El paso de los primeros partidos dejó en claro una cosa: tenemos pocas chances de ganar el Mundial. Como corresponsal en Brasil para PACO dediqué mi tiempo a embeberme con «color local» y «mostrar el Mundial desde adentro» —deberes del cronista, según aprendí concienzudamente durante mi cursado en TEA—, y como dejé vislumbrar en mi entrega anterior, el color es negro. Y desde adentro, el negro se hace más y más oscuro.

¿La mujer es el negro del mundo? ¿Los periodistas deportivos son los negros del fútbol? ¿Las negras que se regalan por dos días de viático en las favelas son los negros de los corresponsales del Mundial? A los negros en la cancha no les va nada mal, por otro lado. Un pibe de Olé y otro pibe de La República me dijeron que los equipos con negros son los equipos más “fiesteros en las concentraciones”. La oscuridad es moral pero los negros la transforman en fiestas oscuras. Pocho Lavezzi es el jugador argentino que no pudo pasar un doping porque tiene hábitos canábicos de blanco contrariado. Pero recién lo busqué en Google y yo diría que es un negro. Otro negro. Un negro más entre un planeta entero de negros.

 

pocholavezzi

 

También hay mucho negro argentino. Demasiado. Diría que al menos el 70% de los turistas argentinos son negros. Las calles de Río de Janeiro (me trasladé esta semana por presiones de mis editores que me insistieron en que vaya “donde pasan las cosas”) están atiborradas de propietarios con cuentas sueldo y tarjeta de crédito que esclavizan a la masa hispanoparlante con tasas abusivas, cuotas que pagarán durante años ahorrando en las zapatillas de sus hijos y comiendo el arroz que publicita Maru Botana. Y los blancos no son más dignos. Se pueden ver generalmente en grupo, gritando “¡Ar-gen-tina!” y abrazados a la salida de cualquier negocio, un bar o un mercado o una peluquería, una horda de oficinistas Macowens exaltados por la oportunidad de vivir un segundo o tercer viaje de egresados. No entiendo nada de fútbol, la verdad “sea dicha”, como les gusta decir a mis colegas periodistas, pero Lionel Messi nunca terminó la secundaria y no creo que resulte útiles a sus esperanzas de revival estudiantil ahora.

arg en brasil

Tomé esta foto en el hotel de Belo Horizonte antes de viajar para ejemplificar la cara de pelotudos que ponen la mayor parte del tiempo los argentinos en este país.

 

Cuando llegué a Río me di cuenta que el partido de Argentina no va a suceder acá, eso me pasó por informarme en el bar Onde Os Jornalistas Chorar, el nuevo antro donde se reúnen mis colegas más desinformados. Así que a través del botones del hotel, Francao, conseguí pasajes en un colectivo destartalado sin patente que transportaba a los carteristas que iban a Belo Horizonte para aprovechar la estupidez argentina. En esta ciudad todo está preparado para recibirnos, en los menús de los restaurantes incluyen “carne argentina” aunque con sólo ver los magros bifes de las vacas flacas de Brasil ya te preguntás donde venderán una fejoada decente. Antes del partido me como un pancho con banana -una especialidad local que me supo horripilante- y compro entradas de reventa al conductor del colectivo, Luisao, que sólo me la dejó 300% más cara que la venta oficial, sólo tuve que entregar, a cambio del valor en metálico, una afeitadora Philips que me regaló mi padre para mi cumpleaños número 27 y que Luisao miraba con ojos hambrientos, aunque él mismo, como todos los negros, no tenga un solo pelo en la cara. Escribo esto desde mi laptop antes de ver el partido con Irán, desde un café a metros del estadio, donde la presencia de iraníes hablando su extraña lengua me lleva a pensar que cualquiera puede tener una bomba entre sus ropas. Tal vez uno decida detonarla justo en el momento en que haya la mayor concentración de familias típicamente argentinas: marido gordo, esposa no muy gorda y niños que lloran pidiendo golosinas exóticas, dándome la mayor alegría que me puede entregar este negro mundial 2014. ///PACO