En las notas de los diarios, revistas y sitios del mundo a los “chalecos amarillos” franceses se los nombra así, entrecomillados y con minúsculas, describiendo a ciegas un fenómeno de masas sin una cuadratura política transparente, evidente o fácilmente encasillable: como todo movimiento de rebelión popular en la historia, se mimetiza en alguno de sus rasgos, en este caso el de la vestimenta, ahí cuando todos los sectores sociales, interpelados, toman posición y constituyen alianzas tácticas. El orden está en riesgo y las opciones se achican, o se lo empuja o se lo sostiene. En estos mismos diarios, revistas y sitios, las crónicas comienzan: “Una vez más…”. Movilizados el último sábado 20 o en las celebraciones de la independencia francesa, el pasado 14 de julio, donde fueron arrestadas más de 150 personas, que se suman a las miles de detenidas y procesadas, los “chalecos” son un movimiento vivo, que no deja de conmover las estructuras políticas de la temblorosa Unión Europea.
“Surgido a mitad del mes de noviembre en contra de un aumento del precio de la gasolina, el movimiento de los Chalecos Amarillos atravesó el invierno europeo para convertirse en pocos meses en un actor central de la política francesa y una fuente de inspiración para movimientos populares en el resto del mundo”. Así comienza, sin comillas y con mayúsculas, Francia fluorescente (Milena Caserola), la “crónica viva de los Chalecos Amarillos” que desde Buenos Aires escribió el doctor en Historia por la Sorbona Jéremy Rubenstein (París, 1974), quien se doctoró con un trabajo sobre la “Semana Santa” argentina de 1987, y que, en su trabajo como colaborador de medios, sostuvo un informe semanal sobre el movimiento de los chalecos franceses en su blog El Grafólogo. El desafío de Rubenstein consiste en problematizar lo que él mismo consideró en un principio una “protesta de la clase media empobrecida de un país rico” sin petrificar la secuencia de un acontecimiento histórico en curso, adentrándose también en su inscripción histórica, la de la Francia revolucionaria o comunera y a la crítica hacia la república manejada por un inepto como Macrón, representante sin más de los intereses corporativos que hundieron al país galo.
¿Cómo evaluás la actual continuidad de las movilizaciones de los Chalecos Amarillos?
El movimiento de los Chalecos se está transformando mucho, las marchas de los sábados son hoy bastante débiles y probablemente el lugar de menos movilización de los Chalecos, quienes multiplicaron sus formas de intervención pública (aunque no haya que olvidar que el sábado sigue siendo un momento simbólicamente importante, y es cuando se juntan las vertientes muy heteróclitas del movimiento).
Dentro de las varias formas de acción que pude observar, la que más me sorprendió fue algo parecido a un Fight Club: funciona como una suerte de inmensa sociedad secreta, con signos de reconocimiento entre desconocidos quienes se ayudan en la vida cotidiana. Por ejemplo, mi madre llega al estacionamiento de un hospital, el encargado le va explicando que está reservado para usuarios hasta cuando advierte que hay un chaleco colocado sobre el tablero (signo de reconocimiento y/o apoyo que ponen todos los Chalecos en sus autos), de ahí cambia totalmente de actitud y le indica un lugar. Es poco espectacular, es una suerte de resistencia de baja intensidad pero constante. Es algo de que se habló mucho en rotondas: ya que la gran parte de los Chalecos ocupan muy a menudo oficios en todos los servicios, cumplen un servicio selectivo o diferenciado en función a la pertenencia a los Chalecos. Se construye así una red de solidaridad casi invisible con la cual los Chalecos están por todas partes todo el tiempo.
En cuanto a la marcha del 14 de julio, a la vez fiesta nacional y de conmemoración de la Revolución, ha sido sin duda una decepción ya que muchos desarrollaron enormes expectativas (de tipo insurreccional) en este día tan simbólicamente cargado (con la idea de que esta Revolución es “nuestra”).
Ese día estaba en París y me dirigía hacia los Champs Elysées cuando vi la noticia de que habían arrestados preventivamente varias figuras conocidas de los Chalecos, así que me fui a la comisaría donde estaban detenidos. Los soltaron unas pocas horas después, creo que hicieron eso para medir la capacidad movilizadora de esas figuras (lo interpreto como una suerte de provocación gubernamental con el doble objetivo de medir las fuerzas y de descongestionar la temida movilización en los Champs Elysées donde, tradicionalmente, desfilan los militares y el presidente –como jefe de las FFAA-). Éramos muy pocos y había casi más periodistas que personas, de manera que el resultado de la provocación es ambiguo: por un lado lograron comprobar que esas figuras no están en capacidad de movilizar mucha gente atrás de sus figuras pero, al mismo tiempo, dieron una nueva muestra de lo arbitrario de la represión al detener preventivamente personas que no habían cometido ningún delito. Es cierto, el cerco periodístico es tan blindado que no provocó escándalo fuera de los medios ya más o menos afines a los Chalecos (RT y Le Média, y otros menores).
