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A mediados de 2019, la ciudad de Buenos Aires se llenó de unos curiosos carteles callejeros que –imitando el lenguaje de los de la economía popular, esos que promocionaban bajadas de cordón o plomeros– decían “Vendo mi Instagram”. Abajo aclaraban el nombre de la cuenta: @Nandon. En noviembre de ese año, conocí al misterioso Nandon y le hice una entrevista para esta misma revista. Dos años después, al encontrarme en las calles con unos carteles parecidos, ahora dicen “Vendo mi ego”, pero los colores y los materiales revelan que son del mismo Nandon, nos volvimos a juntar y charlamos un rato. Escuchen todos qué tiene para seguir diciendo el artista Fernando Salimbene, el rey de los carteles callejeros.
¿Qué pasó con la cuenta de “Vendo mi Instagram”? ¿La vendiste?
Los primeros días de 2020, gracias a los carteles de “Vendo mi Instagram”, logré vender la cuenta @N.A.N.D.ON. Fue un desapego muy grande, contenía parte de mi historia. Mi vida pasaba un poco por esa cuenta, por eso le agregaba tanto valor. Desde que la vendí no tuve ningún contacto con esa cuenta, ahora me armé otra cuenta de Instagram (@nandon.boyd) y esta no se vende. Los que compraron la otra fueron los dueños de una panadería, ahora le cambiaron el nombre. No sé qué querían, si querían los seguidores o qué, el negocio se cerró y ya está.
Y ahora estás haciendo una serie nueva de carteles. ¿Qué diferencias hay entre estos y los otros?
Con los carteles nuevos, el de “Vendo mi ego” y los demás, no hay una venta. Es únicamente una práctica artística. Estos carteles están carentes de autoría, no dicen mi nombre ni nada. La gente se los encuentra y quedan familiarizados, se lo toman como propios. Eso es lo principal de lo que estoy buscando, que quien vea la obra se la tome de una forma personal y lo interpele. Me encanta cuando muchos le sacan una foto y lo suben a las redes, eso establece un paso de lo digital a lo analógico que a mí me parece superinteresante.
La propuesta anterior podía entendérsela como un ofrecimiento de algo. Estos son diferentes y cuesta más pensar qué son. ¿Qué son? ¿Street art? ¿Poesía?
Yo creo que con estas obras tomo elementos de varios lugares distintos. Del arte urbano seguro, yo empecé con el grafiti y después me pasé al arte plástico. Los carteles vendrían a ser una mutación de ambas cosas, pero planteada sobre un soporte ajeno: el de los carteles con los que sectores de la economía popular intentan vender lo que hacen. A mí me gusta pensar en las distintas formas en las que presentamos nuestro trabajo y también abarcar un público que las redes sociales, tal vez, dejan afuera. Me encanta imaginar que mi obra se dirige a quienes pasan por la calle y no usan Instagram ni celu ni, no sé, Internet. Si es que queda alguien que no los use .
Por lo general, se suele escuchar que en las obras que van en sintonía con el arte performático lo que importa es el registro, la documentación. ¿Para vos es igual? ¿Lo que importa es la documentación?
Al principio no documentaba nada, pensaba que documentar no tiene sentido, prefería que la documentación la hiciera el espectador y que yo me quedara afuera. Me fui dando cuenta de que haciendo yo mi propia documentación, les daba lugar a las plataformas digitales, y ahí me podía dirigir a mucha más gente. Si quiero que lo vean todos, tengo que colgar muchos más carteles; poniéndolo en mi Instagram, lo ven todos con una sola foto. La compartida masiva es un poco como hacer trampa, pero a la vez entrar en eso es casi inevitable. El proceso de documentación mantiene vivo el trabajo, queda registrado algo que sin registro dejaría de existir en muy poco tiempo.
Hablame un poco de las características físicas, particulares, que une a los carteles de “Vendo mi Instagram” y los de “Vendo mi ego”.
Los carteles son siempre de madera recuperada, por lo general las frases se amoldan al tamaño del cartel. A mí me interesa más la materialidad en su forma más explícita, el material, la madera, la pintura, los alambres, no tanto el lenguaje. Por otro lado, prefiero hacerlo de una forma que no parezca algo tan elaborado y profesional, que no se aleje tanto de la idea de que quien lo mira puede hacer lo mismo que yo hice. Disfruto pensando que el lugar de los carteles no es que estén guardados, yo los hago y me los saco de encima, pertenecen al afuera, es arte que no necesita quedarse guardado adentro. Prefiero estar cerca de algo no tan elaborado y artístico, que se mire y chau. Hay muchas veces que se lo asocia a un meme, con eso de lo escrito a mano o de lo escrito así nomás, y a mí eso me encanta.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy haciendo una película por capítulos en mi canal de YouTube. Va a ser unida para ser una película más extensa. Yo hago casi todo: la edición, el montaje, el video, todo. Hay algunas personas que me ayudan, pero lo ideal sería conseguir algún tipo de financiamiento. Cuenta una realidad friccionada en la que, aburrido por un mundo de pandemia, salgo por el universo a pegar carteles, buscando que cualquier ser de vida me pueda conocer. Ahí salen conflictos existencialistas sobre mi identidad y termino volviendo al planeta. Es una película, pero para mí es video arte////PACO
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