Por Juan Terranova

Luiz Eduardo Soares habla mucho pero sin apuro. Es el autor de más de diez libros, entre ellos Tropa de Elite, escrito con los ex-policías del BOPE André Batista y Rodrigo Pimentel. Publicado en la Argentina por Editorial Marea, el libro tuvo un recorrido curioso. Destinado a ser leído por la izquierda sensible a los problemas del abuso policial y la marginalidad, extraordinaria película de José Padilla mediante, no recibió el interés que merecía y que sí tuvo en Brasil. El progresismo argentino una vez más se dejaba ganar por sus prejuicios. La película de Padilla fue percibida como «demasiado violenta» o incluso «fascista». El desconocimiento de la situación brasileña y de la vida y la muerte en las favelas cariocas también ayudó. En el prólogo del libro los tres autores dicen: “¿Cuál es el antídoto para la corrupción? En la historia del BOPE, la respuesta fue siempre una: el orgullo. Un orgullo personal y profesional. Con pleno respeto al uniforme negro. Antes la muerte que el deshonor”. Soares está en Buenos Aires para participar del festival BAN! donde va a hablar de los niños delincuentes del Brasil, sobre los que escribió en la novela titulada Cabeça de Porco con la ayuda del rapper Mvbill y el presidente de la Central Única de Favelas, Celso Athayde.

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¿Como fue su paso por la Secretaria Nacional de Seguridad en el 2003?

Primero tuve un cargo en Rio como Secretario Adjunto donde desarrollamos una experiencia muy interesante, muy ambiciosa, de recreación de prácticas policiales. Hubo una gran confrontación con los sectores no democráticos y corruptos de la policía. Había que repactar con la policía. Me radicalicé en mi postura y fui exonerado. Me amenazaron. Me tuve que ir de Rio. Viajé a los Estados Unidos. Volví. Fui a Porto Alegre, donde trabajé en Restinga, en la zona sur de la ciudad, que es el área más pobre y también la más violenta. Con una trabajo preventivo, bajamos la taza de asesinatos de cuatro o cinco por mes a cero. Lula me llamó para formar parte de su gobierno. Armamos un proyecto muy ambicioso también, esta vez a nivel nacional. Se nos dio espacio para la experimentación en el orden de los social. Tuvimos una excelente participación multisectorial con la educación y la salud. Se crearon mecanismos de participación popular. Durante dos años se trabajó muchísimo. ¡Los gobernadores lo apoyaban! Se aprobó, iba a salir, un gran pacto para reformar la seguridad en Brasil, estaba todo listo. Y se cayó. Fue una gran frustración.

¿Por qué se cayó?

Por motivos políticos.

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En un artículo reciente titulado “Hora Zero no relógio popular” usted escribió: “Aplicar viejos esquemas cognitivos sirve apenas para exorcizar lo nuevo, domesticar la diferencia y enmascarar la inseguridad intelectual, confirmando viejas creencias categorías.” ¿Cuales son esos «viejos esquemas”?

La arquitectura legal de la seguridad pública en Brasil es un legado de la dictadura. Se dieron muchas concesiones. Y hubo ahí una complicidad de la izquierda, por sectarismo o por omisión, porque no sabían o porque pensaban que era un epifenómeno del capitalismo. La derecha muy claramente dijo que no iba a tocar eso, que no se iba a meter con ese tema. En la Argentina la transición democrática me parece que fue mejor. En Brasil, no hubo ese momento básico de «verdad» del que habla Mandela. “Verdad y reconciliación” dice Mandela. En Brasil no hubo ese momento de «verdad». Recién ahora hay una Comisión de la Verdad que empieza a restablecer la historia. La corrupción policial estuvo y está inserta en una trama de corrupción empresarial y estatal muy grande. La idea de un estado central con el monopolio de la fuerza es una fantasía en Brasil. El poder en Brasil no está centralizado. Más bien es una archipiélago hobbesiano del cual forma parte y se beneficia también la política, una política que va en contra del estado democrático de derecho y en el cual el narco es una pequeña isla.

Cuando llegó al poder, ¿el PT intentó cambiar esto?

No.

Los intelectuales de izquierda aparecen parodiados en Tropa de elite

No, en el libro no. En la película puede ser pero no, yo soy un intelectual de izquierda.

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¿Cómo ve el presente de Brasil?

Estamos en un momento de cambio. Tenemos que reconocer la impotencia y la insuficiencia de los esquemas tradicionales. Las propuestas radicales son necesarias pero todavía operan con las categorías tradicionales. Nuestra agenda, que no se cumplió, ya es vieja. Hay que ir más adelante. ¿Por qué? Hay nuevas formas de operación de los estados imperiales. Nos ponen, insisto, en un mundo hobbesiano. Resulta un poco ingenuo pensar nuestras soberanías como las pensábamos. El espacio para el ejercicio democrático es menor hoy. Lo vuelvo a repetir: El monopolio y el uso de la fuerza por parte del Estado. La idea de una unidad legal es muy relativa. Las empresas transnacionales junto a las expresiones de los estado corruptos hacen que todas nuestras ideas democráticas suenen ingenuas.

¿Qué novelistas brasileños le interesan?

Daniel Galera, Bernando Carvalho, Michel Laub, Marçal Aquino. Más viejo, ya clásico, Graciliano Ramos. Me gusta mucho Reinaldo Moraes, sobre todo su primera novela Pornopopéia.

¿Cómo fue trabajar para hacer la película con José Padilla?

Partimos de cero juntos pero el libro y la película son dos cosas diferentes. Unidas y hechas en paralelo, pero diferentes.

¿El Capitán Nascimento es un héroe de la derecha?

Sobre todo es un personaje trágico con un sufrimiento psíquico terrible. Vive una inseguridad ontológica permanente y sabe que, en parte, lo que hace es hasta cierto punto inútil. Sus prácticas son de derecha pero su sentido de venganza, su neurosis, su daño psicológico, le impiden una ideología.

Última pregunta, ¿quién va a ganar el mundial de fútbol del 2014?

¡Si yo lo supiera! Es más fácil determinar el futuro de la humanidad.///PACO