Entrevista


Emmanuel Taub sobre Israel, sionismo y antisemitismo

Doctor en Ciencias Sociales, magister en Diversidad Cultural, investigador, poeta y editor, Emmanuel Taub (Buenos Aires, 1980) repasa en Mesianismo y redención. Prolegómenos para una teología política judía (Miño y Dávila, 2013) el trabajo de algunos de los pensadores judíos más importantes de los últimos siglos, iluminando y discutiendo asuntos como el sionismo, la tradición y la razón. El resultado es un libro fundamental.

¿Cómo definirías las diferencias entre sionismo, mesianismo y semitismo y cómo se articulan alrededor del Estado de Israel?

Primero, sin mesianismo no podríamos pensar en los orígenes del sionismo. El mesianismo es un elemento central para el judaísmo que podríamos definir como la esperanza profética que se funda sobre la idea que en el final de este tiempo se encontrará libertad política, perfección moral y dicha terrenal para el pueblo de Israel en su propia tierra y para toda la humanidad. El mesianismo es un ideal político y religioso, teológico-político, que podría entenderse como ese dispositivo que permite articular lo político y lo ético, lo nacional y lo universal, instalándose entre estas dimensiones, y conectando lo divino con lo mundano, y viceversa. Por su parte, el origen del sionismo trae consigo los elementos de esta esperanza mesiánica: especialmente, el fin del exilio, la posibilidad de regreso a la “tierra prometida”, y la construcción de un Estado en donde se despliegue una vida judía por fuera de la autoridad de otro Estado. Pero también por ello, no podemos igualar mesianismo y sionismo, sino intentar rastrear las bases de uno en el otro; el sionismo fue una de las realizaciones políticas secularizadas del ideal mesiánico, una materialización de los valores mesiánicos en base a un objetivo político, social y cultural. En cuanto al semitismo, es un concepto más amplio que los primeros ya que implica, en primer término, las características lingüísticas de los pueblos que hablan las lenguas semitas y que, en segundo lugar, con el tiempo se ha extendido como la caracterización de las tradiciones, las doctrinas y las costumbres de los pueblos semitas. En cuanto al mesianismo y al sionismo en el Estado de Israel, primero hay que decir que el problema mesiánico como el problema del sionismo tienen que ver con el “hacia dónde” se dirige el judaísmo en sus diferentes lecturas. Mientras el mesianismo político-nacional fue una guía para la dirección histórica del judaísmo, que tal vez alcanzó su meta con la construcción del Estado, el resto del mundo judío de la diáspora se ha debatido en la encrucijada que los dilemas de la identidad judía moderna les ha presentado, y el ideal mesiánico forma parte de la práctica ética, espiritual y religiosa. Por ello no es lo mismo, en cuanto a las formas de vivir en y el judaísmo, lo que podríamos llamar un judaísmo diaspórico de un judaísmo israelí. El Estado de Israel es tal vez el punto de mayor secularización del judaísmo, es un punto de llegada de toda una historia y al mismo tiempo es el punto de partida.

¿El Estado de Israel es una teocracia?

Quien primero señaló la idea de que el pueblo judío era una teocracia fue Flavio Josefo en Sobre la antigüedad de los judíos (contra Apión) al referirse a la relación entre las leyes de Moisés, el sentido de la forma de gobierno y el pueblo judío. Sin embargo, esta definición de Josefo acarrea una complejidad: quién gobierna su reino, Dios o el hombre. Si sólo Dios gobierna, la monarquía es entonces la antesala al reino de Dios. Mientras tanto, solamente los hombres podrán administrar el gobierno. Si pensamos en la teocracia como institución política, habría que decir que sólo se hace realidad en el periodo de los reinos para el Antiguo Israel en donde se transforman las tribus hebreas en un pueblo en sentido político. Sin embargo, a pesar de que los reyes representaban el poder político y el religioso, nunca fueron considerados representantes de Dios en la tierra, sino representantes ante el pueblo e intercambiaron la práctica del culto con los Sacerdotes y los Profetas. Por ello, el Estado de Israel actual, aunque está constituido sobre la base de la ley judía es un Estado hecho a imagen y semejanza de los Estados nacionales modernos, pero con sus características propias.

