Por Juan Terranova
1.
La novela, género omnívoro, famosa cantinela.
2.
Nutridas y muy variadas colecciones de novelas. Permanente expansión comercial y académica. Largas y muchas veces tediosas teorizaciones sobre la novela. Tan importante es, que funciona como sinónimo de “libro”. Tan potente resulta, que las teorías que origina la retroalimentan. Es el único género moderno. El gran género mutante. Pero, ¿cómo llega al siglo XXI?
3.
Ahora que la poesía pasó de lo sublime al ridículo y de la música al exhibicionismo, ¿qué transformaciones esperan a la novela?
4.
(El cine y la TV modificaron la novela. Pero la incidencia de Internet, con el correo electrónico y las redes sociales, debería ser más determinante ya que ahí se escribe y se lee todo el tiempo.)
5.
Digamos que en el borde del siglo XXI la novela conoce a Internet. Se da un saludo tibio, desconfiado de parte de la novela. Internet nace como un tímido carnaval carioca y besa la mano de la Señora al pasar, pendiente de otros temas, mientras comienza la ceremonia del trencito en la pista. La novela vuelve a su rincón de siempre y piensa. Venció al poema épico, al positivismo, a la lingüística, al psicoanálisis, a la antropología, a la sociología, incluso a la historia, y e hizo, de esas y otras disciplinas, carne de su carne. Pero ¿qué pasa con la web?
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En su rincón, la novela usa la máscara de un novelista malo.
7.
Diremos, entonces, que para escribir novelas en el siglo XXI hay que ser bello. Alan Pauls y Margarita García Robayo son dos ejemplos locales. Al mismo tiempo, ser bello no garantiza ser un novelista probo. Desde ya.
8.
La crítica literaria, por el contrario, es una disciplina de feos.
9.
En su cara ya están cifradas todas las páginas que el novelista va a escribir. No así en la cara del crítico.
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Al mismo tiempo, escribir novelas –y escribir en general– modela el cuerpo y las facciones del que escribe.
11.
Las pantallas nos devuelven muchas veces por día –vía Facebook, Google y otras plataformas– nuestra cara. Ahí hay un desafío primario. ¿Si no sabemos leer nuestra cara como saber leer la novela propia o la ajena?
12.
Hoy el novelista que escribe a mano se niega como novelista.
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El narrador que elige la novela como género no triunfa, se resigna.
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La novela es un artefacto de resignación.
15.
La novela como género comercial ya no existe más. Ahora es un género de premios nacionales o internacionales. La lengua circula de otra manera. La fantasía de la lengua nacional, no obstante, quedó fijada en el libro.
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Sí, la célebre elasticidad. Bueno, lo elástico puede volverse rígido, secarse y romperse.
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¿Qué medio es más húmedo que la web?
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Novelistas que intentan ser novelistas todo el tiempo generan novelas frías.
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La novela como género limpio siempre fracasa. Así que el novelista debe ser bello y sucio. Y húmedo.
20.
Por ejemplo, en el teclado del novelista siempre hay manchas de semen. Si es una mujer, de sangre.
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Otra más: La novela como el género de los tontos. “Quiero escribir una novela.” “Estoy escribiendo una novelita.” La novela rígida, no irónica, no cínica, apolítica, “bien escrita”, “minimalista”, la novela amable, la novela cola de paja, anal y retentiva: la novela de los tontos.
22.
En la modernidad, todo termina todo el tiempo y vuelve a empezar. El rock muere, la economía mundial se detiene y muere, el romanticismo alemán cesa, la poesía muere, la política termina, la historia llega a su fin. El fin de. No importa de qué. En nuestra modernidad, siempre está ocurriendo un final. Y mientras más se lo comenta menos acontece. El final de los grandes relatos en la década del 90 fue un gran relato.
23.
La muerte, si llega, lo hace en silencio. Las instituciones y las entidades practican la muerte desde el anonimato y el olvido. Como esos viejos programas de software que ya no existen.
24.
Si hay bandera, estallido, público, histrionismo, hay vida.
25.
La novela es caso paradigmático de esto.
26.
Foucault dijo en su Historia de la sexualidad que no hacemos otra cosa que hablar de sexo. Y hablar de sexo es hablar también de muerte.
27.
Buscamos la represión física, mental o verbal porque vemos cuerpos gozando en las pantallas todo el tiempo.
28.
El manifestante de la banalidad del bien, el pequeño burgués que marcha para pedir por la libertad de un preso político, contra la trata de personas, contra el derretimiento de los glaciales, contra la plutocracia y la sensualidad del dinero, lo que está pidiendo, en realidad, es que le peguen con un garrote en el lomo para volver a sentir algo.
29.
La sociedad del futuro será masoquista. ¿Tendremos militantes de la ecología sexual?
30.
Sin represión el acto sexual se vacía. La ilusión de proximidad se vuelve chirle.
31.
La saturación pornográfica implica una relación diferente con nuestro pudor.
32.
La saturación pornográfica exacerba la búsqueda del amor pornográfico. Hay también un factor miedo. Miedo a la soledad pornográfica. Las mujeres saben que el amor –y su monogamia correspondiente y sus garantías– es y siempre fue el gran comodity.
33.
¿La insatisfacción aparece como una resistencia? Más bien un lugar común. Nada alcanza. Nada sorprende. Todo es aburrido. La modernidad conoce y explora estos procesos. Esto ya se ha dicho mil veces y de mil maneras mejores. Pero la propia estructura recursiva de la modernidad nos empuja a volver a decirlo.
34.
Si caigo en la fuerza centrífuga y lo repito es porque la novela ahí tendría un tema, una consigna, un desafío. Identificar nuestro deseo contemporáneo, trabajar con sus derivas. Y sin embargo hoy domina una novela contemporánea que decide ocultar estas pulsiones, estas versiones, estos avatares. Su opción es no participar, alejarse, preservar. ¿Pero preservar qué?
35.
Sin arbitrariedad, no hay novela.
36.
Sin páginas de sobra, no hay novela. (No hace falta contar las páginas del Quijote para darse cuenta de esto.)
37.
La novela se hace con desechos. En el siglo XXI, esos desechos hay que juntarlos de la web.
38.
Estos desechos son pringosos. Se pegan entre ellos. Como la basura doméstica estos desechos se presentan como pequeñas capilaridades, afectaciones, uniones y putrefacciones mutuas.
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La idea de literatura como desecho y deyección es muy vieja. Casi canónica.
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“Qué gran figura retórica es decir en mi novela… y por supuesto no existe nada” escribió una vez Nicolás Mavrakis.
41.
“Escribir novelas es para perdedores” escribió una vez Francisco Marzioni.
42.
“Solo los malos escritores piensan que su trabajo es realmente bueno” escribió Anne Enright.