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En noviembre del 2016, UD Presse ofreció a los lectores de habla inglesa una antología titulada Written in the dark: five poets in the Siege of Leningrad con poemas de Gennady Gor, Dmitry Maksimov, Sergey Rudakov, Vladimir Sterligov y Pavel Zaltsman. La traducción y edición general estuvo a cargo de la poeta Polina Barskova, profesora asociada de literatura rusa en Hampshire College y Ph.D. de la University of California, que también firmó la introducción del libro, mientras el afterword pertenece al crítico Ilya Kukulin. La antología en sí presenta un grupo de escritores desconocidos por Occidente y los pone en relación a un fenómeno político, social y bélico que fue muy difundido y estudiado por la academia rusa. Los autores elegidos por Barskova escribieron y fecharon la mayoría de estos poemas durante 1942 y 1943, años cuyos inviernos resultaron los más duros que conoció la ciudad de Leningrado durante el cerco al cual la sometieron las tropas alemanas entre 1941 y 1944. A diferencia de la poesía oficial de la época, que llegaba a la propaganda y ponía en escena la ejemplaridad de los habitantes de la Leningrado, luchando estoicos contra la muerte y la adversidad, los poemas de Written in the dark dan otra versión de la vida cotidiana, las ilusiones y las miserias de la guerra. Enfermedad, locura, canibalismo y prostitución atraviesan estas páginas secretas, cuyo horizonte de publicidad durante y después de la guerra era nulo. Barskova señala: “La ambición formal y el vanguardismo macabro de este extraño corpus coinciden con su contenido horrible, dando origen a un lenguaje que podríamos denominar pobre y que por sí solo refleja la profundidad del sufrimiento y la destrucción psicológica experimentada por las víctimas de ese desastre histórico”. Cuando la ciudad fue liberada, más de un millón de sus tres millones de habitantes habían muerto, algunos asesinados, la mayoría de hambre y frío.
De Written in the dark elegí traducir los poemas de Dmitry Maksimov, primero, por su humor negro y luego porque su aire apocalíptico me recordó por momentos al steampunk. Los traduje del inglés, lo cual hoy implica una escala idiomática poco aceptada y siempre sospechosa, pero creo que Maksimov, desconocido en nuestra lengua, vale el esfuerzo de imaginación y tolerancia que conlleva ese proceso. Quiero agradecer aquí a Alexander Lotorev por haberme ayudado con algunas ideas rusas y haber invertido su tiempo en cotejar la triangulación entre el ruso original, el inglés de Barskova y mi castellano.
Dmitri Eugenievich Maksimov nació el 28 de diciembre de 1904. En 1926 se graduó con honores de la Facultad de Filología de la Universidad de Leningrado. Sus trabajos como filólogo, así como sus ensayos sobre poesía rusa, fueron reconocidos de forma temprana. Como poeta discutió las estéticas nacientes de la revolución con Nikolay Zabolotsky y Konstantin Vaginov, autores cercanos al grupo futurista OBERIU. En 1940 defendió su tesis de doctorado sobre la obra del dramaturgo simbolista Valeri Briúsov. Sobre el final de su vida, publicó en Suiza su único libro de versos bajo el seudónimo de Ignaty Karamov. Su obra poética y ensayística se encuentra dispersa en revistas. Murió el 13 de marzo de 1987 y está enterrado en el cementerio de Komarovo.
La ciudad de la basura
En la calle, el pan
cada vez sabe mejor.
Aunque el agua es turbia
y las mujeres se esconden
cuando llega la noche.
(No todas las mujeres.)
En su cuarto, un hombre
está preso sentado en la cama.
Leo la Biblia en mi escritorio.
Es una lectura amena,
la vida de Jesús y sus amigos,
Caminando por el desierto,
Pescando, comiendo juntos,
Tomando vino.
Mañana tendré que salir a pelear.
Hoy no tengo miedo.
Tengo hambre y ansiedad.
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La máquina negra
Voy a construir una máquina negra,
Llena de grasa y mecanismos,
Palancas y membranas
Para volar por arriba de los edificios
y los cadáveres agusanados de los caballos
Que se ven en los callejones.