Pensando en sionismo y mesianismo, ¿cuál es la disputa política y religiosa de estos términos y cuáles son sus usos para el judaísmo dentro y fuera del Estado de Israel?

Si al Estado judío se lo piensa sobre las bases del ideal mesiánico no puede ser pensado como un Estado construido con las mismas características que las de un Estado moderno y occidental. Y eso es producto del sentido de la Ley sobre la que se conforman los Estados-nacionales modernos. Sobre la base del Estado se encuentra la Torá (Antiguo Testamento), que no es solamente la ley en su sentido tradicional, sino una forma de vivir el mundo, de mirarlo y de estar en el mundo: tiene que ver con concepciones de espacialidad y de temporalidad. El judaísmo se desarrolla paulatina e históricamente como religión, como comunidad y como forma de vida tanto en relación a su ley como a sus tradiciones y al vínculo histórico con el mundo que lo rodea. Pero también, sigue estando presente, sobre las bases del Estado la esperanza en la llegada del mesías o el tiempo mesiánico; y este elemento ya no sólo tendrá un significado particular para el pueblo judío, porque la idea de la soberanía de Dios sobre la Tierra tiene un carácter universal. Ahora bien, específicamente, en la conformación del Estado de Israel, los elementos mesiánicos han funcionado como parte del lenguaje político en la construcción del ser nacional de un Estado tardío y marcado por la destrucción del judaísmo de Europa en la Segunda Guerra Mundial. Es por ello que si el sionismo puede pensarse como el motor que movilizó políticamente la posibilidad de construcción del Estado en Palestina, el mesianismo constituyó luego de manera simbólica parte del discurso que le dio contenido, que ensanchó, esta constitución. El Estado de Israel es producto de la articulación del sionismo con el ideal mesiánico.

Mesianismo y redención_imprenta

En un pasaje del libro escribís que “el mesianismo judío es un problema político, que se edifica sobre la necesidad de la realización política del pueblo judío”. ¿Qué panorama plantea esta perspectiva ante la violencia belicista del Estado de Israel y la violencia belicista de sus vecinos?

A nivel político, el ideal mesiánico constituye una “hacia donde” que ha mantenido al pueblo judío con esperanzas en el futuro en los momentos históricos de mayor persecución y destrucción. En ese sentido, una vez constituido el Estado de Israel se ha presentado el dilema de si la esperanza mesiánica ha llegado a su punto de materialización. Esto, como podemos observar, no ha sido así, y por ello ha llevado a que surgieran diferentes lecturas que se vinculan a la existencia de diferentes movimientos o concepciones: aquellos que creen que es sólo un Estado nacional judío como otros estados nacionales pero no representa el Estado ideal que supone el ideal mesiánico; aquellos que consideran que es el inicio del devenir mesiánico y que estamos por ello más cerca del tiempo mesiánico, o sea, que es un paso más que nos acerca; y también aquellos que consideran que es el Estado que suponía el ideal mesiánico y que el tiempo mesiánico se ha iniciado. Cada uno de estas concepciones ha generado modificaciones políticas, sociales y culturales tanto en Israel como en la diáspora, pero especialmente en los movimientos más mesiánicos dentro del judaísmo. En este sentido, las relaciones entre Israel y sus vecinos siguen la lógica de los conflictos geopolíticos de los Estados modernos sobre la base de ideales religiosos que muchas veces imposibilitan el diálogo. Justamente, porque ha primado en muchas ocasiones, por ambos lados, lo religioso por sobre lo moral, o sea, no se supo extraer de la base de la religión los valores éticos que pueden conducir las políticas entre los Estados a otros caminos.

Hermann Cohen habla de una “religión de la razón”, ¿no son estos términos a priori contradictorios?

