intentan generar un candidato propio para cambiar una ley que puso rutas de aviones comerciales sobre su casa. A ver si algo de esto les suena conocido. Las rutas se habían cambiado como un favor del alcalde a su amante en un motel. Apelando a su necesidad de respeto, la familia convence a Krusty de representarlos en el Congreso, apareciendo como un Miguel Del Sel que se comete torpezas de humorista bruto durante la campaña. Cuando llega el momento de legislar, Krusty y LS aprenden que el sistema democrático tiene sus engranajes sucios, y que sólo la extorsión y el maneje turbio permitirán cumplir lo que prometió.

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Es fácil trazar un paralelo con fuerzas formadas en los últimos años –oficialistas y opositoras- que parecen ahogarse en la burocracia legislativa y se muestran artificialmente indignados por el funcionamiento espurio de mecanismo que tan antiguos –o más- que la democracia misma. Si a eso le sumamos un candidato populista que trabaja de cómico, un video comprometedor, un legislador que hace competencias de bebida, y un ordenanza que aparece como hábil operador político, el capítulo 14 de la temporada 14 se revela como uno de los más argentinos jamás emitidos.

Hay otros episodios que tratan temas políticos, inclusive muy primitivos como ese en el que Burns se candidatea a gobernador , y podemos agregar, claro, las permanentes referencias al conflicto con Inglaterra por Malvinas, corolario de una serie de finitas sobre Argentina tanto de parte de guionistas como dobladores. Uno de mis pasajes favoritos es cuando Homero conduce un programa nocturnos de charlas pelotudas con los borrachines amigos de él, y siguiendo el consejo de Lisa dice cosas importantes sobre política. A medida que habla va engranando, indignándose y finalmente, sufriendo tanto por la empatía progresista que rompe en llanto desconsolado. “Por qué EEUU tiene que utilizar el 90% de los recursos del mundo! Argentina debe devaluar su moneda para pagar sus deudas”. La devaluación de Duhalde retratada como una queja de los egresados de Harvard lectores de Chomsky. Retransmitido incansablemente por un Telefé que cuenta con la pantalla más popular de la TV argentina, en la voz desesperada de Homero hay un guiño de poderosa complicidad con quienes habitamos el mejor país del mundo.

 

¿Por qué completamos nuestras ideas con retazos de Los Simpsons y no, por ejemplo, citando a los analistas políticos y periodistas matriculados que, supuestamente, son especialistas del tema? Tal vez, parafraseando un viejo tuit de Juan Terranova, porque sabemos que los opinólogos están llenos de mierda, porque el periodismo se transformó en un triste subgénero del entretenimiento televisivo y porque una obra de arte siempre puede interpelarnos más que cualquier caripela televisada con trajes cuyos bolsillos desbordan verdes billetes. ///PACO