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En Buenos Aires todos los estudiantes de humanidades y todos los periodistas, los profesores, los libreros y los académicos, incluso los actores y algunos músicos, piensan en algún momento que deben y pueden escribir una novela. La novela como género los succiona, los seduce, los hace fantasear. Algunos incluso logran escribirla y darla a conocer, y esto, más allá de los resultados, no deja de ser celebrable, ya que en el mundo del siglo XXI la novela es un género residual, una especie de invitado alucinado que llega muy temprano o demasiado tarde a la fiesta. Pese a seguir ocupando el lugar de sinécdoque del libro y de la cultura toda, la novela es un umbral hoy deslucido, demasiado frecuentado sin ganas y sin ideas. Muchas novelas, muchos novelistas. ¿Pocos lectores, entonces? Se suele decir eso, lo cual es falso. Hoy la Argentina pasa un buen momento creativo y la novela sigue buscando, como en todas las épocas, sus lectores. Lo que sí faltan son críticos y comunicadores que se dediquen a leer y escriban sobre lo que leen. Ahí tenemos un deficit. La Academia retrocede, se encapsula. El periodismo, siempre un poco alelado, no está a la altura de lo que se está escribiendo. Pero hay algo más. En nuestra época la generosidad es un acto experimental, arbitrario, complejo, inédito. Escribir sobre los otros y sobre lo nuevo siempre implica un riesgo. En su libro ¿Qué leer?, publicado hace muy poco por Random House Mondadori, Maximiliano Tomas acepta ese riesgo y devuelve una serie de artículos y ensayos breves trazando el famoso mapa que todos buscan, esa orientación imprescindible, externa y a veces incómoda que llamamos «crítica». Lo hace forma amable y fluída. ¿Qué leer? es así un libro de nombres propios, de apreciaciones y valoraciones. Leerlo, discutirlo e interrogarlo será responsabilidad de los que hoy en la Argentina se digan lectores.

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¿Te preguntan muy seguido qué leer? ¿Por eso el título?

Digamos que sí, que es una pregunta frecuente que me suele hacer gente que conozco bien y personas a las que casi ni conozco, en cualquier momento y en cualquier lugar. Pero tiene que ver con el trabajo que hacemos: si arreglara motos imagino que me preguntarían por las diferencias entre Honda y Yamaha. Porque convengamos que somos tipos raros, nos tratamos de ganar la vida leyendo y escribiendo, y tal vez eso sea lo que llame la atención hoy. Después, con el tiempo descubrí que, en buena medida, las columnas que publico semanalmente desde hace más de diez años eran un intento de responder por escrito a esa demanda. Y también de rebelarme a esa pregunta inicial, porque nada más trivial que quedar atrapado en la posición del “recomendador de libros”, esos vendedores de autos usados de la literatura. Vos podés recomendar libros, eso es lo más fácil del mundo, no necesitás ni siquiera leerlo, podés hacerlo por Twitter, por Facebook o Youtube: sacás una foto de la tapa, glosás el argumento, escribís “este libro es un flash”, ya está. Libros en un minuto. Pero para mí hacer crítica es otra cosa, es un trabajo y un anhelo, una forma de no renunciar al pensamiento: pensar desde el libro, pensar a través del libro, argumentar por escrito a un lector que no conoce nada del autor del que estás hablando, e intentar primero que te lea a vos, para más tarde convencerlo de que esa otra lectura vale la pena. Así que una vez que decidí hacer una selección de estos textos que yo llamo “ensayos deformes”, el título medio que apareció por sí solo.

Este libro recoge parte de tus más de quince años de trabajo como periodista cultural. ¿Cómo elegiste qué iba a ser parte del libro y por qué?

Fue complicado porque yo siempre escribo sobre el cierre, de un día para otro, escribo sobre novedades, hago como una especie de “crítica urgente”, no suelo tener tiempo de leer otros libros, dejar reposar las ideas, ir en busca de lecturas complementarias. Termino de leer y me pongo a escribir. Con la información de la memoria, de los libros que tengo en mi biblioteca, y el chequeo de los datos duros en Internet. Así que traté de elegir solo los textos que hubieran sobrevivido dignamente el paso del tiempo, viendo que hubiera un equilibrio final entre géneros (novela, cuento, ensayo, crónica) y origen de los autores (argentinos, extranjeros). Pero de alguna manera casi mágica, o por una suerte de conflagración inconsciente, casi todos los ensayos que quedaron en ¿Qué leer? (unos 90) hablan sobre los libros que más me gustaron o impactaron e incluso fastidiaron de los últimos diez años.

¿Quién es el lector ideal de ¿Qué leer?

Mirá, la verdad es que cuando pienso un nuevo libro trato de tener en la cabeza a un público amplio, pero me dirijo siempre a lectores, ahí hay un primer recorte: creo sinceramente que no tengo nada que decirle a las personas que no leen con cierta frecuencia. Como todas las antologías que hice antes (los Cuentos breves para leer en el colectivo, La Joven Guardia, La Argentina crónica) quiero que los libros circulen y se lean y discutan, y por eso intento llamar la atención desde la tapa, el título, y sobre todas las cosas la calidad de los autores y los textos elegidos. Pero los libros tienen vida propia, y se cagan de risa de lo que uno quiera o no. Por eso el trabajo del editor es un oficio tan enigmático, siempre estás a punto de pegarla o a punto de quebrar. Después, como todos, me gustaría que me lean mis amigos y la gente que yo admiro. En el fondo, yo solo puedo sugerirle lecturas directas a las personas que quiero y frecuento mucho, porque los conozco y me gustaría compartir con ellos ciertas zonas de la inteligencia y la sensibilidad. A los demás, a los lectores en general, trato de señarlales con criterios de autoridad subjetiva y con algunas pautas de lectura objetivas la mejor manera de invertir su dinero y su tiempo. Los libros están caros. Y se edita mucha basura.

De lo último que se publicó y que no haya entrado en el libro, ¿qué recomendarías leer?

Lo repito como un mantra: El espectáculo del tiempo de Juan José Becerra me parece uno de esos libros que aparecen una vez cada tanto, una novela total, una apuesta abismal por la literatura, que va en contra de mucho de lo que se hace hoy en la narrativa argentina. Después tengo otros algunos libros favoritos en lo que va del año: La novela La menor, de Daniel Riera, y los tres relatos largos o nouvelles de Diego Muzzio que llevan por título Las esferas invisibles.////PACO