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Resonancias del método

El Discurso del método del matemático y filósofo francés René Descartes fue publicado de forma anónima por primera vez en Leiden en 1637; aquella primera edición constituía el prólogo de los tres tratados científicos contenidos en el libro (La dióptrica, Los meteoros y La geometría), y, de hecho, no se publicó de forma independiente de los tratados hasta el siglo XIX. En este prefacio, Descartes lleva la razón al extremo para que sea ella la que fundamente la realidad, de ahí su famosa frase “cogito ergo sum”: porque pienso soy. Soy en la medida que puedo ejercer la práctica de la razón. Pero así como Chesterton dijo que la mentira es una verdad que se volvió loca, podríamos afirmar con Descartes que la irracionalidad es una razón desquiciada. 

Parece una verdad de perogrullo, pero ya Descartes nos enseñaba que había que partir de ideas princeps, simples las llamará él, para construir el andamiaje argumentativo de la razón. Con este propósito el filósofo francés creó un método, que se originaba en ideas simples para llegar a verdades fundamentadas en el pensamiento. Para que una verdad sea sólida debía soportar todo tipo de sospechas. 

Levchenko con su método logra algo parecido, solo que en vez de aplicar ideas racionales parte de ideas alocadas que van construyendo un mundo ficcional alejado de la realidad, un mundo donde no existe la sospecha y hasta lo más delirante nos parece natural. Un método que crea sus propias leyes. Un método que designa sus propios artificios, y le funcionan. El lector queda acalambrado mentalmente, con ese falso efecto cartesiano, de sólida verdad, alejada de toda sospecha.  Uno de los principios de Levchenko, quizás el más importante, es que el humor no existe, existe la ironía y la burla. La burla como un cross a la mandíbula del lector. La burla como ese resto de violencia que la cultura nos permite para soportar el desagravio existencial, el individualismo global asfixiante que nos abruma. 

La pregunta imposible de soslayar, es si Descartes, como buen francés, tenía ironía. Porque cuando leemos su Discurso, como sus Meditaciones metafísicas o sus aburridas Reglas para la meditación del espíritu, pareciera que utilizara una estrategia infantil, eso de ir a sospechar de todo y hasta llegar incluso a sospechar de Dios. De un Dios que en ese tiempo era garante de todo y que termina el filósofo poniendo en garante de la existencia misma del hombre, pues no podía arriesgarse a que la Inquisición le quitara su pálida vida cortesana. Una aberración para el libre pensamiento francés. Por suerte cien años después aparecería el Marqués de Sade, hablando de realidades auténticas y placeres mundanos. Sade que sospechó de las leyes humanas y proponía el comando de las leyes naturales y la libre expresión de los placeres en todas sus formas. 

Pero regresemos a Levchenko y su método. En «Fábula india jamás contada por un guía”, Atilio le dice a Liliana: “Lo falso es enemigo de lo verdadero”, sentencia cartesiana que nos lleva de nuevo a una verdad coherente. Lo que después Nietzsche en “Sobre verdad y mentira en sentido extra moral” vendría a destruir expresando que la verdad es un artificio del lenguaje, y el lenguaje un invento humano, demasiado humano. Después vendría Lacan influenciado por Heidegger, pero esto es harina de otro costal y nada tiene que ver con Levchenko y su método, o tal vez sí, porque se acerca a la verborragia del inconsciente donde lo verdadero se torna falso y lo falso verdadero, y lo que parece una sentencia científica termina siendo una ironía o peor aún (Seminario 20, Lacan) una despiadada burla. En este relato de Levchenko, muy cartesiano, no razonar libera y razonar de más esclaviza, lo que le pasó a Descartes y a las sucesivas generaciones que siguieron su método.

No voy a embaucar al lector, estos relatos presentan un desajuste, más allá de la burla y el desatino. Un desajuste que altera la racionalidad cartesiana. Las lógicas que propone Levchenko en sus ficciones son contrarias a la razón, por lo menos a esa razón cartesiana con la que venimos formateados los occidentales desde el siglo XVII. Mientras que René Descartes propone el delirio de la coherencia Levchenko impone la conformidad de la incoherencia. Esta argucia es parte de su metodología narrativa. Lo que debemos resaltar es que ambos autores son inclaudicables con su método. 

Como los cuentos de hadas de Perrault o los relatos infantiles de los Hermanos Grimm, las historias que Levchenko relata parecen simples, su complejidad está en que plantean otras lógicas, todas se enfrentan a la racionalidad cartesiana y pareciera que el discurso del método Levchenko se estaría enfrentando al discurso del método cartesiano. En las “Las brujas saben”, el narrador dice: “Y desde entonces el juego consistió en acumular monstruos durante la noche para sentirse más aliviados al despertar”: Exorcizar la noche con monstruos, otra genialidad del método Levchenko. También sería una de las maneras que tiene el inconsciente freudiano de elaborar psíquicamente sus traumas mientras el sujeto duerme. Estos relatos de Levchenko presentan la misma lógica que los cuentos fantásticos para niños, dónde algunos finales parecieran desinflarse o como si no importaran, como si lo relevante fuera construir el efecto aterrador, de asombro o de burla. ¿A qué se debe que estas historias aparentemente simples o para niños que propone Levchenko impacten tanto a los adultos?

Bruno Bettelheim, célebre psicoanalista que realizó un análisis de los cuentos de hadas, llegó a la conclusión de que este tipo de cuentos aportan importantes mensajes tanto a nivel consciente como inconsciente. Y es a nivel inconsciente donde se constituyen elementos contrarios  a la lógica cartesiana, dónde rige al “principio de la realidad”, como denominara Freud al territorio que domina el consiente. El territorio de los sueños es predominio del inconsciente, donde se altera la lógica diurna y dónde Levchenko se mueve con una familiaridad siniestra. Entonces, más que una razón desquiciada, como decíamos al principio, vemos que es un discurso dominado por otras leyes, las leyes del inconsciente.

Freud en 1900, con La interpretación de los sueños, vino a romper con la lógica cartesiana. No todo es lo que parece. Que un alemán venga a destruir esa lógica, no fue fácil. Ya Maupassant mostraba el antagonismo entre franceses y alemanes. Después los franceses crearían un Lacan, y como buenos conquistadores de la cultura, se terminarían apropiando del psicoanálisis para inocularlo en un país subdesarrollado, pero abarrotado de cultura y peronismo como la Argentina. 

Continuando con Levchenko, en una entrevista le preguntaron por la procedencia de su apellido, Néstor le respondió al periodista: «Si a la guerra la ganan los ucranianos, soy ucraniano; si ganan los rusos, seré ruso». El entrevistador sonrió. Lo único cierto es que su abuelo paterno vino desde un pueblito cerca de Kiev a la Argentina hacia 1923. Para entonces los soviets habían tomado Ucrania. Por lo tanto, es poco probable que su método tuviera influencias de la naciente Unión Soviética. En la misma entrevista negó el autor que tuviera una intención manifiesta en desbarajustar y oponerse al método cartesiano y menos aún seguir los lineamientos del psicoanálisis.

No se sabe si el “Método Levchenko” es un conjunto de cuentos o la explicación de su método. En estos diecinueve relatos, Néstor desajusta algo del principio de la realidad. En mi aproximación un tanto defectuosa me arriesgaría a decir que es un método, aunque el autor lo niegue y le parezca pretencioso el título. De todas maneras es más certero no hacerle demasiado caso al autor y dedicarse a leer sus historias, que nos llevan a poner en entredicho nuestras pequeñas lógicas cotidianas del existir.////PACO