Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esta es la sentencia desde la cual se esbozan las principales ideas de ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, de Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro, que la editorial Caja Negra recientemente publicó en nuestro país. Y si la frase de Frederic Jameson apunta a señalar el profundo aturdimiento intelectual frente al dominio del capital, las páginas de ¿Hay mundo por venir? se encargan de confirmar su validez actual.

Para hacerlo, a través de los diferentes discursos que exploran la inminencia del fin del mundo, Danowski y Viveiros de Castro, dos académicos brasileños provenientes de los campos de la filosofía y la antropología, analizan las condiciones de vida en el Antropoceno –la era geológica definida por la huella deletérea del ser humano en la Tierra– marcadas por el calentamiento global, la retracción de la capa de ozono y las distintas catástrofes naturales que sitúan la destrucción de nuestro planeta como una perspectiva no sólo apta para un guión de Avengers, sino también para el debate político y filosófico. El Zeitgeist de la época, nos dicen los autores, está marcado por las distopías, y es en ese territorio donde se ubican los dos arcos argumentales principales del libro: por un lado, el pánico y la perplejidad ante el estado de la realidad; por el otro, el entusiasmo macabro del aceleracionismo, con su propuesta de acelerar los procesos productivos hasta provocar una implosión. Bajo estos intentos de inventar una mitología para el presente, los autores dan lugar entonces a una metafísica pop, que podría resumirse en dos escenarios: un mundo sin nosotros y un nosotros sin mundo.

En términos argumentativos, ambas posiciones son analizadas a través de textos académicos, películas y novelas de ficción especulativa, y es por eso mismo que a los relatos distópicos sobre los mundos arrasados, las conciencias descorporizadas y los ejércitos transhumanos al servicio de corporaciones-Estado, Danowski y Viveiros de Castro responden con los relatos de los pueblos amerindios, en cuya “ontología animista” creen encontrar la salida para la crisis planetaria. Según esta hipótesis, en pleno siglo XXI el antropomorfismo de los pueblos originarios traería de la mano un programa político que supone una relación armónica entre la humanidad y el ecosistema terrestre, lo cual abriría “la posibilidad de que las en general pequeñas poblaciones, y la tecnología relativamente rudimentaria de los pueblos indígenas y de tantas otras minorías sociopolíticas de la Tierra puedan transformarse en un ejemplo, un recurso y una ventaja cruciales en un futuro postcatastrófico”. La salida frente al caos planetario, en otras palabras, es un programa desaceleracionista de inspiración amerindia.

Pero la impugnación al aceleracionismo también esconde una idea que, en cierto sentido, no parece tan alejada de la de sus enemigos declarados. La pregunta que se desprende respecto a la ecología, por ejemplo, deja en el aire una cuestión irresuelta acerca del resguardo de los recursos: ¿se trata de un asunto en favor de la naturaleza o en contra de la humanidad? Este es otro de los motivos por los que a la fascinación permanente por el fin de los tiempos que propone el libro se le antepone en forma de prefacio (al menos en la edición argentina) una mención urgente a la victoria presidencial de Jair Bolsonaro. Atrapados por las alarmas de un futuro todavía imaginario que parece haberlos incapacitado para leer un presente mucho más inmediato y real, Danowski y Viveiros de Castro reconocen ahí el desastre político y social que atraviesa Brasil desde el impeachment a Dilma Rousseff, al mismo tiempo que insisten en criticar la devastación que el gobierno del Partido de los Trabajadores dejó en la selva amazónica. Frente a esta paradoja política, admiten que “las críticas al desarrollo ecocida y etnocida de los gobiernos anteriores al golpe de 2016 presentes en nuestro libro se vuelven exiguas; para caracterizar al Brasil actual sería necesario incrementar la intensidad de nuestros reclamos”.

Leída al calor de los primeros meses de la nueva realidad brasileña, la advertencia con la que Danowski y Viveiros de Castro intentan resolver su propia miopía ideológica puede provocar una mueca de lástima o una mueca de risa. En tal caso, es la figura caricaturesca de Jair Bolsonaro la que ayuda a retomar la pregunta sobre la ecología. Y en ese sentido, no resulta difícil abstraerse durante unos segundos e imaginar a un Bolsonaro de gruesos trazos y colores chillones esbozando una sonrisa amarillenta desde las páginas satinadas de un cómic de Marvel, mientras estrecha su mano con un archivillano como Thanos para celebrar un pacto malthusiano para la dominación planetaria. ///PACO