Después, por la noche, pasó algo curioso, quizás más significativo. Ganó Argelia en la semi-final de la copa africana, y los Champs Elysées se volvieron un delirio, Chalecos e hinchas festejaban juntos mientras los policías iban corriendo de un lado hacia otro, totalmente desubicados, eso duró varias horas (el día siguiente, los medios dominantes hablaron de “desbordes” y la extrema-derecha se indignó que el 14 de julio se vulva una “fiesta argelina”). Se crean solidaridades antes casi impensables (por más que siempre fueron políticamente necesarias, eran solo expectativas ilusorias de militantes de ambos lados del Périphérique – la avenida que separa París del conurbano, es decir la General Paz parisina).
En la marcha del Comité Adama (del nombre de un chico negro–Adama Traoré- asesinado por la policía en el 2016) vinieron muchos Chalecos. Esta vez se ve una posibilidad de alianzas entre sectores populares largamente divididos (esencialmente a través de un racismo alimentado por el Estado). Una figura de los Chalecos Maxime Nicole habló en el acto del Comité, y solo dijo una cosa esencial : “les pido disculpas por no darme cuenta de que son perseguidos por las fuerzas represivas mucho antes de que nosotros aparezcamos como Chalecos y, por ende, nos enteremos de cómo funciona eso». Si esta alianza entre “pequeños blancos” y racializados se profundiza, entonces habrá las condiciones para enfrentarse de nuevo al aparato represivo. Es todo lo que no logró el Nuit Debout (movimiento de las Plazas en Francia de la primavera 2016) que muy rápidamente concentró los blancos (o “blanqueados”) de los centros (típicamente la Place de la République en Paris) y no atrajo a los sectores populares de las periferias urbanas –salvo militantes sociales.
Es un punto esencial, es el equivalente en Argentina de cuando las clases medias se unen (o por lo menos aplauden en vez de denigrar) con piqueteros y/o villeros (es decir, la única manera de que la Calle vuelva a tener un protagonismo central con la potencia de abatir gobiernos). Sino que en Francia es aún más difícil de crear esa solidaridad ya que las fracturas son muy profundas, entre otras, arraigadas en la historia colonial del país.
***
El movimiento amarillo se apuntala en un país desarmado: Francia, que supo ser una potencia ferroviaria, perdió su autonomía con la absorción de Alstom por General Electric, en una oleada de medidas. El PBI ‘crece’ al 0.2% y, en consecuencia, la desocupación ronda el 10% desde hace una década. Nueve millones de personas, que representan el 15% de la población se encuentra debajo del nivel de pobreza, de los cuales cinco millones sobreviven con menos de 850 euros mensuales. Francia se encuentra aplastada por el peso de la deuda pública y del pago de sus intereses. La irrupción de los Chalecos desmonta, hoy, los mecanismos de silencio de esta Francia emergente, también en sus contradicciones, con acciones como la Asamblea de Asambleas que redactó una proclama que llama al poder popular a la preocupante victoria de la ultraderechista Marie Le Pen con un acotado 23%, en un escenario de profunda fragmentación política: un cuadro de crisis de régimen.
¿Qué evaluación te merece el triunfo, en este contexto, de Marie Le Pen en las últimas elecciones europeas? ¿Qué responsabilidad o errores estratégicos, si los tuviera, marcarías a la acción de los partidos de izquierda que no lograron capitalizar al movimiento?
Analizar las elecciones a través del efecto Chalecos Amarillo no es simple. Quizás sea directamente un contrasentido, ya que los Chalecos se rehúsan en definir líderes, por lo que las elecciones son muy disociadas del movimiento. Por otro lado, lo que jugó a pleno en esas elecciones ha sido el mecanismo del «voto útil»: la extrema derecha se benefició de su lugar de oposición tajante a Macron (quien sólo consolidó su piso electoral).
