I
Si uno logra aislarse del hype alrededor de The Substance (Coralie Fargeat, 2024) por medio de las terminales nerviosas de Mubi, el Netflix de los sobre-escolarizados, o Letterboxd, el Goodreads de los ciegos, o, si en cambio, se deja seducir por recomendaciones tan imprecisas como “body horror feminista” o “el Kubrick mujer”, incluso si uno es capaz de olvidar que body horror no es más que una etiqueta de género y que copiar encuadres de The Shining no alcanza para hacer películas como las hacía Kubrick, la experiencia para el espectador, en definitiva, no puede ser muy distinta. A entender, una película que no deja al espectador sin posibilidades de comprender el mensaje evidente que transmite: luego de años de body positive, envejecer sigue siendo una mierda y en el mundo hiper mediatizado de las plataformas, la juventud es el máximo valor de las mujeres. Aventura que, vale mencionar, ya exploró con mejores resultados M. Night Shyamalan en Old, donde envejecer es, literalmente, una película de terror.
II
La historia es sencilla, Elisabeth (Demi Moore) es una celebridad en el ocaso de su carrera como presentadora de un programa de fitness, el cual asumimos en el siglo XXI nadie vería, que es despedida por, para sorpresa de nadie, un ejecutivo de la cadena de televisión, Harvey (Dennis Quaid), igual de viejo que ella, para ser reemplazada por una versión más joven y más hermosa. Elisabeth, según vemos, es buena y gentil con todos. El castigo parece, en principio, injusto. Harvey es pragmático. El recambio generacional es parte de la evolución de las especies. Elisabeth se resiste al curso natural de las cosas, su cuerpo hermoso, pero envejecido, cree ella, todavía tiene mucho para dar. Todavía es joven para el retiro. Por medio de confusos episodios, Elisabeth se encuentra con una sustancia ilegal llamada en un vuelo de creatividad, precisamente, La sustancia, que promete dar una mejor versión de uno mismo que, por si quedaba alguna duda, es una versión más joven de ella. Luego de una extensa escena donde los espectadores tienen que leer en pantalla cómo usar La Sustancia, Elisabeth finalmente utiliza La Sustancia sobre su cuerpo dando a luz desde su espina dorsal a una versión más joven y hermosa de ella, un alien llamado Sue (Margaret Qualley).
Desde este punto ambas versiones de Elisabeth, porque si algo subraya la película es que siempre son, y serán, una misma, competirán por el control de la vida de Elisabeth o Sue en un duelo que empujará sus cuerpos hasta lo límites que las prótesis de efectos especiales puedan soportar hasta un estallido de sangre y violencia que enfatiza la presión que sufren las mujeres en el mundo del espectáculo. Presión, por supuesto, que Demi Moore conoce en primera persona, pliegues, claro, que Hollywood ya ha explotado antes en películas como Birdman. En el medio, para el que le interese, se puede apreciar el cuerpo de Margaret Qualley desde todos los ángulos que las cámaras de cine pueden captar.
III
El mecanismo de la competencia es, otra vez, sencillo: cada exceso de tiempo que Sue utiliza para vivir su vida de éxito y fama por el mérito de ser joven y hermosa, se traduce en una nueva forma de vejación sobre el cuerpo de Elisabeth, castigada en loop por el hecho de ser vieja y hermosa. Vale la pena mencionar que el cuerpo de Margaret Qualley, tal vez la definición de cuerpo hegemónico como se suele utilizar en la actualidad para referirse con desprecio a lo que sencillamente no es horrible, tampoco fue lo suficiente bello y tuvo que utilizar prótesis en sus pechos para hacerlos más exagerados a la hora de “retratar una visión idealizada de la belleza”. ¿Idealizada por quién? Por lo que Fargeat, claro, idealiza que imaginan los hombres. Este pliegue no es más que una anécdota que, sin embargo, ayuda a iluminar la esterilidad de Fargeat para imaginar el tiempo, la vida y el cuerpo de otra manera que no sea una actualizada Crónica de la guerra del cerdo aplicada al mundo del espectáculo, o incluso para imaginar otros méritos de la juventud que la belleza y otras desgracias que envejecer que su continúa disolución. Sin embargo, en este punto la película de Fargeat muerde su propia cola. Elisabeth es castigada una y otra vez por ser vieja. El mismo guión de Fargeat pone a Elisabeth en la situación de perder su trabajo de décadas y a continuación la castiga por el intento de recuperarlo hasta que explota, literalmente, en una lluvia de sangre sobre los ejecutivos del canal.
IV
Pero si La sustancia no tiene nada nuevo que decir sobre algo que ya todos sabemos, tal vez valga detenerse en la imposibilidad del presente, y del cine del presente, sobre todo el que se financia en Francia y Hollywood, para extraerse de la lógica de las plataformas y generar películas que escapen de los prejuicios establecidos de las redes sociales, según los cuales las mujeres son oprimidas, sobre todo en el mundo del espectáculo, por estándares de belleza imposibles a lo largo de toda sus vidas. Afirmación que, por supuesto, nadie se animaría a discutir desde los años 80 hasta acá. ¿Pero contar la misma historia de siempre transforma a La sustancia en una mala película? En absoluto. En definitiva, todo lo que es promocionado como innovador y atrevido en La sustancia no es más que una puesta en escena de aquello que es normal y natural para la vida en general, desde las ballenas hasta las masas de trabajadores y ancianos del resto del mundo por fuera de Hollywood, lo nuevo desplaza a lo viejo. Aunque los ejemplos de mujeres talentosas que han llegado a la vejez y siguen en actividad abundan, incluso en su propio país, Fargeat parece subrayar una sola idea en su tour de tortura sobre el personaje de Elisabeth, la misma que prima en el mundo del espectáculo que financia sus películas: cualquier forma de resistencia a la renovación es inútil y merece ser castigada/////////PACO