La obra cumbre de Hermann Cohen, quien además es uno de los fundadores del neo-kantismo, es La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo juega con la obra de Kant La religión dentro de los límites de la mera razón, obra fundamental para comprender la ciencia y la moral del mundo moderno. En este sentido, lo que Cohen intenta hacer es mostrar los puntos de contacto pero también de conflicto y especialmente de deuda del pensamiento moderno con el judaísmo, y de que manera el judaísmo ha aportado a la construcción de éste. Por ello partirá diciendo que la razón es la fuente de la religión y mostrará de qué manera dialogan en elementos como el sentido de la moral, la universalidad, la idea de historia y de progreso, entre otras. Personalmente, creo que uno de los problemas de la secularización fue perder en el camino aquellos ideales provenientes de las religiones que hacen a los valores del hombre. Aunque por otro lado, también para secularizarse fue necesario hacer esta ruptura, por ello hoy es posible, desde donde estamos parados, retomar aquellos valores sin miedo a la palabra religión.

En la narración en tu libro de la conformación del Estado de Israel después de la Segunda Guerra y la combinación llevada adelante por Ben Gurión de las celebraciones religiosas judías y la rememoración de la Shoá, se perfila una política. ¿Cómo la definirías y en qué puntos esta política entra en conflicto con lo que hasta entonces se entendía como “teología política judía”?

En el libro propongo pensar el mesianismo como el dispositivo que articula lo político y lo ético, lo nacional y lo universal, instalándose entre las dimensiones espaciales que hacen al cielo y a la tierra y posibilitando, de esta manera, pensar en una teología política desde el mesianismo judío. Es así que una teología política judía está construida desde la tradición judía y a través del ideal mesiánico como eje fundamental y se distancia, por ello, de las principales concepciones del término que, desde la filosofía política del siglo XX, han sido pensadas desde una raigambre cristiana, tanto en sus corrientes católicas como protestantes, por pensadores como Carl Schmitt, Erik Peterson o Johann Baptist Metz. Lo que ocurrió en el Estado de Israel con los usos teológico-políticos de elementos mesiánicos, por ejemplo en los discursos de Ben Gurión, se vincula con el objetivo de construir y socializar elementos que fortalezcan la identidad nacional de un nuevo Estado. Es por ello que, dadas las características del devenir del Estado y la tradición judía, uno de los elementos que se utilizó para ello fue justamente el que se desprende de la potencia del lenguaje mesiánico. Hoy creo que el problema mesiánico sigue estando vigente tanto en las diferentes corrientes mesiánicas dentro del Estado de Israel, que podríamos definir como en su forma más explícita, exotérica y hasta política, y en la diáspora, tal vez en una forma más esotérica y espiritualizada, dependiendo siempre de las comunidades judías.

Como parte de la fundación ideológica y religiosa de un Estado moderno, destacás la importancia de la Shoá y el rol que el Estado de Israel asume como estado soberano ante quienes transgredan las libertades y derechos de los judíos en cualquier lugar del mundo. ¿Esta situación ha renovado el significado, la percepción y el valor de lo que se considera “antisemita” a lo largo del tiempo? En el Levítico 26:33-39, tal como lo citás, el “antisemitismo” parecería ser en sí mismo parte de una condena divina: “Yo desenvainaré la espada para perseguirlos”, y en ese punto parece tergiversarse hoy lo que es, bíblicamente, una invocación al respeto de la Ley y la Palabra para el sostenimiento de una comunidad monoteísta global, y lo que también es un mecanismo punitivo, condenatorio y en general nunca abiertamente discutido alrededor de un Estado con una capacidad militar concreta.

