Fue, junto a Catherine Millet (quien visitó el Filba del año pasado) y otras celebridades de la cultura francesa, una de las impulsoras del manifiesto Por el derecho a importunar que puso en jaque el #MeToo norteamericano, por considerarlo autoritario, puritano y escindido de las realidades de la mayor parte de las mujeres. Filósofa, traductora y autora de varios libros de divulgación científica, la joven Peggy Sastre es, además, una periodista original y saludablemente polémica. En un pequeño estudio del legendario barrio parisino de Montmartre, donde realiza buena parte de su trabajo, se realizó una sesión de fotos y se completó una extensa conversación (iniciada con mails y contactos telefónicos) en la que se pudieron trazar paralelos con el panorama local. Hubo detalles de la trastienda de la movida francesa -capaz de convocar a figuras tan diversas como Catherine Deneuve y la ex porno star Brigitte Lahaie- que, por el momento, no encuentra réplicas en una Argentina abocada a la endogamia discursiva. Defensora de la verdadera libertad sexual, vindicación del pensamiento libre y la palabra no condicionada, condena el escrache, el victimismo y la sororidad en la tierra donde el feminismo alcanzó algunos de los hitos más trascendentes de su historia.
¿Cómo comenzó y fue desarrollándose la confección del manifiesto Por el derecho a importunar, publicado en Le Monde, del que fuiste una de las redactoras?
En mi caso comenzó estando detrás de mi computadora mientras escuchaba a Catherine Millet en la radio. Era una entrevista sobre su libro acerca de D.H Lawrence en la que el periodista le preguntó qué opinaba del #MeToo y del #balancetonporc -que es la versión francesa del hashtag- utilizada por mujeres denunciantes de presuntos violadores en Twitter. Al comienzo ella no quería responder a eso y explicaba que solo deseaba hablar de literatura. Pero tras la insistencia del periodista, ella dijo que veía este “movimiento” con suspicacia ya que podía ir derivando en una suerte de puritanismo tendiente a reflotar miedos en torno al sexo. Oír eso fue como una bocanada de aire fresco para mí, porque me venía sintiendo muy aislada en ese momento en Francia, con mis propios miedos y cuestionamientos, ya que veía a mucha gente preocupada por los excesos del #MeToo ni bien arrancó dentro de la anglo esfera. Entonces me puse en contacto con Millet, a quien conozco hace 10 años más o menos. Cuando nos vimos, junto a mi amiga y escritora Abnousse Shalmani, nos contó que también la había contactado Sarah Chiche, una de mis editoras con la que nos fuimos haciendo amigas a lo largo de los años, quien también estaba preocupada. Ella fue justamente quien escribió el primer borrador y nosotras seguimos editándolo a lo largo de unos 10 días. Al comienzo, queríamos que fuera solamente una carta abierta, firmada por nosotras y Catherine Robbe-Grillet, una amiga que (a título de anécdota) me había convenció en el pasado de escribir mi primer libro acerca de mi visión sobre el feminismo. Luego nos apareció la idea de hacer una suerte de manifiesto y convocar a otras mujeres a unirse a nosotras. El proceso se aceleró cuando la ex estrella de cine porno de los años 70´s, y muy famosa conductora radial, Brigitte Lahaie, se subió y empezó a pedir firmas. Una de las últimas firmantes fue Catherine Deneuve, y el texto se publicó al día siguiente de que ella nos diera su apoyo formal.
En Argentina circula bastante un slogan (importado de Estados Unidos como sucede acá con buena parte de jerga que maneja este nuevo feminismo corporativo, punitivista y tendiente a la censura) “Lo personal es político”. El efecto que suele causar tiene que ver con privilegiar factores emocionales y experiencias individuales por sobre lo colectivo, banalizando lo político y reduciéndolo a una cuestión subjetiva que no conecta mucho con la a la historia ni tiende a gestar una construcción política que abarque a la sociedad en su conjunto. ¿Vos que pensás de esto?
Sospecho mucho de eso. Es otra manera de decir “todo es político” que es la idea base de la mentalidad totalitaria. No, yo no pienso que todo sea político y sé que muchos aspectos de nuestra vida –especialmente de la vida privada- están por fuera de las estructuras de poder sistémicas. Pensar o dar validez a una idea como “Lo personal es político” muestra un vacío en la compresión de la complejidad, los matices y la diversidad de las emociones humanas y del comportamiento sexual. En otras palabras, es andar difundiendo más “bullshit”, y una bastante peligrosa.
¿Existen en Francia (o tal vez más específicamente en París) diferentes puntos de vista y diferentes actitudes entre los grupos gays y los grupos de lesbianas? De ser así: ¿En qué difieren?
Pienso que hay una profunda división cultural entre gays y lesbianas (es la primera vez que lo digo públicamente, pero yo soy bisexual, mi primera relación sexual consensuada fue con un hombre gay 20 años más grande que yo, y viví la primera parte de mi vida adulta saliendo con hombres gays) y puedo decirte que, en Francia, las lesbianas que ocupan lugares de poder, las que vemos en la esfera pública, en los medios, son la ortodoxia feminista. Esto significa que están generalmente enojadas, que son aburridas, intelectualmente pobres y, consecuentemente, de pensamiento totalitario. Aquellas que eran como Colette o Marguerite Yourcenar desaparecieron hace mucho… Pero en cambio la escena gay es mucho más diversa, vibrante y divertida, y yo la veo genuinamente poderosa. Un dato extra: resulta que un prominente señor gay quería firmar nuestro manifiesto y salir a bancarlo abiertamente como hicieron muchos de las firmantes, pero tuvo que cambiar de opinión por el temor a ser atacado por las lesbianas de la organización a la que pertenece. Yo pienso que lamentablemente hizo bien. Uno de los problemas que ahora tenemos con el feminismo es que ha sido bastante monopolizado por un grupo reducido de lesbianas amargas que no representan ni la diversidad de las lesbianas en particular ni a las mujeres en su conjunto en general.
Cuando Millet vino a Buenos Aires destruyó en su conferencia el concepto de sororidad. Yo misma, desde mi rol de periodista, y otras mujeres, como la filósofa Roxana Kreimer, escritoras o comunicadoras, también lo han denostado públicamente, pero se continúa insistiendo con la sororidad como si fuera algo empíricamente posible. ¿A qué pensás que se debe?
Pienso que el concepto sororidad se vincula a un sesgo religioso (o místico en los términos de Bertrand Russell) que rechazo por completo. El uso de esta idea te muestra como en realidad no quieren entender ni cambiar la realidad, sino construir cultos, tribus, sectas, ministerios en los que son bienvenidos los que piensan exactamente igual y condenados los que se consideran heréticos. Para ello se necesita un dogma, un góspel y la utopía de sororidad forma parte de esa categoría inclasificable. Las mujeres menos “sororas” que me crucé en mi vida profesional fueron las feministas ortodoxas y eso no es accidental. El feminismo se ha transformado en la última ocurrencia de los “paladines de la virtud” para apuntar sus armas contra lo que no sirva a su hipocresía individualista. ///PACO