Efectivamente, la pregunta es por qué la izquierda parlamentaria (France Insoumise) no se beneficio de la situación. Hay varias repuestas. 1. Con los Chalecos, aparte de declaraciones de algunos de sus líderes nacionales, no hubo participación de FI al movimiento (sólo hay el caso a parte de Ruffin quien logró ligazón afectivo-politico gracias a su desempeño antes y durante el auge del movimiento). 2. Escogieron una candidata lo más alejado al “ethos Chalecos” (una joven parisina o identificada a las altas escuelas parisinas, venida de una ONG internacional, nada que se parezca al “pueblo” de Chalecos). 3. La deriva personalista del líder Melenchon lo hace muy poco creíble, en contradicción con el discurso del partido a favor de un cambio constitucional (para dejar el presidencialismo monárquico de la V República -no en vano fundada por y para De Gaulle, un militar en muchos aspectos inspirado por el intelectual del neo-monarquismo Charles Mauras-). 4. Por fin, la misma razón por la cual se beneficio la extrema derecha (la lógica del voto útil en contra de Macron) jugó en contra de France Insoumise
La opción que hubiera puesto este partido a las alturas del momento era llamar a boicotear esas elecciones (posición defendida por algunos en interno), lo que hicieron es sólo ratificar que están más interesados en obtener unos escaños en vez de cambiar todo. Es un partido tradicional con lógica antigua, por eso está convencido de que basta con tener un discurso en adecuación con las principales reivindicaciones del movimiento cuando la actitud es lo que más importa dentro de los Chalecos (varios micro-episodios mostrando a Melenchon en actitud de líder soberbio). Por más hábil que sea, este personaje difícilmente puede encarnar una “nueva política” ya que hizo toda su carrera adentro del Partido Socialista (por el cual ha sido electo senador hace más de 30 años). Fuera del discurso, tiene una carrera que lo distingue muy poco de los otros líderes del PS (considerado como un partido de oportunistas interesados en sus carreras personales). Incluso, si es atento a su discurso, hay aspectos que lo asocia al mundo de ayer, por ejemplo Mitterrand sigue siendo una figura de referencia, siendo que es bajo su presidencia que se introdujo el neoliberalismo en Francia (sin hablar del recorrido de aquel personaje que proviene de la derecha y más bien de la extrema derecha: la izquierda francesa tiene como figura tutelar un oportunista de la política que se formó a la extrema derecha y que tuvo un rol protagonista en la represión durante la Guerra de Argelia (1954-1962) al punto de pedir la guillotina en contra de independistas). Mélenchon nunca rompió con eso. Se puede leer la fundación de su partido (o su escisión del PS) en el 2009 como una jugada hábil de Mélenchon, quien por un lado se daba cuenta que jamás iba a llegar a la cima del partido por demasiada concurrencia, y por otro se veía un espacio político abierto por la crisis financiera del 2008. Pero si bien se abrió un camino, también impidió reacciones más de la calle (recordemos que Francia ha sido último país en el cual se conoció el “movimiento de las plazas” –Nuit Debout- mucho después de España o Estados Unidos), cuando tenía todo para dispararse; a mi juicio, este partido ocupó este lugar de protesta (y por lo tanto impidió que emergiera en las plazas). En todo caso, son esas jugadas hábiles con las cuales la Calle (o los Chalecos) quiere acabar, así que no puede sorprender que FI no aparezca como una fuerza renovadora.
Apenas comenzado el libro te referís a una cuestión central para pensar el fenómeno de los Chalecos: la cuestión del poder; finalizás, además, anexando el combativo “Llamamiento de la primera ‘Asamblea de Asambleas’” de enero de este año donde se plantea no sólo el “¡Macron dimisión!” sino también la reivindicación de la construcción de una huelga general para otorgar el “poder al pueblo”. ¿El proceso electoral ha podido encauzar la crisis? ¿En qué punto se encuentra la discusión del poder en el asambleísmo amarillo?
Si se la toma de manera tradicional o electoralista, no creo que los Chalecos modifiquen gran cosa al poder ni siquiera que influyan de un lado u otro las elecciones. En cambio, si se piensa el poder de otras maneras, entonces sí, ya aportaron muchos cambios, en un empoderamiento de clases populares que ya eran resignadas a la sumisión. El fin de la resignación y la pérdida del miedo han sido cambios radicales que operaron en esos últimos meses. Se ven personas que no tienen miedo, y eso es impresionante. Concretamente, los policías armados como si van a conquistar Irak corren por todos lados, disparan gases con bombas de TNT (de uso militar según las normas internacionales) y balas de gomas, los Chalecos se dispersan frente a la ofensiva, y cinco minutos después vuelven al mismo lugar como si nada hubiera pasado. Estamos hablando de gente de toda edad, algunas ancianas, jóvenes, mucha gente de 50 años que trabajo toda la vida sin cuestionar las autoridades. Vuelven y cantan que ellos son “más calientes que los lacrimógenos”. Hay que ver la total tranquilidad con la cual sacan sus sueros mientras esperan que el viento despoje los gases para medir la determinación con la cual se mueven. Entonces, no sorprende que durante la semana los que no trabajan (sean desempleados o jubilados), por ejemplo de Montpellier, cultiven tierras comunes (obtenidas de la alcadeza de un pueblo de la región) para proponer otra agricultura. Creo que ahí se construye poder, y te diría que mucho más que en las asambleas. En los grupos de apoyos a prisioneros, como otro ejemplo, las personas aprenden las cuestiones practicas y a conocer los labirintos judiciales para enfrentar a este mundo del poder policial-judicial; eso es también un empoderamiento ya que esa misma gente, solo unos meses atrás no tenia idea de cómo defenderse frente a esos aparatos. No digo que vamos a ganar, creo que hay que abandonar la misma idea de “ganar”, pero esas múltiples construcciones de poderes me parecen muy alentadoras y en capacidad de poner en jaque los poderes represivos. Eso es: no se trata de conquistar el poder sino de ponerlo en jaque a los gobernantes, es decir defenderse.