Ante todo, el antisemitismo se remonta más allá de la Shoá, pero ésta última fue el pináculo, al coincidir con otras variables, de la transformación del antisemitismo en una máquina asesina. Desde esa perspectiva podemos pensar que la constitución del Estado de Israel es una de las consecuencias del genocidio perpetrado por los nazis, constituyendo una serie de elementos simbólicos que redefinen al judaísmo: ahora el nuevo Estado se piensa frente al papel del ideal mesiánico, de la memoria ahistórica del pueblo pero, también, de la memoria reciente haciendo de la Shoá, por lo menos en el tiempo de la construcción de la identidad nacional israelí. Y, como consecuencia de ello, llevaría a reproducir las prácticas de violencia pero ahora, desde las políticas del nuevo Estado, hacia el interior y el exterior de las nuevas relaciones sociales que desean construir: entre los israelíes y los sobrevivientes de la Shoá; entre los árabes israelíes y los judíos israelíes; entre la ortodoxia y la sociedad laica; entre los inmigrantes modernos y la sociedad receptora (especialmente en el caso de los rusos y los etíopes) y, finalmente, en las relaciones con Palestina y el mundo árabe. Ahora bien, creo que el antisemitismo y lo que hace a su lenguaje y sus símbolos son sumamente peligrosos en cualquier sociedad, sea la israelí o la argentina. En ese sentido, hoy el nazismo parece ser una etapa más, la de mayor destrucción y radicalización del antisemitismo, pero que ha dado origen a la reconfiguración de éste. Por un lado, a nivel del lenguaje y de las relaciones sociales, en la transformación discursiva entre lo anti-judío y lo anti-israelí, hasta la discriminación de población musulmana y africana en Europa por parte de los europeos. Y, por otro lado, en el uso del genocidio como método estatal de reconfigurar las sociedades frente al fin de la guerra tradicional.

Mencionás el análisis de Elisabeth Roudinescu sobre la apelación israelí al origen mítico-religioso por un lado y lo “espiritual, laico y nacionalista” del sionismo por otro. A partir de ahí, abordás la contradicción en la Declaración del Establecimiento del Estado de Israel como “estado judío” y a la vez “respetuoso de los valores de la democracia”. ¿Podrías explicar este punto y describir a grandes rasgos cuál es hoy por hoy el estatus institucional-religioso del Estado de Israel y sus diferencias con el resto de los Estados modernos occidentales?

Para comprender el planteo de Roudinesco tomemos algunos de los ejemplos que ella menciona para entender la contradicción simbólica entre el particularismo (judío) y universalismo (democrático); elementos que hacen a los usos de los símbolos nacionales del nuevo Estado. Allí podemos ver cómo interactúan el elemento mesiánico, el elemento nacional y la Shoá de forma conjunta. En primer lugar, el nombre del Estado, “Israel”, o “el que lucha”, es el que recuerda la lucha entre el ángel y el hijo de Isaac. Es el nombre que le dio el ángel a Jacob, “entre Dios y el elegido de Dios”, como símbolo de la “lucha interminable e interna del pueblo judío” (Génesis 35:9-11). En segundo lugar, la bandera de Israel está adornada en su centro por la estrella de David (“Maguen David”) lo que constituye por un lado, la potencia mesiánica que conlleva la fuerza del linaje del rey David, de quien será el mesías que llegue a redimir al pueblo y, por otro lado, el color azul de la bandera que hace referencia al Talit que se utiliza en los rezos (Números 15:37-41), justamente en el pasaje bíblico que forma parte del Shemá Israel (“Escucha Israel…”). En tercer lugar, el escudo de Israel reproduce el candelabro de siete brazos, símbolo bíblico de la aspiración a la paz proveniente de la celebración de Jánuca y de la recuperación del Templo por lo Macabeos. En cuarto lugar, el himno de Israel, el Hatikva, como dice Roudinesco, expresa el deseo del pueblo judío de recuperar Jerusalén y la tierra prometida de Sión. Ahora bien, esta contradicción sin embargo, termina articulándose bajo el mismo actor que es el Estado nacional moderno, de la misma manera que otros Estados ya lo habían hecho con sus propias contradicciones a lo largo de la historia. Es así que creo que el Estado de Israel es sumamente interesante como modelo a analizar y pensar. Su particularidad frente a otros Estados se da porque combina los elementos de un Estado nacional con sus propias características históricas en cuanto pueblo. Otro ejemplo interesante que podemos mencionar es que el Estado de Israel no tiene una Constitución Nacional como las que conocemos. Sino que existen “Leyes fundamentales” promulgadas por el Parlamento (Knéset) dado que los conflictos internos sobre si la Constitución debía ser la Ley judía u otra promulgada no dejaron avanzar en la construcción de una.

¿Revista Paco es antisemita?
Nunca me pareció que Paco, como revista digital, sea una publicación antisemita, lo que no quiere decir que alguno de sus periodistas sea antisemita, pero esa es una información que no manejo////PACO