Por Juan Terranova

Cuando YouTube liberó la cantidad de tiempo de sus videos modificó radicalmente su utilidad. Ahora, por ejemplo, es posible ver películas enteras que antes aparecían fraccionadas. ¿Y la música? Frente a otras plataformas de intercambio más sofisticadas como Grooveshark o Torrent, YouTube, o mejor dichos sus usuarios, implementaron el Full Album. No se trata de un concierto, que los hay y excelentes, sino de un álbum entero subido con la tapa del disco como única imagen. Del uso a la evolución, hubo un youtuber cero que despreció la pantalla, privilegió el sonido y se preguntó “¿por qué no subo todo el disco?”. Acceso rápido, sin necesidad de descargas invasivas, ventanas de diálogo ni largas esperas, con un buscador universal y directo, y un sonido que va de aceptable a muy bueno, los Full Album de YouTube transformaron la escucha de un disco on line en algo simple y confortable. Para celebrar esa tangible forma de libertad, acá van cinco discos. Gracias YouTube, gracias usuarios del mundo.

The clown, Charles Mingus. Atlantic Records, 1957.

La picaresca sonora de Mingus está ahí, disruptiva, sumando, también su amor por los las fugas y los contrapuntos. Epico y egocéntrico, jugando al desborde pero manteniendo el control, Mingus repite sus ideas para que comprendas toda su complejidad y belleza. “Lo hago por vos” parece decir, socarrón. El payaso, la autoironía, la cita. En «Haitian Fight Song», Jimmy Knepper hace saltar su trombón por toda la pista. Atención al juego del volumen, los pianos, los fortes y las intensidades, atención a la voz de Jean Shepherd y a los solos del gordo, melódicos, rítmicos, agresivos, sutiles.

Idle moments, Grant Green. Blue Note, 1964.

Down tempo para un comienzo cansino, recostado y feliz. Green toca sin énfasis, como patinando, como dejando que el día feriado se vaya agotando tranquilo. El vibráfono de Bobby Hutcherson y un Joe Henderson tocando realmente inspirado redondean un disco escuchable, amable, preciso, virtuoso, sentimental y elegante. Como esos amigos de los que te sentís orgullosos porque siempre dicen algo inteligente y lo dicen bien. Todo es mucho más fácil y hermoso cuando el que toca comparte su talento.

The Shape of the jazz to come. Ornette Coleman, Atlantic, 1959.

Estridente y adusto, por momentos oscuro, e incluso amenazante, The Shape of the jazz to come es música de callejones hiperescolarizados. Sin piano, sin armonías que sirvan de red y contención, se permite el arrobamiento dulce de Lonely woman, pero en su centro está el inconformismo del artista desplazando al artesano. Hoy, más de cincuenta años después, todavía suena a cuatro tipos que se juntan en una habitación para ver qué pasa si hacemos lo que no hay que hacer. The Shape está a la altura de su nombre. Coleman define en esos temas la segunda parte sonora del siglo XX, marca un rumbo y escala una cumbre que es suya e indisputable.

Out to Lunch! Eric Dolphy. Blue Note Records. 1964

Disco emblemático del free jazz, Out to Lunch! fue ese recreo paranoico que Dolphy se tomó para terminar de deconstruir la música que había heredado. Lúdico pero serio, desde el título se escapa de las convenciones para satisfacer una hambre anterior y primitiva. Por momentos los sonidos se vuelven incomprensibles, incoherentes, y luego todo se reagrupa y reordena. Un disco complejo, radiante, cristalino, adulto.

Thelonious Monk with John Coltrane, Jazzland Records. 1961.

En julio de 1957, Coltrane y Monk se juntaron en Nueva York y grabaron durante tres días. En 1961, Orrin Keepnews se puso a escuchar lo que había en la audioteca de Jazzland Records y armó este disco, en el que también tocan Coleman Hawkins y Art Blakey. Increíble. El resultado es un poco pastichero, con diferentes formaciones, texturas y propuestas. Pero tiene momentos altísimos como el primer track, Ruby, my dear, donde, sin ingenuidad, con amable convicción, Trane y Monk narran la historia de un amor melancólico, con densidad y peso, como solo ellos supieron hacerlo. ///PACO