Sin embargo, no creo que tampoco haya que abandonar el horizonte de acuerdos y convergencias con sindicatos y otros aparatos en vista de la huelga general. Los dos movimientos no se oponen necesariamente, y es probable que necesiten uno del otro. (y lo digo en contra de mi aspiración).
***
La deriva de los Chalecos Amarillos continúa y una falsa “deriva autoritaria”, confusa en su planteo, no debe correr el eje sobre lo que se formuló como un interrogante, sobre todo para la gran burguesía europea: la capacidad o no del movimiento de discutir la cuestión del poder, con la complejidad de que no es acaudillado, por ejemplo, por los sindicatos. La crónica de Rubenstein articula las modulaciones de un estado que se protege a sí mismo, con mutaciones jurídicas y represivas dispuestas a llevarse puesto, en una batalla cuerpo a cuerpo, a la marea amarilla que comienza a pintarse en las paredes del mundo.
En un mundo convulsivo, muchos analistas acercan el proceso de los Chalecos al más global del ascenso de los Trump, Salvini o Bolsonaro. ¿Cómo ves el proceso actual de rebeliones populares en un sistema capitalista colapsado políticamente?
Si, mucha gente (en especial en las clases medias-intelectuales parisinas) tiene miedo de que los Chalecos sean la entrada de un fenómeno tipo Bolsonaro-Salvini, y es cierto que es una posibilidad. Esa gente se queda analizando, buscando paralelos históricos o con otros países, y producen análisis más o menos originales y/o interesantes. Mientras, en las calles, en las asambleas populares, en los bloqueos de supermercados, de gasolineras, de autopistas, se construyen las solidaridades de las personas que constituyen el movimiento. Si solo queda la gente de extrema derecha en esos lugares, entonces si, obviamente, aquellos analistas habrán acertados en sus profecías auto-realizadas. El tema es participar y construir el espacio. A diferencia de las elecciones que llevan los Salvini, Bolsonaro, Le Pen etc., donde no tenemos ningún poder (al menos que tengas 50 canales de televisión a disposición), en esos espacios tenemos poderes por lo que todo depende de la movilización. Tal rotonda empezó con muchos militantes de extrema derecha, y tres meses después consensua un texto en el cual afirma su solidaridad con los migrantes. ¿Por qué? Porque hubo otra gente que les arrebato el lugar, les demostró en carne propia que el barrio árabe es ultra solidario con los Chalecos (pero se moviliza poco por miedo –con razón- a que la represión se abate en prioridad sobre ellos). El caso emblemático para pensar este momento donde todo es posible es la Plaza Maidan en Ucrania; al principio había de todo, pero muchos anarquistas se retiraron al ver que habían neo-nazis, con lo que la plaza terminó efectivamente con una fuerte componente fascista. No se puede retirar del terreno y después sorprenderse de que solo quedan los enemigos. (para quien lea francés, aconsejo este testimonio muy esclarecedor).
Al igual que Argentina, Francia arroja en sus índices de desocupación y pobreza datos alarmantes. ¿Hay lugar en una Argentina en estado crítico para la emergencia de movimientos de lucha de estas características? ¿Lo asimilás a algún proceso argentino?
Como mucha gente, estoy sorprendido de que no haya explosión social en Argentina. Cuando hubo la movilización para las jubilaciones en diciembre 2017 pensamos que por fin llegaba… y no. Hay alquimias populares de la cuales nadie conoce las recetas. En todo caso, el tema no es que vaya a pasar sino cuándo. A toda vista, será después de las elecciones, cuando aparezca que no se quiere o pueda salir de la política del FMI. ////PACO