Ese cadáver, Dmitry, bien podría
Afectar la cena de esta noche.
Silencio, bestias, yo voy a volar.
No, Dmitry, tu máquina no existe,
Está hecha de ilusiones y delirios de fiebre.
Volar por arriba de ustedes, los idiotas,
Volar por arriba de las casas,
Volar por arriba de los alemanes,
Por arriba del frío y del hambre
Y el cuerpo de los rusos muertos
Y de los amigos del pueblo.
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El fuego extinto
Mi alma para defenderse finge ser de madera.
No hay luz. Mi tentación es prenderme fuego
Para calentarme y alumbrar.
Mala leña, húmeda, digo, tengo adentro.
Mis pies están congelados y cuando duermo
Imagino que corto mis dedos
Y los hiervo en una caldera con válvulas,
Tornillos, excelentes conexiones.
El vapor, el sabroso aroma a la carne.
Pero lo único real es un niño en la calle
revisando las sonrisas de las momias nuevas,
Buscando un diente de oro que no existe.
El soldado y la jovencita
El soldado se olvidó los guantes
Arriba de la cama de la joven muchacha.
Comimos las papas con las que pagó el servicio.
Mejor comer las papas que los guantes, dijo ella.
Yo no tenía guantes. Me los probé.
No tengo para pagar, dije.
Pero ella era mi amiga.
Una armadura vale menos
Que un poco de tibieza.
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Poema escrito a las tres de la tarde
Si me quedo en casa, muero de hambre.
Si salgo a la calle, muero de frío.
Los aviones alemanes en el cielo
parecen hablar la lengua ansiosa de los motores.
¿A dónde ir, madre querida?
Amo las máquinas, su vida, su velocidad.
Pero ya no hay autos, solo muertos.
Pronto nos comeremos a los muertos también
Y después, cuando hayamos pelado sus huesos,
Ellos nos comerán a nosotros.
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En la biblioteca
El comisario político logró poner orden.
Pero después quería hablar de marxismo.
No pudo. Nadie escucha.
Si alguien presta la oreja para eso,
No va a faltar el que se la corte y se la coma.
Si hubiese entregado ediciones de El Capital,
las habrían usado para calefacción.
Algunos asaltan las bibliotecas.
Yo todavía leo mis libros.
Pero quemé una vieja gramática rusa,
Que parecía una enciclopedia de mis daños.
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Poema de lo que todos saben y conocen
La gente no va a los bares.
¿Para hacer qué? ¿Para tomar qué?
No hay nada qué pedir ni qué comer ahí.
El gobierno hizo pan con aserrín.
¡Ah, la tecnología soviética!
Mañana van a hacer pan
con las uñas de los muertos.
Nadie madruga tampoco.
¿Para llegar temprano a dónde?
Ayer en la biblioteca,
Un viejo leía viejas poesías medievales.
El invierno será su tumba y lo sabe.
Dmitry, me dice, acérquese.
¿Dónde queda Leningrado, Dmitry?
En la cara oculta de la Luna,
le respondo. El viejo suspira.
Hace tiempo fue un gran profesor
y yo, su joven alumno.
En esa época desayunar no era
Un lujo de militares y pederastas.
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Música de madrugada
Mi amigo pone a sonar un disco.
El fonógrafo es obediente.
Afuera dejó de nevar.
Conseguimos muchos discos
en el mercado negro.
Los alemanes escuchan la música rusa
y piensan que no tenemos hambre.
Imagino un túnel para escapar.
Un túnel no, dice él.
¿Por qué no? pregunto yo.
Porque una vez que estés en la tierra,
La tierra no te dejará ir.
Te retendrá como una madre
A la que le faltan todos sus hijos
y luego llorando te comerá vivo.
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En el museo vacío
En el segundo piso del museo vacío
Me desnudo frente a las obras de arte,
Viejos mecanismos dorados y otras piezas
Que nos llenan de orgullo como nación.
Acomodo mi ropa en una silla.
No hay peligro. ¿Quién podría venir?
No se escuchan ruidos.
Camino un poco y no tengo frío.
Frente a un espejo veo la figura
De un fantasma muy flaco.
Saco la lengua. Sonrío.
Luego me visto.
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