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El final de una novela viva

Por Mariano Zamorano / @zamoranoconz

A fines de 2011 la editorial Interzona presentó Región. Antología de cuento político latinoamericano, un libro en donde dieciocho escritores de América Latina buscaron reflejar la realidad política del continente a través de sus relatos. Uno de los escritores elegidos fue el venezolano Slavko Zupcic (1970), quien en su cuento Doble Chávez narró el compromiso de tres hermanos con la revolución socialista, uno de ellos tan mimetizado que es elegido por la Secretaría de la Presidencia para reemplazar al verdadero Chávez en inauguraciones, desfiles, conferencias de televisión y ruedas de prensa. La rutina de ser el doble implica una dieta estricta, champú de cayena, ejercicio por las mañanas y utilización constante de boina roja, chaqueta militar y bluyines. El 10 de octubre de 2012, pasados tres días de la elección que Hugo Chávez ganó con el 54% de los votos, Zupcic respondió una serie de preguntas por correo electrónico en donde anticipaba el final que hoy todos conocemos. Slavko Zupcic (Valencia, Venezuela, 1970) es psiquiatra y escritor. Es autor de los libros Dragi Sol (cuentos, 1989), Vinko Spolovtiva, ¿quién te mató? (cuentos, 1990), 583104: pizzas pizzas pizzas (cuentos, 1995), Barbie (novela, 1995), Máquinas que cantan (crónica, 2005), Giuliana Labolita: el caso de Pepe Toledo (novela para niños, 2006) y Tres novelas (novelas, 2006). 

¿Cuáles considera que son las características que debe tener un cuento  para ser definido  como político?

A lo largo de los años me he paseado por varias posibilidades. Todo texto, si es sobre cosa viva, es político. La segunda respuesta es que si el cuento, aunque sobre cosa muerta posee conciencia de clase, político es. Me queda todavía una: si por casualidad se encuentra con un tema político, el texto se mimetiza y se hace político. En el caso de Doble Chávez, me inclinaría por las tres posibilidades aunque reconozco que la enfermedad del presidente de Venezuela, diagnosticada después de la escritura del texto, le concede cierto morbo. Obviamente, lo más importante sigue siendo el texto, en este caso el cuento. Para que un cuento sea político, primero tiene que ser cuento y eso ya no es nada fácil.

¿Cuál es la importancia de la intervención de la literatura en la política en Venezuela?

La literatura siempre ha sido importante en la política venezolana y ésta no es sólo una referencia a Rómulo Gallegos. El discurso político venezolano ha sido siempre profundamente literario. Por Simón Bolívar quien, a través de sus edecanes, fue un gran escritor del siglo XIX. Por Rafael Caldera que compaginaba su trabajo presidencial con el de miembro de la Real Academia de la Lengua Española para así devaluar el bolívar y simultáneamente proponer en la Academia la aceptación de la palabra millardo. Por Carlos Andrés Pérez quien como orador y baboseador del lenguaje es la referencia más parecida a Hugo Chávez. Y, obviamente, por Hugo Chávez Frías, quien no sólo es un gran manipulador del lenguaje sino también un gran personaje literario. Su novela es una novela viva que incluye amores, enfermedades, el mito del caudillo y personajes emblemáticos como Fidel Castro. Debería saberlo porque, obviamente, es un hombre muy inteligente y me arriesgo a decirlo incluso culto, pero su periplo sería imposible sin Mario Puzo y Francis Ford Coppola. Es todo tan parecido a El Padrino 2.

Su cuento Doble Chávez, tiene como personaje al presidente y ficcionaliza su ascenso y el golpe de estado  de 2002. ¿Qué otros autores tomaron los procesos históricos ocurridos durante el mandato de Hugo Chávez  para escribir ficción?

A lo largo de estos últimos catorce años Chávez ha inundado el discurso venezolano e incluso modificado el asunto literario en Venezuela. Nunca como ahora se escriben y leen en Venezuela libros de historia y opinión. Por años grandes escritores abandonaron su obra para escribir a favor y en contra del presidente. Les iba la vida en ello. Desde la llegada de Chávez al poder el asunto político se visceralizó  y escribir a favor o en contra de Chávez era también una opción para unir o desunir familias, para evitar divorcios o seguir siendo tratado por los hijos. De todo este material, yo me quedo con los textos de Israel Centeno, Juan Carlos Méndez Guédez y Alberto Barrera, escritores a quienes admiraría desde ésta o cualquier otra atalaya.

En el prólogo de Región, los antólogos Enzo Maqueira y Juan Terranova escribieron que en la actualidad «el continente ensaya distintos modos de gobernar y sus ciudadanos nuevas formas de contar ese flujo cotidiano que rescata la historia».  ¿Cómo explicaría la frase desde su propia experiencia?

Obviamente ésta es la pregunta más difícil. El escritor cada día escribe una página distinta y el gobernante más o menos hace lo mismo. Pero al final la escritura se hace siempre con palabras y se gobierna hoy y mañana con leyes y participación. En todo esto, literatura y política, poco importa que la forma sea nueva o novedosa. Más vale que sirva, que cuente, que ayude. En política, que mejore la vida de los ciudadanos.

¿Cómo vivió las elecciones del domingo y qué piensa que está en juego en Venezuela?

El domingo 7 de octubre estaba en juego el país y lo sigue estando. Hoy parece una torta de dos pedazos y yo no dejo de ver una posible amalgama. La imagino como un texto, con título y todo: «Hacia una solución literaria de la situación política venezolana». Todos vamos a morir pero Chávez sabe de su enfermedad y de su escaso margen de maniobra. Ninguno de los integrantes de su equipo tiene capacidad para sustituirlo. Ni en seis meses, ni en un año, ni en dos ni en seis. Es un cuento terrible y no fue escrito por Mario Puzo. Chávez debe entender que su sucesor más adecuado es el mismo Capriles a quien llamó el lunes. Tiene que llamarlo más, acercarlo a sí, ganárselo, integrarlo a su proyecto, presentarle el lado válido del chavismo. Capriles tendrá que profundizar en el personaje que ha construido en los últimos meses. Acercarse todavía más a eso que en Venezuela llaman pueblo, dejar de correr por El Ávila en sus días de reposo y hacerlo mejor en Petare o en Caricuao. Ganarse al viejo. Venderle la parte válida de esa otra Venezuela y jugar a juntarlas las dos, como si se tratase no de la cuarta entrega de El Padrino, sino más bien de una readaptación de la transición española aunque él, Capriles, no es Juan Carlos, y Chávez no es Franco. Es un doble de sí mismo.///PACO