1_ Empecemos por la angustia. Según Lacan, nunca engaña. De hecho es lo único que no engaña. Pero también es un sentimiento que trabaja y captura en silencio. Antes de ser notada, la angustia es lenta. Crece como un planta incómoda que busca la humedad de nuestro cuerpo. Cuando uno comprende que está intervenido por ella, el daño ya se generó. En 1958, los años del despunte paranóico, se estrenó en los Estados Unidos, Fiend Without a Face, una película cuyo guión IMDB describe así:  «Invisible atomic monsters attack a U.S. Armed Forces base and the local residents.» Sí, el monstruo es invisible lo cual demanda un esfuerzo extra de los actores que son asesinados en escena, pero cuando finalmente se lo encarna tiene la forma de un cerebro.

2_ La angustia deja una marca. ¿De esa marca se desprende la fobia? O mejor dicho, ¿qué es esa irritación, esa forma de la frustración que nos hace irascibles, que nos desencaja? Contra la antropología estructuralista, creo las sociedades no se fundan en la prohibición del incesto o la antropofagia. De hecho, somos sociedades endogámicas y maceradoras de la carne del otro. Podríamos decir que a nivel metafórico nunca abandonamos estas prácticas, y que, aun más, las perfeccionamos, dándoles continuidad. Las redes sociales nos muestran que la endogamia y el cruce de sangres generan idiotismo. Pero no lo reprimimos, al contrario, lo fomentamos. Desde mi perspectiva, lo que cohesiona y funda una sociedad es el miedo.

3_ En los inicios, entonces, no está el dolor, o el verbo, o la prohibición del coito entre hermanos, ni el saciarse con la carne del igual, sino el miedo. El miedo a que todo eso ocurra. El miedo, de hecho, al miedo mismo. El miedo es algo que el sujeto no se debe permitir, es disolvente, amargo, tentador, arrasador, inmovilizador. Tampoco es una experiencia privativa del hombre. Es el miedo el que transforma un animal de Disney o Discovery Channel en un depredador pulsional. De ahí su potencia ancestral, originaria. Toda la civilización humana puede ser narrada como una lucha biológica, espiritual, mental y social contra el miedo.

4_ En The Babadook, una película de terror australiana estrenada en el 2014, escrita y dirigida por Jennifer Kent, hay un monstruo en una casa. Madre e hijo se asustan y lo combaten. Pero es imposible no pensar que el miedo no surge en la casa, en esas paredes sombrías, en esa iluminación fria, en esos encuadres perfectos, o que llega del recuerdo de muertos pasados, sino que es producto directo de la soledad de una familia rota por un accidente. El monstruo, entonces, no está en la casa, sino entre la madre y el hijo, en esa relación.

5_ ¿Cómo imaginar un sujeto sin miedo?

6_ La naturaleza nos aterra. Las máquinas dan miedo. Los signos puede sobresaltarnos y condenarnos. El poder se ejerce y administra desde el miedo. Sobren ejemplos de esto en la política. Y el combate con el miedo puede tomar muchas formas. Sus representaciones también. Elias Canetti empieza su ensayo Masa y poder con esta frase: “Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra; le quiere reconocer o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño. De noche o a oscuras, el terror ante un contacto inesperado puede llegar a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: qué fácil es desgarrarla, qué fácil penetrar hasta la carne desnuda, tersa e indefensa del agredido.”

7_ Toda narración implica un momento de éxtasis, de duda, de miedo. Toda narración social incuba fobias. Y el espacio exterior, ese vacío, es la representación final de la nada y por eso le tememos y también por eso mismo nos convoca.

8_ Siempre existió una pedagogía del miedo. Hoy esa pedagogía del miedo se ve con claridad en las redes sociales, donde se abandona los monstruos de las películas de terror y se los reemplaza por la experiencia cotidiana.

9_ Lo contrario del miedo es el amor, la caritas, el encuentro, la generosidad de entregarnos al otro y de recibir al otro. No hay amor sin riesgo, sin concesión, no hay deseo sin fragmentación, no hay roce sin pérdida. Hoy y también antes, el amor, que no es un dócil animal doméstico, puede generar miedo. Ese miedo al amor nos condena. El desafío humano es poder sobreponerse a esas barreras./////PACO