En mayo La Bestia Equilátera reeditó El rufián moldavo (2004), primera novela del cineasta, escritor y dramaturgo Edgardo Cozarisnky (Buenos Aires, 1939), quien desde entonces ha publicado cuatro novelas más como Maniobras nocturnas (2007) y Lejos de dónde (2009), además de ya contar con libros de cuentos y de crónicas y ensayos. El título y portada de El rufián moldavo sugieren una novela policial, sin embargo, la historia que Cozarinsky presenta es más que un crimen, pistas, intrigas y finalmente, un asesino. El epígrafe “Para hablar con los vivos necesito palabras que los muertos me enseñaron” pertenece al  reconocido crítico de cine y gran amigo del autor Alberto Tabbia (Buenos Aires, 1939-1997) y brinda la clave de esta novela: la importancia del pasado. Solamente será posible entender el presente si atendemos al pasado, a aquellos que ya no están.

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La reedición de El rufián moldavo es una buena oportunidad para recuperar los entretelones de un tiempo pasado y escondido que merece ser recuperado.

El autor se vale de distintos formatos literarios y no literarios (diario, carta, audio de casete, etc.) para componer una historia que tiene como eje central la búsqueda de un pasado perdido (o más bien ocultado) y la restitución de la memoria. Por medio de las investigaciones acerca del teatro idish de fines de los años ’20 hechas por un joven goy, Cozarinsky sumerge al lector en la vida de los inmigrantes judíos que llegaron a la Argentina sin ningún prospecto de futuro y debieron asimilarse a esa cultura a fin de forjarse una nueva vida: “(…) hasta que el galán sombrío de la primera escena reaparece, ahora sonriente, entusiasta; ya no tiene en la mano un violín sino un bandoneón”. El autor descubre un aspecto de ese país desconocido por muchos, donde el tango no solo es propiedad de “guapos” sino también de judíos exiliados y donde los teatros de la calle Corrientes tienen en cartel vodeviles, revistas musicales y varietés hablados en idish o en hebreo. Este mundo se mezcla con “rufianes”, prostitutas, casas “malas” y finalmente con la trata de blancas para reivindicar la memoria de una minoría cuya historia quiso ser silenciada.

El rufián moldavo presenta diversos personajes, historias, lugares y temas que se articulan y resuelven con éxito y logran que la lectura sea entretenida y fácil de abordar. Si bien su prosa es sobria, también hay ciertas reflexiones y descripciones con cierto lirismo como “Pero ha aprendido que la paz, que otros llaman felicidad, y algunos placer, no se mide por el tiempo sino por la intensidad del momento, siempre fugaz, en que nos visita”. Por otro lado, resulta cansador que repita a lo largo de todo el libro el paralelismo: “(…) menos atraído por la sorpresa de hallar algo no correspondiente a lo anunciado en la tapa que por cierta seducción barata que emanaba el título”, “menos sombríos que polvorientos”, “(…) menos cargado con la salada promesa del mar que por la herrumbre de algún bar abandonado (…)”. En resumen, la reedición de El rufián moldavo es una buena oportunidad para recuperar los entretelones de un tiempo pasado y escondido que merece ser recuperado ya que permite iluminar con él dificultades del presente//////PACO